Esta es una continuación de la serie de artículos que nos hablan del libro de Daniel.

Aunque Nabucodonosor alabó al Dios de Daniel como el Revelador de secretos y el “Dios de dioses”, eso no lo hizo sentirse motivado a abandonar la idolatría de Babilonia y adorar exclusivamente al Supremo. No, todo lo contrario, nacionalizó la idolatría.

El capítulo 3 de este enigmático libro revela que el rey de Babilonia erigió una enorme imagen de oro de casi 28 metros de altura. El relato no describe las características de la estructura, solo sus dimensiones: 60 × 6 codos. No sabemos si la imagen era simplemente un obelisco, si tenía forma humana o si tenía grabados símbolos comunes de la iconografía babilónica. Sin embargo, el que se la mencione como una “imagen” y no simplemente un pilar o una torre, nos indica que se parecía a algo.

Dado que Nabucodonosor patrocinó la creación del ídolo colosal y él mismo fue representado como la cabeza del hombre metálico gigante en el sueño que el Dios de dioses había inspirado, siendo reconocido por el mismo Daniel como el rey de reyes que gobernaba a todos los hombres, Nabucodonosor pudo bien haberse sentido inspirado a erigir una imagen de él, como un impresionante y reluciente monumento a sí mismo.

Sea como fuere, el rey de Babilonia convocó a todos los gobernantes y funcionarios de todo su vasto reino a reunirse en la llanura de Dura para la inauguración idolátrica de la imagen de oro.

Aquella fue una gran ocasión. Y tan pronto como la banda comenzara a tocar, todos debían postrarse ante la imagen dorada de Nabucodonosor. Su adoración era obligatoria. Era una ley, un decreto real. Cualquiera que se negara a inclinarse ante el ídolo sería ejecutado inmediatamente. No habría juicio. No habría indulgencia alguna. Solo una muerte horrible en un horno en llamas.

A pesar de esa orden tan dura y las terribles consecuencias de desobedecerla, Sadrac, Mesac y Abednego continuaron de pie durante la ceremonia. (Se desconoce la razón por la que Daniel no estuvo presente en esa ocasión). Al contemplar que estos judíos no se habían inclinado ante la imagen, algunos caldeos se lo informaron al rey. De inmediato, los tres fueron llevados ante la presencia del monarca. Nabucodonosor, siendo considerado, les dio una oportunidad más para obedecer. Los tres príncipes no replantearon en ningún momento su posición. En cambio, aprovecharon la oportunidad para explicar el motivo por el cual se habían negado resueltamente a inclinarse ante el ídolo y le aseguraron al rey que estaban dispuestos a morir en lugar de cumplir.

Aunque Nabucodonosor había reconocido verbalmente la grandeza de Dios, por dentro aún seguía siendo sumamente arrogante, pues si tal no hubiera sido el caso, no se habría burlado del Altísimo diciendo: “Pero, si se niegan a adorarla, serán arrojados de inmediato en el horno de fuego. ¿Y qué dios podrá librarlos de mis manos?”.

Esta historia se ha contado muchas veces durante siglos. Vale la pena volver a contarla. Es una de las muchas cosas asombrosas registradas en la Biblia. Y está mucho más allá de ser un simple cuento antes de dormir.

Sadrac, Mesac y Abednego tenían fe. Reconocieron ante el rey que su Dios podía salvarlos si así lo deseaba. Pero aun si no los libraba de las llamas, ellos permanecerían fieles al Supremo al negarse a adorar a los dioses de Babilonia.

Lleno de una terrible furia, Nabucodonosor ordenó que el horno fuera calentado 7 veces más de lo normal y que los tres judíos insolentes fueran atados y arrojados en él. El fuego era tan intenso que los hombres valientes que tenían la tarea de arrojarlos a esa caldera ardiente murieron. ¡Y entonces el rey contempló un espectáculo de no creer! Aunque solo tres hombres habían sido arrojados al horno, allí, en ese infierno, había cuatro hombres, ¡que no estaban siendo consumidos por las llamas! Y no solo eso, ¡sino que el cuarto hombre parecía un hijo de los dioses!

Nabucodonosor ordenó a Sadrac, Mesac y Abednego que salieran del horno. Esa fue una orden que obedecieron felizmente. Cuando salieron, estaban intactos: ¡ni un solo cabello de ellos había sido chamuscado por el fuego y sus vestiduras ni siquiera olían a humo!

¿Quién era el cuarto hombre semejante a un hijo de los dioses que apareció en aquel fuego ardiente? Seguramente, este fue al que Daniel identificó más tarde como Miguel, el gran príncipe, que está de pie a favor del pueblo del profeta. Nosotros sabemos muy bien Miguel no es otro que Jesucristo.

Todo eso fue verdaderamente un milagro. Nabucodonosor lo reconoció y dijo: “No existe otro dios que pueda librar como este”. Indubitadamente, Pablo se estaba refiriendo a Sadrac, Mesac y Abednego en el capítulo 11 de Hebreos cuando dijo que por fe habían apagado la fuerza del fuego.

No obstante, sin duda alguna, Dios podría haber salvado a los tres hebreos sin la aparición del espíritu similar a un hijo de los dioses. Algunos años después, Daniel se enfrentó de manera similar a una muerte segura en el foso de los leones, pero Dios envió a su ángel y este amansó a las bestias. Sin embargo, no hay indicios de que en esa ocasión el ángel se hiciera visible. Nuevamente nos preguntamos, ¿por qué apareció el hijo de los dioses en el horno de fuego? ¿Fue algo que solo tuvo relevancia en ese momento? No, fue un drama profético, una representación de algo mucho más grande, un portento de lo que sucederá cuando Miguel se levante.

Ha habido relativamente pocas veces en las que Dios ha intervenido directa y dramáticamente en los asuntos humanos. Desde que Cristo y los cristianos originales predicaron e hicieron milagros hace casi 2000 años, Dios se ha escondido. Eso no quiere decir que Dios no haya actuado detrás de escena de innumerables formas, simplemente no lo ha hecho de manera milagrosa, apareciendo abiertamente, como en tiempos pasados. Jehová admite este hecho y nos dice lo siguiente al respecto a través de Isaías: “Aunque Jehová te dará angustia como si fuera pan y opresión como si fuera agua, él, tu Gran Instructor, ya no se esconderá. Verás a tu Gran Instructor con tus propios ojos”.

Sabemos por el propio testimonio del Eterno que ningún simple organismo carnal puede ver su rostro y seguir viviendo. El Gran Espíritu es simplemente demasiado glorioso para que lo contemplen organismos tan frágiles como nosotros. Entonces, ¿cómo es posible que alguien vea al Gran Instructor con sus propios ojos y sobreviva al encuentro? Además, debe tenerse en cuenta que si después de siglos de esconderse en algún momento Dios “ya no se esconderá”, su manifestación debe ser un fenómeno extraordinario, no meramente simbólico.

Un hombre vio tanto de Dios como es humanamente posible. Su nombre era Moisés. Dios lo escondió en un peñasco, lo protegió con su “mano” y caminó a su lado, por así decirlo, de modo que Moisés vio su “espalda” pero no su rostro. Como resultado de posteriores encuentros con Jehová, el rostro de Moisés emitía rayos, por lo que tenía que usar un velo cuando estaba ante los israelitas. ¿Podría la revelación del Gran Instructor ser similar? Pablo dio a entender en cierta forma que tal es el caso cuando comparó a los cristianos ungidos con Moisés y mencionó que ellos ministran sin el velo. La similitud consiste en que Moisés se encontró con Jehová durante la inauguración del pacto de la Ley, mientras que aquellos que pertenecen a Cristo brillarán como el sol en el Reino cuando se cumpla el nuevo pacto.

El capítulo 11 de Apocalipsis nos indica lo siguiente acerca de los dos testigos ungidos de Dios: “Estos testigos están representados por los dos olivos y los dos candelabros, y están de pie delante del Señor de la tierra”.

Por su parte, Zacarías nos dice al respecto: “Estos son los dos ungidos que están de pie al lado del Señor de toda la tierra” (Zac. 4:14).

Los testigos de Jehová deberían pensar en lo que implica la frase “estar de pie junto al Señor”. La palabra griega pa·rou·sí·a significa literalmente “estar junto a”. Los dos testigos, aunque no se menciona explícitamente, son retratados como Moisés y Elías, reconocibles por los milagros que realizan. Tanto Moisés como Elías fueron “tomados” por Dios, Moisés de forma literal y Elías figurativamente. No es coincidencia que estos mismos dos profetas aparecieran en la visión de la transfiguración junto al glorioso Señor de toda la tierra. El que los dos testigos de Apocalipsis estén simbolizados por Moisés, el mediador del pacto, y Elías, el profeta hebreo más importante, sugiere la conclusión de la Ley y los Profetas. Salvo que su aparición en el libro de Apocalipsis, destinada a cumplirse durante el día del Señor, significa la conclusión del nuevo pacto y la era cristiana.

El hecho de que haya dos testigos cumple con el requisito de la Ley que nos dice: “Por boca de dos testigos, o de tres, todo asunto tiene que ser establecido”. Los dos testigos representan al resto ungido que verá la revelación de Cristo. Dado que Jesús es ahora la representación misma del Padre y el Maravilloso Consejero, él es, de hecho, el Gran Instructor que será revelado. Los cristianos ungidos que se mantengan fieles verán como él se presenta junto a ellos de modo similar a las muchas manifestaciones posteriores a su resurrección, solo que esta vez mucho más glorioso. Los escogidos se convertirán entonces en sus testigos y estarán de pie ante gobernadores y reyes, al igual que Sadrac, Mesac y Abednego.

En el capítulo 10 de Mateo, Jesús les advirtió a sus discípulos que no temieran a aquellos que solo pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Los tres hebreos demostraron este principio. Casi mueren, pero Nabucodonosor no podía matar sus almas porque eran fieles a Dios. Pablo explicó que los que mueren durante la parusía no se dormirán en la muerte, sino que serán cambiados en un abrir y cerrar de ojos y se encontrarán con el Señor en el aire. Sadrac, Mesac y Abednego representaron eso cuando estuvieron de pie en medio de aquel infierno junto a alguien como un hijo de los dioses, quien era, de hecho, el Señor de toda la tierra.

En el primer siglo, muchos cristianos fueron asesinados, incluso algunos apóstoles. Podemos estar seguros de que ellos estarán entre las primeras almas resucitadas a la inmortalidad, mientras que las restantes darán un testimonio al mundo.

En tiempos modernos, los testigos de Jehová han sido perseguidos, a menudo por el mismo problema que surgió en Babilonia: negarse a rendir homenaje a emblemas nacionales. La campaña de Hitler contra los Bibelforscher ha sido la persecución más severa hasta la fecha. Aun así, no ha llegado la hora acerca de la cual Jesús advirtió cuando dijo: “Los van a expulsar de la sinagoga. De hecho, viene la hora en que todo el que los mate creerá que le está prestando un servicio sagrado a Dios” (Juan 16:2).

La inevitable implosión de la Organización durante la conclusión de este sistema provocará una situación en la que “muchos perderán la fe, se traicionarán unos a otros y se odiarán unos a otros”. Indudablemente, los leales a la Sociedad se negarán a aceptar a Cristo cuando venga. Los verdaderos hijos del Reino serán expulsados ​​de la sinagoga. “Además, el hermano entregará a su hermano para que lo maten, y el padre a su hijo, y los hijos se volverán contra sus padres y harán que los maten”.

Jesús continuó diciendo: “Se venden dos gorriones por una moneda de poco valor, ¿no es cierto? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que su Padre lo sepa. Pero, en el caso de ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están todos contados. Así que no tengan miedo. Ustedes valen más que muchos gorriones” (Mateo 10:29-31).

Así como el fuego no chamuscó ni un solo cabello de los judíos en el horno, los sellados, los verdaderos judíos, no pueden ser perjudicados permanentemente ni siquiera por la muerte, ya que sus cabellos están contados.

LA IMAGEN DE LA BESTIA SALVAJE

En Apocalipsis se nos presenta otra imagen, ¡sorprendentemente, esta habla! Una bestia salvaje de dos cuernos asciende de las entrañas de la tierra y promueve la adoración de la monstruosidad de siete cabezas que sufre una herida mortal, pero que se recupera de ella. El capítulo 13 menciona lo siguiente: “Engaña a los que viven en la tierra con las señales que se le permitió realizar en presencia de la bestia salvaje, mientras les dice a los que viven en la tierra que le hagan una imagen a la bestia salvaje, la que tenía una herida de espada pero revivió. Y se le permitió darle aliento de vida a la imagen de la bestia salvaje, para que la imagen de la bestia salvaje hablara e hiciera matar a todos los que se negaran a adorar a la imagen de la bestia salvaje”.

Al igual que en el caso de la imagen dorada de Nabucodonosor, la adoración de la imagen parlante y la bestia salvaje será obligatoria. No nos engañemos más con la noción a medias de la Watchtower de que la Liga de Naciones fue alguna vez la imagen de la bestia o la idea igualmente absurda de que las Naciones Unidas ya son el octavo rey. Lo más tonto de todo es la insistencia de Betel en que la bestia salvaje sufrió una herida mortal en la cabeza como resultado de la Primera Guerra Mundial. Puede estar seguro de que ninguna de estas cosas ha sucedido. Todas las cosas que tienen que ver con el día del Señor se darán en el futuro cercano.

La herida fatal en la cabeza de la bestia simboliza la caída rápida e inesperada de la potencia mundial angloamericana que actualmente gobierna el mundo. Después de 75 años de formar la alianza más poderosa de la historia, la principal superpotencia del mundo se encuentra al borde de un enorme abismo de deuda. El colapso repentino del dólar, la moneda de reserva del mundo, será el golpe mortal para todo el sistema bestial. Cualquier entidad que vuelva a la vida no se parecerá en nada a la tierra de la libertad. Es por esa razón que Apocalipsis revela que la bestia de dos cuernos que asciende de la tierra (desde la tumba) comenzará a hablar como un dragón.

El ángel de Jehová le reveló a Daniel que se puso de pie para apoyar y fortalecer a Darío, el rey de Persia. Este relato nos muestra que aunque Persia era gobernada por un príncipe demoníaco, los ángeles justos pueden imponer la voluntad de Dios a los gobernantes para lograr el propósito divino.

Empero, no deberíamos suponer que lo que sucedió con Darío fue único. Puesto que Satanás es el dios de este mundo, sin la intervención de Cristo la voluntad de Dios nunca podría cumplirse. Por ese motivo, Pablo exhortó a sus hermanos cristianos a orar por los reyes y por todos los que ocupan altos cargos para que podamos llevar una vida tranquila y calmada con total devoción a Dios (1 Tim. 2:2). Para que esas oraciones sean respondidas, ¿no se requeriría que Cristo interviniera para ponerles un límite a los demonios? Sin duda alguna, nos hemos beneficiado enormemente de la relativa calma y tranquilidad que brindan las naciones del llamado mundo libre.

La herida mortal infligida a la bestia salvaje de Satanás traerá un abrupto final a esa paz. ¿No nos indican las Escrituras que el jinete de color de fuego quitará la paz de la tierra? Además, por esa razón, Apocalipsis también declara: “Si alguien tiene oídos, que oiga. Si alguien tiene que ser capturado, será capturado. Si alguien mata con la espada, se le matará con la espada. Por eso los santos necesitan tener aguante y fe”.

Aunque es dudoso que alguien tenga oídos para escuchar ahora, el colapso que se avecina servirá como una fuerte llamada de atención. Será tal como nos dice Jehová en Joel: “¡Despierten, borrachos, y lloren! Laméntense, todos ustedes, los que beben vino, porque les han quitado el vino dulce de sus bocas. Porque una nación poderosa e innumerable ha invadido mi país. Sus dientes son como los dientes de un león, y sus mandíbulas son como las de un león. Ha devastado mi vid y ha convertido mi higuera en un tocón. Las ha desnudado por completo y las ha echado aparte, dejando sus ramitas peladas”.

El ataque de las langostas que acaba con los campos fértiles representa el fin de la obra mundial de predicación y enseñanza. El capítulo 13 de Apocalipsis nos confirma esto al decir con respecto a la bestia que revive: “Se le permitió guerrear contra los santos y vencerlos, y se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación”.

Para que usted se dé cuenta aún más de cuan absurdas son las enseñanzas de la Watchtower relacionadas con estos asuntos vitales, lea lo siguiente: “A todos —pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos— les impone la obligación de ser marcados en la mano derecha o en la frente para que nadie pueda comprar o vender excepto la persona que tenga la marca, el nombre de la bestia salvaje o el número de su nombre. Para esto se necesita tener sabiduría: el que sea perspicaz, que calcule el número de la bestia salvaje, porque es un número humano; su número es 666”.

Dejemos que los portavoces de la parte terrestre de la organización de Jehová expliquen cómo la Liga de Naciones o su sucesora han obligado a la gente del mundo a rendirles adoración. Que expongan los hechos que demuestren cómo se ha impedido al pueblo de Jehová comprar o vender debido a su negativa a aceptar la marca de la bestia. En realidad, como vemos, la interpretación del libro de Apocalipsis de Betel es pura ficción, simples mitos.

Aunque los detalles no son discernibles en este momento, cualquiera que esté al tanto de lo que acontece en el mundo sabe que hay un plan en funcionamiento para acabar con el sistema de naciones soberanas e independientes con el propósito de establecer un gobierno mundial y un nuevo sistema financiero desprovisto de efectivo.

No hay duda de que un día cualquiera los bancos centrales podrían detonar intencionalmente la implosión del sistema financiero global y poner a las naciones de rodillas. La ONU bien podría convertirse en la sede del octavo rey después del colapso que está por suceder.

Actualmente, existe la tecnología para regular todas las transacciones financieras. El reconocimiento facial y la biometría permiten rastrear y registrar todos nuestros movimientos. China ha sido pionera en el uso de dicha tecnología para crear un sistema de calificación crediticia social. Las compras se realizan mediante teléfonos inteligentes y los compradores pueden ser recompensados ​​o castigados por las infracciones. Si su puntaje social es malo, es posible que los ciudadanos no puedan tomar el transporte público. Se podría imponer un sistema de este tipo que requiera que todas las personas hagan un juramento de lealtad a la bestia con cada compra. Y debido a que en ese momento la bestia hablará como un dragón, sirviendo de canal para el mismísimo Satanás, cualquier sujeción relativa a las autoridades superiores equivaldrá a adorar al Diablo.

Este escenario de adorar al ídolo o morir es a lo que nos enfrentaremos cuando la bestia vuelva del abismo. Esa es la situación que llevará a que los santos necesiten aguante y fe.

Eso es lo que representa todo lo que sucedió en la llanura de Dura.

En cuanto a que el 666 es un número humano o de hombre, Nabucodonosor simboliza a ese hombre. Tal como se ha mencionado anteriormente en esta página, toda la imagen metálica con la cabeza de oro representa al octavo rey. En otras profecías, se describe a Babilonia como el último imperio que sirve como el agente ejecutor de los juicios de Jehová. Por ejemplo, el capítulo 13 de Isaías menciona lo siguiente acerca de la tierra de Nemrod: “¡Escuchen! ¡Una multitud en las montañas! ¡Suena como un pueblo inmenso! ¡Escuchen! ¡El estruendo de reinos, de naciones reunidas! Jehová de los ejércitos convoca al ejército para la guerra. Desde una tierra lejana, desde el extremo de los cielos, vienen Jehová y las armas de su furia para arrasar toda la tierra. ¡Laméntense, porque el día de Jehová está cerca! Vendrá como una destrucción de parte del Todopoderoso”.

Continuará…