El curso de la historia de los últimos 500 años ha estado dominado por un conflicto en curso entre las fuerzas de la tiranía y la lucha por la libertad humana. Durante más de un milenio después de la caída del Imperio Romano, Europa estuvo dominada por un  bestial sistema feudal, impuesto por la Iglesia Católica Romana, que esclavizó a la gran mayoría de la población en la pobreza y la ignorancia perpetua. Pero el Renacimiento comenzó a cambiar esa situación miserable.

El Renacimiento finalmente dio a luz a la expresión política del Estado nacional soberano. A diferencia del continente  que estuvo fragmentado en decenas de feudos, las naciones modernas comenzaron a tomar forma con la intención de estar más comprometidas con las poblaciones que gobernaban. Francia, bajo el reinado del rey Luis XI, fue puesta en un curso de construcción de la nación y por lo tanto se convirtió en el primer país en salir de la Edad Media y la Guerra de los Cien Años para convertirse en una república reconocible, dedicada a la ciudadanía.

Pero, por supuesto, las naciones emergentes seguían dominadas por una oligarquía feudal. No fue hasta la colonización del Nuevo Mundo que se presentó la oportunidad de crear una nueva nación: una nación libre con un océano entre ella y la tiranía de las monarquías europeas.

Después de la ruptura de las colonias americanas con la Corona británica, se formó la primera nación soberana en el Nuevo Mundo, y entonces, dos sistemas economicos y políticos comenzaron a emerger compitiendo entre sí: El Sistema Británico y el Sistema Americano.

El sistema imperial británico es un sistema monetario basado en la explotación, la usura y la especulación; mientras que, el Sistema Americano de economía se basa en la verdadera construcción de la nación. Como un ejemplo del sistema británico, la East India Company, que tenía una orden por parte del gobierno para traer el botín de los confines del imperio en expansión, promovió la producción de opio en la India. A continuación, esta droga se vendía a los campesinos chinos. Millones de chinos se volvieron adictos al opio como resultado del “libre comercio” británico.

El Imperio británico también se  benefició del comercio de esclavos y a pesar que el Parlamento prohibió el tráfico de almas humanas en la década de 1830, Londres fue, sin embargo,  un aliado de la Confederación durante la Guerra Civil Americana y lo hizo con la intención de romper la unión de los Estados Unidos.

El punto de la cuestión está en que el sistema imperial de saqueo hizo a mucha gente fabulosamente rica. Muchas de las mansiones en Holland Park y otras zonas ricas de Londres fueron construidas con la riqueza adquirida a través de las actividades comerciales de la Compañía de las Indias Orientales británica durante la década de 1800. HSBC, una de las mayores instituciones financieras del mundo de hoy, comenzó sacando beneficio del lucrativo tráfico de drogas. Y hasta el día de hoy, la gran cantidad de fondos de cobertura y bancos situados en calas piratas en alta mar de Londres, como las Islas Caimán, todavía están profundamente implicados en el blanqueo de dinero proveniente de la droga para sus clientes ricos.

El Sistema Americano, por el contrario, procura nutrir y capacitar a las personas para convertirlos en miembros productivos de la sociedad. Lo hace por medio de la educación, el desarrollo de infraestructura, la protección de la industria nacional, estimular el progreso científico, y por la supresión de la rapacidad del sistema británico.

Estos dos sistemas económico-políticos antagónicos en competencia son simbolizados en la profecía por  el hierro y el barro y los reyes del norte y del sur que pelean hasta el tiempo del fin.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial y el surgimiento de Estados Unidos como la potencia mundial por excelencia, los Lords de Londres han tratado de subvertir a Estados Unidos de su misión declarada de librar al mundo de la dominación colonial. En esto han tenido éxito. En particular, desde principios de los años 70, cuando el presidente Nixon abolió el acuerdo post guerra de Breton Woods, efectivamente le entregó el control del dólar de EE.UU. a los especuladores de divisas con sede en Londres y a los comerciantes de petróleo,  así el motor económico de Estados Unidos fue estrangulado con eficacia.

Sin embargo, el sistema parasitario británico de globalización es incapaz de sostenerse por sí mismo. Esto se debe a que un parásito sólo vive, siempre y cuando su prospero huésped y anfitrión – en este caso, la economía física subyacente de América y Europa –  siga con vida por algún tiempo. Debido a que la población de la tierra está aumentando constantemente los medios físicos de mantenimiento de la creciente familia humana deben aumentar también. Si no, entonces habrá un colapso bastante desagradable y caótico de la población, algo que los profetas bíblicos predijeron hace mucho tiempo.

El esquema piramidal de acumular cientos de billones de dólares de deuda puesta sobre la extracción de un flujo de ingresos que provienen de un número relativamente pequeño de miles de millones que proceden de verdadera actividad productiva es manifiestamente insostenible y está condenado al colapso. Así también de arriesgada es la enorme burbuja de derivados de trillones de dólares, comparada a una bomba de tiempo, de la que apenas dos por ciento de pérdida teórica podría crear un efecto de palanca inversa y prácticamente eliminar todo el capital del mundo. Es por ello que el sistema se encuentra ahora en un avanzado estado de descomposición económica –  algo de lo que algunos observadores sobrios son conscientes.

Una prueba más de ello se encuentra en un comentario publicado por el periódico The New York Times sobre el rescate temporal de la Reserva Federal al banco de inversión ahora cerrado, Bear Sterns, hecho por James L. Melcher, presidente de Balestra Capital, un fondo de cobertura con sede en Nueva York, cuando dijo: “Si la Reserva Federal no hubiera actuado esta mañana y  Bear hubiera fallado en sus obligaciones, entonces eso podría haber desencadenado un pánico muy extendido y, potencialmente, un colapso del sistema financiero.” Pero como el título del artículo de The New York Times sugiere, Bear Sterns es sólo uno de los muchos dominós derribando la cadena financiera.

Pero el temblor continuo que agita actualmente al sistema financiero no es más que un presagio de un evento sísmico que sacudirá la civilización hasta su parte más profunda y lo más importante, anunciará que el día de Jehová ha comenzado.

Por lo tanto, ¿Qué nos depara el futuro cercano?

La oligarquía financiera está decidida a utilizar el colapso del dólar para acabar –  de una vez por todas – con la república estadounidense y el sistema estado-nación a nivel mundial; de lo contrario, se corre el riesgo de que los Estados Unidos y otras naciones soberanas puedan unirse en su interés común de auto preservación y actuar contra los intereses de los banqueros, ya que el sistema financiero global está al borde del abismo. ¿Tendrán éxito las fuerzas del imperio?

En una palabra, sí. El presente sistema democrático estado-nación está destinado por las Escrituras proféticas a ser aplastado por el último imperio. Esa calamidad anunciará el comienzo del fin para todo el sistema insatisfactorio e iniciará una fase de transición que culminará con la adquisición completa de la gestión de la tierra por el Reino de Dios en manos de Cristo.