Esta es una edición de un artículo publicado originalmente en junio de 2011.

Jehová Dios tiene un propósito. Esa es una verdad fundamental expresada en las Escrituras. Dios está interesado en los sucesos de su descarriada creación aquí abajo, contrariamente a lo que piensan muchas personas. Sin embargo, él no elige controlar cada detalle y faceta de la vida como creen algunos religiosos. No obstante, sin duda, el propósito de Dios es establecer un reino sobre la humanidad y destruir los elementos que gobiernan el mundo en la actualidad, los cuales seguramente serán pesados ​​en la balanza y serán hallados deficientes.

Al comienzo de todo, el mismo día en que los humanos originales desertaron para seguir la dirección de una serpiente calumniadora de Dios, Jehová emitió la primera profecía al decirle a ese reptil: “Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y todos los animales salvajes del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida. Y haré que haya enemistad entre tú y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te aplastará la cabeza, y tú le herirás el talón”.

Debido a que, en su ingenuidad, Adán y Eva al parecer pensaron que la serpiente en verdad podía hablar, Jehová se dirigió a ella como si fuera la fuente real de las declaraciones engañosas. No fue sino hasta muchos siglos después, con la revelación de la descendencia principal predicha de la mujer, Cristo Jesús, que se revelaría la verdad. Siendo esta que la serpiente era simplemente una fachada para un ángel que se había vuelto inicuo, el padre de la mentira y calumniador original de Jehová. Pero en su predicción concisa, aunque críptica, Jehová dejo claro su propósito de producir una simiente victoriosa que le aplastaría la cabeza a la serpiente.

Varios siglos después de que el gran Diluvio ahogara a la prole nefílica de la serpiente y obligara a los ángeles rebeldes a volver al mundo invisible, Jehová estableció un pacto con Abrahán y reveló que todas las naciones serían bendecidas por medio de su descendencia, a través del linaje de Isaac y Jacob, también conocido como Israel. Cuando los descendientes de Abrahán se hicieron numerosos, después de unos 500 años, Dios organizó a las 12 tribus de Israel en una nación y estableció su pacto con ellos. El Todopoderoso les dio su ley y estableció un sacerdocio. Con el tiempo, los israelitas le pidieron a Jehová un rey humano que los gobernara, por lo que el Creador seleccionó a David, hijo de Jesé, y estableció un pacto con él. Esto llegó a significar que el Cristo sería un descendiente de David y se sentaría en el trono de Jehová en el monte Sion.

A través de los profetas de Israel, se revelaron muchos más detalles de la venida del Mesías.

Con respecto a él, Isaías confirmó que ciertamente vendría a través del linaje de Jesé y que él juzgaría a las naciones, salvaría a los mansos y humildes y acabaría por completo con la descendencia terrestre de la serpiente: “Del tocón de Jesé crecerá una ramita, y un brote de sus raíces dará fruto. Y el espíritu de Jehová se asentará sobre él, el espíritu de sabiduría y de entendimiento, el espíritu de consejo y de poder, el espíritu de conocimiento y del temor de Jehová” (Isaías 11:1, 2).

Empero, las mismas profecías en Isaías que predicen la venida de la ramita del tocón de Jesé también decretaron que el reino de David sería cortado y la sede del reino, Jerusalén, sería arada como un simple campo. La razón detrás de ello es que la semilla enemiga corrompió a la nación de Jehová. Así que, ¿cómo podría Dios cumplir su pacto de producir un mesías real a través de Judá y el linaje de David? Bueno, Dios corrigió y devolvió a su pueblo a su tierra y el linaje de David se mantuvo intacto. No obstante, la profecía bajo análisis en este artículo nos habla de la segunda venida del Mesías. Continuando con esa profecía, esta declara:

“Y él se complacerá en el temor de Jehová. No juzgará por las apariencias ni reprenderá simplemente por lo que oiga. Juzgará a los desfavorecidos con justicia, y reprenderá con rectitud por el bien de los mansos de la tierra. Golpeará la tierra con la vara de su boca y ejecutará a los malvados con el soplo de sus labios. La justicia será el cinturón de su cintura, y la fidelidad, el cinturón de sus caderas” (Isaías 11:3-5).

La cobra es uno de los reptiles más venenosos y agresivos conocidos por el hombre. No lo sabemos, pero bien podría haber sido una cobra la que utilizó Satanás para conversar con Eva en el Edén. En cualquier caso, Isaías continúa prediciendo que bajo el reinado del Mesías los benditos de Jehová gozarán de completa paz y seguridad, tal como sucedía en el jardín del Edén: “El lobo estará con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y el ternero, el león y el animal engordado estarán todos juntos; y un niño pequeño los guiará. La vaca y la osa comerán juntas y sus crías se echarán juntas. El león comerá paja como el toro. El bebé jugará sobre el agujero de una cobra, y un niñito pondrá la mano sobre el nido de una serpiente venenosa. No causarán ningún daño ni destrucción en toda mi santa montaña, porque la tierra de seguro estará llena del conocimiento de Jehová tal como las aguas cubren el mar”.

El propósito original de Dios para el hombre y la mujer era que tuvieran en amorosa sujeción a todas las aves del cielo, los peces del mar y a todos los animales de la tierra. Sin embargo, puesto que Adán y Eva se sometieron a Satanás, desde entonces el mundo de la humanidad ha adquirido un carácter animal. En lugar de tener en sujeción al reino animal, los hombres han dominado a sus semejantes. Los astutos dominan a los ingenuos. Los agresivos dominan a los pasivos. Los ricos dominan a los pobres. Los fuertes dominan a los débiles. Los imperios dominan a las naciones, y así sucesivamente. En consecuencia, de acuerdo con las profecías de Isaías, el gobierno del Mesías devolverá la tranquilidad edénica a aquellos que acepten su guía.

Como bien saben los testigos de Jehová, esta profecía realmente habla de un cambio en la condición de las personas, no de los animales. Las tendencias agresivas, astutas y dañinas de hombres y mujeres pecadores desaparecerán. Nadie le causará daño a otra persona, ni física, mental o emocionalmente. Será un mundo completamente nuevo. ¡Qué maravilloso será eso!

Empero, por extraño que pueda parecer a los desinformados, a los testigos de Jehová se les ha hecho creer que este nuevo mundo de paz y seguridad absoluta ya ha surgido en la forma de la organización de los testigos de Jehová. (Incidentalmente, la condición predicha en Isaías ha sido denominada por la Sociedad Watchtower como un “paraíso espiritual”, aunque esa frase exacta no aparece en las Escrituras). No obstante, el llamado paraíso espiritual predicho en las profecías no se hace realidad por medio de mera uniformidad, como la que existe entre los testigos de Jehová en todo el mundo.

El paraíso espiritual se caracterizará por una ausencia total del mal, al igual que sucedía en Edén. No hace falta decir que actualmente no existe tal condición de felicidad entre los testigos de Jehová. Esta tampoco existía entre los cristianos originales.

Pero ¿cuál es el significado del hecho de que la ramita del tocón de Jesé (Cristo), quien traerá esas condiciones tan magníficas, lo hará después de la destrucción de Israel? Indudablemente, una sociedad tan paradisíaca no llegó a existir cuando los judíos exiliados regresaron a Palestina desde Babilonia, lo cual fue incluso antes de que brotara la ramita del tocón de Jesé. Piense en ello para llegar a una conclusión más adelante.

Lo enviaré contra una nación apóstata

Volviendo al capítulo 10 de Isaías, allí Dios manifiesta su determinación de arreglar las cosas con su nación apóstata. Después de emitir un escalofriante “¡ay de los que dictan leyes que hacen daño!”, Dios anuncia el medio por el cual ejecutará su sentencia al expresar lo siguiente: “¡Miren, el asirio, la vara para expresar mi furia! En su mano está el bastón para expresar mi indignación. Lo enviaré contra una nación apóstata, contra el pueblo que me enfureció; le ordenaré que los saquee y que se lleve un gran botín y que los pisotee como el lodo de las calles”.

La “nación apóstata” y el pueblo que enfureció a Dios fue originalmente Israel. En el año 740 antes de nuestra era, los asirios saquearon la capital israelita, Samaria, y llevaron al exilio al reino norteño de 10 tribus de Israel. Envalentonado por su conquista de Samaria, unos ocho años después, el rey asirio, Senaquerib, exigió que el rey de Judea, Ezequías, también se rindiera ante él. Isaías atribuyó estas palabras al rey de Asiria antes de que iniciara su campaña contra Israel: “¿No es Samaria lo mismo que Damasco? ¡Mi mano ya se ha apoderado de los reinos de los dioses inútiles, que tenían más imágenes esculpidas que Jerusalén y Samaria! ¿No podré hacer también con Jerusalén y sus ídolos lo que ya hice con Samaria y sus dioses inútiles?”.

(Al comparar la organización de los testigos de Jehová con las naciones del mundo en términos de población, la Watchtower se ubica alrededor del número 100 con 8.000.000 de “publicadores”. Curiosamente, según el sitio web Worldometer, el estado moderno de Israel tiene una población similar, con unos 8,6 millones de habitantes).

El asirio cometió un error fatal al suponer que Jehová era un dios idolátrico sin valor. Fue en esa ocasión que Jehová envió a un ángel que mató a 185.000 soldados asirios en una noche, frustrando así la conquista de Jerusalén. No obstante, la cuestión es que Jerusalén también había sucumbido a la idolatría. Solo hubo unos pocos reyes fieles de Judea, siendo Ezequías uno de ellos, los que hicieron reformas significativas y fueron leales al Dios del pacto. Sin embargo, en ese contexto, Jehová afirma lo siguiente: “Cuando Jehová termine toda su obra en el monte Sion y en Jerusalén, castigará al rey de Asiria por tener un corazón insolente y por su mirada orgullosa y arrogante”.

Como seguramente saben todos los estudiantes de la Biblia, Dios finalmente hizo que los babilonios destruyeran Jerusalén. Pero, entonces, ¿por qué declara Dios que toda su obra en relación con el monte Sion y Jerusalén se termina cuando se pide cuentas al insolente asirio? No solo eso, sino que la profecía contenida en el capítulo 10 de Isaías nos indica que solo un remanente de Jerusalén se salva. Estas preguntas son aún más relevantes cuando se considera el capítulo 28 de este enigmático libro. Por ejemplo, en el versículo 21, Dios menciona su extraña labor y su obra insólita y las relaciona con la destrucción de Jerusalén por las naciones. Claramente, por lo tanto, la obra de Dios en relación con Jerusalén no terminó con la derrota asiria.

En tal caso, ¿por qué Isaías 10:12 habla de la terminación de toda la obra de Dios en relación con el monte Sion y Jerusalén? Dicho de otra manera, ¿por qué impidió Dios que los asirios tomaran Jerusalén solo para luego sancionar a los caldeos para que lo hicieran?

La respuesta a esas preguntas es que la conquista de Israel y la salvación de Jerusalén y el remanente que se mencionan en el capítulo 10 de Isaías son realmente un patrón para el Israel cristiano de Dios durante la venida de Cristo. Eso debería ser evidente dado el hecho de que, como se dijo previamente, el Mesías viene para juzgar en el contexto de la caída de Israel.

También es interesante que Isaías 9:6 nos presenta al Mesías que volverá como el Dios Poderoso y el Príncipe de Paz, mientras que Isaías 10:21 dice: “Solo un resto, el resto de Jacob, volverá al Dios Poderoso”.

“El Dios Poderoso” en el contexto de este pasaje es una referencia profética a Cristo en su segunda venida. El “resto de Jacob” que regresa a él es el llamado resto ungido, aquellos judíos espirituales que permanecen en la tierra después de que comienza la primera resurrección. Ellos, junto a los que vuelven a la vida, son la verdadera descendencia de Abrahán.

Empero, el regresar a Cristo, el Dios Poderoso, significa necesariamente que aquellos que lo seguían han dejado de hacerlo. Y el que un cristiano ungido deje de seguir a Cristo equivale a apostasía. Tenga en cuenta que la razón de la denuncia de Dios en primer lugar es porque su nación se ha vuelto apóstata. Pero el propósito de Dios en relación con su nación rebelde finalmente tendrá éxito a razón del hecho de que un remanente será salvado. En otras palabras, el propósito de Dios de establecer un reino que gobierne el mundo compuesto por humanos anteriormente pecadores, transformados por la mediación y reprensión de Cristo a su favor, se logra mediante la destrucción de su organización terrenal y la reunión de un resto castigado en la Sion celestial. No es posible una verdadera comprensión de las profecías sin reconocer ese hecho vital.

Pablo aludió a esta verdad del propósito de Dios cuando declaró proféticamente: “¿No saben lo que dice cierto pasaje de las Escrituras sobre Elías cuando se queja de Israel a Dios? Jehová, han matado a tus profetas y han demolido tus altares; solo quedo yo y ahora tratan de quitarme la vida a mí’. Sin embargo, ¿cuál fue la declaración divina? ‘Todavía me quedan 7.000 hombres que no se han arrodillado ante Baal’. Del mismo modo, también en este tiempo hay un resto escogido por bondad inmerecida”.

Aunque aparentemente Pablo estaba refiriéndose al número relativamente pequeño de israelitas que aceptaron a Cristo en el primer siglo, el capítulo 11 de Apocalipsis también alude al regreso de “Elías” y menciona a los 7.000 como un preludio inmediato al Armagedón.

No solo eso, sino que la profecía de Malaquías está dirigida al trabajo preparatorio de Elías antes del fin del sistema: “¡Miren! Antes de que venga el día grande e impresionante de Jehová, voy a enviarles al profeta Elías. Y él hará que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres, para que yo no venga y golpee la tierra, entregándola a la destrucción”.

Si “Elías” regresa para hacer que los corazones de padres e hijos se vuelvan el uno al otro, ¿no es eso una indicación de que sus corazones se han desviado de Jehová mismo? Efectivamente, tal es el caso.

Si bien los testigos de Jehová reconocen fácilmente que las iglesias de la cristiandad son apóstatas y que lo han sido durante siglos debido a sus muchos enredos mundanos, la sola idea de que la Sociedad Watchtower pueda ser juzgada por Jehová a causa de apostasía es impensable. Y, sin embargo, la profecía de Isaías (y todas las demás profecías que nos hablan de lo mismo), que constituyen los mismísimos juicios y decisiones judiciales de Jehová para la parte final de los días, indican claramente que el propósito de Dios se cumple a través de la destrucción de “Israel” por el “asirio”.

Dios siempre ha hecho mucho más responsables a los líderes que a los dirigidos, o los engañados, según sea el caso. En el caso del antiguo Israel, los jueces no solo eran culpables de promulgar leyes dañinas que defraudaban a los desfavorecidos, sino que Dios acusó a los líderes de ser infieles al hacer alianzas con sus enemigos. El objetivo de la acción disciplinaria de Dios, tal como se declara en Isaías 10:20, es que “Ese día, los que queden de Israel y los sobrevivientes de la casa de Jacob ya no se apoyarán en el que los golpeó, sino que se apoyarán con fidelidad en Jehová, el Santo de Israel”.

En su comentario acerca de este capítulo de Isaías, la Sociedad Watchtower afirma:

“¿Perecerán junto con Babilonia la Grande los testigos fieles de Jehová? No. Ellos no han incurrido en el desagrado de Dios. La adoración pura perdurará”.*

Por consiguiente, los intérpretes de la Biblia de Betel reconocen que el resto que sobrevive de “Israel” son testigos de Jehová. Pero de acuerdo con los hombres de visiones de la Sociedad, Israel representa a la cristiandad. No obstante, si eso fuera cierto, ¿cómo es que el remanente sobreviviente hace parte de “Israel” hasta el momento en que el asirio moderno lo aniquila? Los testigos de Jehová creen que han salido de Babilonia mucho antes de que es destruida.

Esta inconsistencia de interpretación y falta de entendimiento por parte de los líderes del pueblo de Dios antes de la venida de Cristo es irónicamente una característica significativa de la profecía de Isaías en sí. Por ejemplo, Isaías 29:10-12 afirma: “Porque Jehová ha derramado sobre ustedes un espíritu de sueño profundo; ha cerrado los ojos de ustedes, los profetas, y ha cubierto las cabezas de ustedes, los hombres de visiones. Para ustedes todas las visiones se vuelven como las palabras de un libro sellado. Cuando se lo dan a alguien que sabe leer y le dicen ‘Lee esto en voz alta, por favor’, él responde ‘No puedo, porque está sellado’. Y, cuando le dan el libro a alguien que no sabe leer y le dicen ‘Lee esto, por favor’, él responde ‘No sé leer’”.

Para aquellos que dirigen a los testigos de Jehová, los juicios de Dios que aún están por revelarse son como un libro que está sellado y/o que no pueden leer.

En tiempos modernos, Betel se ha congraciado con el “asirio” de nuestros días. Esto se ha manifestado por medio de la repugnante alianza que hizo la Sociedad con las Naciones Unidas, al enviar a los testigos de Jehová como mensajeros de la propaganda globalista de la ONU entre los años 1992 y 2001. Aun después de esa acción deplorable, la Organización ha creado numerosas ONG subsidiarias con el propósito de influir en los legisladores y tribunales europeos y en la OSCE en particular. Incluso se unió a la Iglesia de la Cienciología y otras ONG para presentar peticiones relacionadas con los derechos humanos ante la OSCE.

Empero, su asociación política como una ONG y su actitud de autocomplacencia son solo una vislumbre de la apostasía por venir.

Después de que los judíos fueron recomprados de Babilonia, la nación nunca volvió a la idolatría que caracterizaba a la tierra de Israel y Judá durante la era de los jueces y luego de los profetas. No obstante, Dios provocó la desolación de Jerusalén una vez más en el año 70 E.C. ¿Por qué? Porque los judíos se negaron a reconocer a Jesús como el Mesías.

El escenario está ahora listo para que la nación sea juzgada sobre la misma base. ¿Aceptarán los testigos de Jehová a Cristo cuando regrese? Esto será un desafío en vista del hecho de que la enseñanza más sagrada de la Watchtower es que Cristo ya está presente de manera invisible.

Continuará…

*Las profecías de Isaías, una luz para toda la humanidad I, cap. 12, págs. 153-154, párr. 21.