Jehová estableció el matrimonio. De hecho, Dios llevó a cabo la primera boda en el jardín del Edén cuando creó a una mujer de una de las costillas extirpadas quirúrgicamente de Adán y luego se la dio como esposa. Evidentemente, el matrimonio fue pensado como la única institución humana. Todos conocemos el triste final de ese matrimonio original.

El matrimonio, sin embargo, con todas sus connotaciones, es usado metafóricamente por Dios. Dios habla a través de Jeremías, diciéndole a Israel: “Recuerdo bien la devoción de tu juventud, el amor que mostraste cuando estabas comprometida para casarte, cómo me seguiste en el desierto, en una tierra no sembrada” (Jeremías 2:2).

Cuando Jehová liberó a los israelitas del cautiverio de Egipto, los escoltó a través del desierto de una manera que inspira temor. Durante las horas del día, los israelitas seguían a una columna de humo que se manifestaba milagrosamente. Durante la noche, una columna de fuego iluminaba el campamento. Jehová proveyó comida milagrosamente en forma de maná y hasta hizo salir agua de una roca. En el transcurso de su viaje de 40 años, ni siquiera sus sandalias se gastaron. Era como si la nación estuviera comprometida con Dios. La relación se hizo oficial cuando Moisés ascendió al monte Sinaí para hablar con Dios en nombre de la nación, mediar en el pacto y oficiar el matrimonio. Entonces Jehová llegó a ser el dueño marital de Israel.

Sin embargo, Israel fue solo un modelo. Los tratos de Dios con esa nación establecieron un patrón. Esto se debe a que nunca tuvo la intención de ser una institución permanente. Solo fue pensado como un arreglo provisional. Pablo explicó en su carta a los Hebreos que se suponía que el pacto de la Ley mediado por Moisés serviría como un tutor que finalmente conduciría a Cristo. Así que cuando el Mesías llegó, la Ley quedó obsoleta. Pablo también indicó que las cosas que les sucedieron a los israelitas en el desierto sirven como una advertencia para que los cristianos no caigan en el mismo patrón de infidelidad.

No obstante, hay algo mucho más importante en todo esto y es que cuando Pablo les escribió a los corintios, él utilizó la misma analogía que se encuentra en Jeremías con respecto a un compromiso premarital. En 2 Corintios 11:2, el apóstol de las naciones escribió: “Porque me intereso por ustedes con un interés como el de Dios, pues yo personalmente los prometí en matrimonio a un solo esposo, el Cristo, y quiero presentarlos ante él como una virgen casta”.

Además, a los cristianos ungidos se les describe como las santas “primicias” de la cosecha. Hablando de los 144.000, Apocalipsis 14:4, 5 dice de ellos: “Estos son los que no se contaminaron con mujeres; de hecho, son vírgenes. Son los que van siguiendo al Cordero vaya donde vaya. Fueron comprados de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero, y no se encontró ningún engaño en su boca; no tienen ningún defecto”.

Dadas las similitudes que hemos notado, es evidente que los tratos de Dios con el antiguo Israel, y especialmente con Jerusalén, también aplican al cristianismo. Siendo eso cierto, ¿cuándo se comprometió el cristianismo para casarse con Cristo? En el primer siglo, cuando se estableció “el Israel de Dios”, el cual es el nombre que Pablo le dio a la congregación ungida.

Los cristianos emergieron, como del desierto de una malvada civilización humana gobernada por los poderes de las tinieblas, siguiendo de cerca las enseñanzas de aquel que dijo de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo”. Según los apóstoles, los cristianos de todas las naciones llegaron a ser el verdadero pueblo para el nombre de Dios. Así como Dios alimentó milagrosamente a los israelitas con maná, Jesús se refirió a sí mismo como el verdadero pan del cielo y la bebida verdadera.

Sin embargo, para fines del primer siglo, la luz ya comenzaba a oscurecerse. Cuando los apóstoles murieron, los hombres malvados se volvieron mucho más influyentes. No obstante, esto no debía ser una sorpresa, puesto que Pablo, Pedro y Juan lo habían predicho.

Para el siglo IV, el cristianismo se había vuelto tan corrupto que el emperador romano pudo insertarse como la cabeza de facto de la iglesia e hizo del cristianismo la religión oficial de aquel imperio en decadencia. Como resultado, los paganos no fueron cristianizados, sino que ocurrió lo contrario: el cristianismo fue paganizado. Lo que había sido la propiedad especial de Dios estaba ahora impregnado de idolatría y superstición. La virgen casta se había corrompido espiritualmente. Por eso Jehová dijo: “Después los traje a una tierra de huertos para que comieran su fruto y sus cosas buenas. Pero ustedes entraron y contaminaron mi tierra; convirtieron mi herencia en algo detestable” (Jeremías 2:7).

En otra analogía, Dios plantea la siguiente cuestión: “Te planté como una vid roja selecta, toda ella de semilla genuina. ¿Y cómo fue que te degeneraste ante mí y te convertiste en brotes de una vid ajena?” (Jeremías 2:21).

Finalmente, la verdad acerca de la relación especial entre Jehová y Jesús quedó completamente sumergida. La identidad del Dios verdadero fue cambiada por la misteriosa trinidad babilónica. Por lo tanto, la pregunta que Dios le hizo al antiguo Israel es relevante en la era cristiana: “¿Ha cambiado alguna vez una nación a sus dioses por otros que no son dioses? Pero mi propio pueblo ha cambiado mi gloria por algo que es inútil” (Jeremías 2:11).

Desde el tiempo de Moisés hasta la aparición de Jeremías pasaron casi 1000 años. Desde el momento en que Dios se puso en contacto con Abrahán hasta la aparición del Mesías, pasaron casi 2000 años, aproximadamente el mismo período de tiempo que ha pasado desde que Jesús estuvo aquí en la Tierra hasta el presente. Durante el tiempo de Jeremías, Dios presentó acusaciones contra los judíos. También presentó acusaciones contra una generación posterior, tal como se declara en Jeremías 2:9: Así que seguiré presentando acusaciones contra ustedes —afirma Jehová—, y presentaré acusaciones contra los hijos de sus hijos”.

Han pasado casi 2000 años desde que inició el cristianismo y Dios nunca ha juzgado a los cristianos. Eso se debe a que el juicio está reservado para la conclusión del sistema o lo que se conoce como “la parte final de los días”, la cual es una expresión que se usa cuatro veces en el libro de Jeremías. Así que “los hijos de tus hijos” deben ser los que estén vivos cuando comience el juicio.

Los cristianos ungidos son propiedad especial de Dios. Son los únicos a quienes Dios reclama como suyos. Por consiguiente, ellos componen su pueblo. Durante todos los siglos en que reinaron los papas de Babilonia la Grande, no hubo una presencia detectable de algún grupo al que se le pudiera identificar como el pueblo de Dios hasta la década de 1870, cuando los Estudiantes de la Biblia surgieron repentinamente y comenzaron a distribuir los escritos del pastor Russell por todas partes. Pronto se hizo evidente que Cristo estaba utilizando a la Watchtower para renovar el trabajo que había comenzado en el primer siglo. Desde los valdenses y los lolardos no había habido un intento organizado de predicar y enseñar el Evangelio.

Cuando Jeremías comenzó a predicar, Josías era el rey de Judá. Como rey joven, Josías respondió positivamente a la denuncia de la idolatría dada por Jeremías. Se esforzó de forma decidida en destruir los ídolos y lugares altos y restaurar la adoración de Jehová en el templo. Al limpiar el templo y hacer las reparaciones necesarias, los sacerdotes encontraron los rollos sagrados escritos por Moisés. Aparentemente, los rollos se habían perdido durante mucho tiempo. En respuesta, Josías hizo leer la Ley ante todo el pueblo y luego celebró una gran Pascua sin precedentes en la historia de Israel.

La situación de los días de Josías y su esfuerzo por restaurar la verdad perdida hacía mucho tiempo tienen un paralelo con las reformas religiosas emprendidas por Russell. Aunque la invención de la imprenta había asegurado que el clero no lograría más impedir que la Biblia fuera traducida y publicada, aun así, después de siglos de dominación por parte de la cristiandad, era como si la verdad contenida en la Biblia se hubiera perdido y hubiera sido encontrada nuevamente, descubierta por los Estudiantes de la Biblia que estudiaron la Palabra de Dios a fondo. El hecho de que un pequeño grupo de cristianos ungidos comenzara a observar la Cena del Señor fue muy similar a la renovación de la Pascua durante el reinado de Josías.

Vale la pena señalar que, aunque Josías instituyó una reforma genuina, Jehová no renunció al castigo que estipulaba la Ley del pacto. Aunque los judíos habían olvidado los términos del pacto, Dios no lo había hecho.

Así que Dios sigue presentando acusaciones en contra de los líderes de su pueblo incluso después de que se instituyen reformas y se restablece la adoración pura. Hablando a los que manejan la Ley (después de que se encontraron los rollos) Dios les dice: “Los sacerdotes no preguntaron: ‘¿Dónde está Jehová?’. Los que manejaban la Ley no me conocieron, los pastores se rebelaron contra mí, los profetas profetizaron de parte de Baal, y siguieron a los que no podían hacer nada de provecho” (Jeremías 2:8).

Los hombres ungidos sirven como sacerdotes y maestros de la ley cristiana. También hay pastores, ancianos que sirven a las congregaciones. Los profetas cristianos son aquellos que interpretan las profecías bíblicas.

¿Dónde está Jehová? Buena pregunta.

Continuará…