PREGUNTA #5 – Tomás llamó a Jesús “Dios” con una “d’’ mayúscula en Juan 20:28. Jesús no solo no corrigió a Tomás, sino que en realidad confirmó que él estaba en lo correcto. ¿Cómo podría haber ocurrido eso si Jesús no es Dios?
RESPUESTA: En mi opinión, una de las cualidades más importantes de una persona es la honestidad. Ser honesto no solo es abstenerse de decir mentiras, sino serlo en nuestro ser interior, en nuestro razonamiento, al juzgar lo que es la verdad. La mansedumbre y la honestidad de corazón están relacionadas. Sin embargo, desafortunadamente, los humanos tenemos una capacidad casi ilimitada para engañarnos a nosotros mismos, lo que hace que la honestidad del corazón sea aún más valiosa.
Jesús enumeró los razonamientos malvados como uno de los pecados que brotan del corazón humano y que contaminan a la persona. Los razonamientos malvados son lo opuesto a la mansedumbre y la honestidad de corazón. La mayoría de los líderes religiosos judíos, aunque no todos, ejemplificaron a aquellos que eran malvados en sus razonamientos, ya que siempre se resistieron a Jesús, tratando de engañarlo o atraparlo en varias oportunidades usando la ley en su contra. Los trinitarios emplean de manera similar el arte oscuro de los razonamientos perversos para atrapar a los incautos. Considere, ahora, el versículo en cuestión.
Es irónico, de hecho, gracioso, que los trinitarios recurran a citar a Tomás como una autoridad, cuando en realidad era un incrédulo, al menos hasta que fue despertado de su incredulidad. Al haber sido incapaz de comprender o aceptar el propio testimonio de Jesús de que iba a ser entregado a los ancianos, asesinado, y luego resucitado al tercer día, Tomás, junto con los demás, se negó a aceptar el testimonio de María y Marta, que habían visto al Señor vivo de nuevo. El hecho mismo de que Jesús se apareciera por primera vez a dos mujeres fue una humillante reprensión a sus orgullosos apóstoles, quienes lo abandonaron en su hora de prueba.
Más tarde, sin embargo, Jesús se apareció a los apóstoles cuando estaban reunidos en una habitación con sus puertas cerradas, mostrándoles sus heridas, solo que Tomás no estaba presente en esa ocasión. Pero cuando le dijeron que ellos también habían visto al Señor, Tomás se negó a creerle a sus compañeros apóstoles. Tomás tomó una posición tan obstinada en su incredulidad que declaró que la única forma en que creería que Cristo había resucitado de los muertos era tocando sus heridas.
Por consideración a su incrédulo apóstol, ocho días después, Jesús nuevamente se apareció ante sus apóstoles en una habitación privada, materializado en un cuerpo que tenía las mismas heridas que le habían infligido cuando lo colgaron cruelmente en el madero y la guardia romana le produjo una herida con una lanza.
Jesús se acercó específicamente a Tomás y le dijo: “Pon tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado. Deja de dudar y cree”.
Fue en ese momento que el asombrado apóstol exclamó: “¡Mi señor y mi Dios!”. Jesús respondió con otra reprimenda, diciendo: “¿Has creído porque me has visto? Felices los que no han visto y aun así creen”.
Pero ¿qué es exactamente lo que TomÁs no creía? ¿Realmente creía que Jesús era el Dios Todopoderoso? No. Eso es altamente improbable. Después de todo, Tomás no era estúpido. Como uno de los Doce, Tomás había estado con Jesús durante todo su ministerio y sabía que Jesús era el Hijo de Dios. De hecho, en una ocasión Jesús les preguntó a los apóstoles quién creían ellos que él era. Pedro respondió y habló por todos, diciendo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’. Y Jesús le respondió: ‘Dichoso de ti, Simón hijo de Jonás, porque eso no te lo reveló ningún ser humano, sino mi Padre que está en los cielos.’’ (Mateo 16:17)
Entonces, según el propio testimonio de Jesús, él es el Hijo de Dios y los apóstoles no tenían dudas de que Dios, el Padre de Jesús, estaba en el cielo. Tomás no tenía dudas acerca de la identidad de Jesús. Él simplemente tuvo dificultades para creer que Jesús había resucitado de entre los muertos y que estaba vivo. Después de todo, la resurrección de Cristo es la piedra angular de la fe cristiana. Y, por esa razón, Jesús dijo: “felices los que no han visto y aun así creen.’’
El siguiente versículo en el capítulo 20 de Juan verifica que la identidad de Jesús como el Hijo no estaba en cuestión, pues se nos dice lo siguiente: “De hecho, Jesús también hizo delante de los discípulos muchos otros milagros que no están escritos en este rollo. Pero estos se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, por creer, puedan tener vida por medio de su nombre.’’
El razonamiento de los trinitarios consiste en que, si Tomás se hubiera equivocado al declarar que Jesús era Dios, entonces el Cristo lo habría corregido. Pero ese es un razonamiento perverso. Como ya se señaló, Jesús les explicó a los apóstoles que el Padre les había revelado que él era el Hijo. Por lo tanto, lo cierto sería justo lo contrario: si Jesús hubiera pensado que Tomás pensaba que él que era Jehová, seguramente lo habría aclarado. Sin embargo, lo más probable es que si Tomás hubiera sido tan estúpido como para creer que Jesús era Jehová, probablemente ni siquiera hubiera calificado para ser apóstol en primer lugar.
Entonces, ¿por qué exclamó Tomás “Mi Señor y mi Dios!’’?
Sin duda, Tomás se dio cuenta en el momento en que Cristo se materializó ante él que estaba en problemas. Y cuando Jesús le habló y le dijo que examinara sus heridas, él supo que el Señor estaba al tanto de su incredulidad. Sabía que el ex apóstol, Judas, se había autocondenado, que Pedro había negado conocer a Jesús y que sus apóstoles también habían estado desconcertados y confundidos. Tomás seguramente sabía que su propia fe estaba en juego cuando estuvo de pie ante el Cristo resucitado. Por lo tanto, él respondió resueltamente, inequívocamente, declarando a Jesús como su Señor y Maestro absoluto, sin la más mínima reserva o indicio de duda.
Pero ¿por qué Tomás se refirió a Jesús como su dios? Sin duda, Tomás sabía que Jesús había resucitado a varios israelitas, incluyendo a su amigo Lázaro. Pero esas personas volvieron a la vida como las mismas personas que eran antes de morir, como humanos. Jesús, por otro lado, aunque aparecía como humano, no lo era. Después de todo, ¿qué humano puede atravesar las paredes y aparecer en una habitación sin abrir una puerta? No obstante, eso es exactamente lo que hizo Jesús.
Aunque Jesús se había materializado, obviamente porque tenía que hacerse visible para convencer a los insensatos apóstoles de que había sido resucitado de entre los muertos, también tenía que ser obvio para ellos que Jesús había cambiado, que ya no tenía limitaciones humanas, que Jesús ya no era un simple hombre. ¿Pero qué era él?
Tenga en cuenta que unos días antes, cuando Jesús se le apareció a María, le dijo que dejara de aferrarse a él. ¿Por qué? Él le dijo: “Deja de agarrarte de mí, porque todavía no he subido al Padre. Vete adonde están mis hermanos y diles: ‘Voy a subir a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes’”.
María dio el mensaje a los apóstoles, que Jesús iba a ascender a su Dios y al Dios de ellos, es decir, a Jehová Dios. Esto es algo extraordinario. ¿Qué humano había ascendido al cielo antes? Ninguno. Contrariamente a lo que se pueda afirmar, según Jesucristo mismo, nadie ha ascendido al cielo, excepto aquel que descendió de él: el Hijo del hombre. (Juan 3:13)
Tal vez fue como una expresión de su repentina comprensión de que Jesús iba a aparecer ante la persona de Jehová en el cielo, que Cristo ya no era humano, que había trascendido al mundo espiritual, por lo que Tomás exclamó: “¡Mi Señor y mi Dios!”
O, dado que Tomás probablemente sabía que Jesús se había aparecido previamente a otros discípulos después de su resurrección y los había reprendido por ser insensatos y lentos para creer todas las cosas que los profetas hablaron, él pudo haber querido mostrarle a Jesús que él creía que él era el Dios poderoso mesiánico predicho en Isaías. En cualquier caso, Jesús obviamente no pensó que Tomás se había dirigido a él con la creencia errónea de que él era Jehová Dios.
Para aquellos que todavía se imaginan que Jesús es Jehová, que se niegan a aceptar el testimonio de Cristo y sus apóstoles de que Jesús es el Hijo de Dios, la reprimenda de Jesús a Tomás es la más apropiada: ‘’Deja de dudar y cree’’.