‘’Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘Una calamidad, una calamidad singular, ¡mira!, viene. Un fin mismo tiene que venir. El fin tiene que venir; tiene que despertarse para ti. ¡Mira! Viene. La guirnalda tiene que venir a ti, oh habitador de la tierra, el tiempo tiene que venir, el día está cerca. Hay confusión, y no el gritar de las montañas.’’ (Ezequiel 7: 5-6)

¿En qué sentido fue la destrucción de Jerusalén una “calamidad singular”? Después de todo, los imperios son bestiales por naturaleza. Asiria era famosa por su crueldad. La Babilonia de Nabucodonosor fue un monstruo rapaz. Habacuc describió a los caldeos como si fueran el Seol, un lugar que nunca está satisfecho, no importa cuántos caigan en sus garras. Babilonia aplastó y saqueó a muchos pueblos y naciones, además de Judá. Así que, de nuevo, ¿qué hizo que la destrucción de Jerusalén fuera singular?

Unos 1.000 años antes de que el profeta emitiera la determinación de Jehová de provocar una “calamidad singular”, Moisés medió el pacto que Dios hizo con los israelitas. Estaba escrito en la ley del pacto que Dios garantizaría la protección de Israel si el pueblo lo obedecía como gobernante y le daba devoción exclusiva. También, incrustadas en la ley, había maldiciones específicas que se activarían si los israelitas rompían flagrantemente los términos del pacto.

Lamentablemente, antes de que los israelitas entraran en la tierra prometida, Jehová le dijo a Moisés que Él sabía que la gente se rebelaría contra Él al decir lo siguiente: “Porque los traeré al suelo acerca del cual he jurado a sus antepasados, que mana leche y miel, y ciertamente comerán y quedarán satisfechos y engordarán, y se volverán a otros dioses, y verdaderamente servirán a estos y me tratarán con falta de respeto y quebrantarán mi pacto. Y tiene que suceder que, cuando vengan muchas calamidades y angustias sobre ellos, entonces esta canción tendrá que responder delante de ellos como testigo, porque no debe ser olvidada de la boca de su prole, porque bien conozco su inclinación que van desarrollando hoy antes de que yo los introduzca en la tierra acerca de la cual he jurado”.

Entonces, la calamidad fue singular por cuanto la ley la requería, si los judíos le daban espalda a Dios. También fue única porque Jerusalén era el lugar donde Jehová había puesto su nombre. Era su ciudad. Por eso fue llamada la “ciudad santa”. Sión era el hogar del único templo en la tierra dedicado a Jehová. Y cuando Salomón ofició en la ceremonia de dedicación, Jehová demostró en gran manera que había aprobado la construcción del templo y que habitaba simbólicamente en el santuario. Su presencia se manifestó cuando la sala interior del templo se llenó de una nube y gloria para que los sacerdotes no pudieran entrar.

La profecía de Isaías habla del ‘’hecho extraño” y “obra inusual” con respecto al sitio de Ariel, “la ciudad donde David acampó”, la cual era el antiguo bastión jebuseo llamado Jerusalén. El trabajo de Jehová es extraño porque permite que las personas que lo odian maltraten a los que ama. Eso es algo muy inusual.

La “calamidad singular” aplica especialmente a la ciudad antitípica de Jerusalén. Jesús habló de la singularidad de una calamidad global a la que se refirió como una gran tribulación, como nunca antes había ocurrido ni volvería a ocurrir. Eso ciertamente suena como un desastre único e incomparable.

Con respecto a la profecía de gran alcance de la cual el Señor habló en el Monte de los Olivos, aunque Jesús dijo que la tribulación vendría sobre toda la tierra habitada, específicamente dijo que Jerusalén caería a filo de espada y que sus habitantes ‘’serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por las naciones, hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones.’’

Los apóstoles deben haberse preguntado cómo la desolación de Jerusalén podría ser una calamidad tan grande que afectaría a todo el mundo y que, a menos que Dios interviniera, ninguna carne se salvaría. Ellos debieron haber deducido que Jesús no hablaba solo de la destrucción de Jerusalén sino de una catástrofe global en el futuro.

“¿HA OCURRIDO ESTO EN SUS DÍAS?”

La profecía de Joel también habla de una calamidad única. En las palabras iniciales de la profecía, Jehová dice: ‘’Oigan esto, ancianos, y presten oído, todos los habitantes del país. ¿Ha ocurrido esto en sus días, o siquiera en los días de sus antepasados? Respecto a ello hagan el relato a sus propios hijos, y sus hijos a los hijos de ellos, y los hijos de ellos a la siguiente generación.’’

El desastre único anunciado en la profecía de Joel es presentado como un ataque imparable de langostas aladas que simplemente devora todo, sin dejar nada más que devastación. Para hacer que la escena sea lo más vívida posible, Jehová declara: “Delante de él un fuego ha devorado, y detrás de él una llama consume. Como el jardín de Edén es la tierra delante de él; pero detrás de él es un desierto desolado, y ha resultado, también, que no hay nada de ello que escape’’. ¿Quién puede negar que tal acontecimiento es una calamidad única?

El desastre que viene sobre el mundo es como si proviniera de Dios mismo, por lo cual Joel 1:15 continúa diciendo: “¡Ay del día; porque el día de Jehová está cerca, y como despojo violento del Todopoderoso vendrá!’’

Al igual que con todas las demás profecías, incluidas las profecías de la conclusión del sistema de cosas de Ezequiel, Isaías y Jesús, el desastre global descrito en Joel también tiene que ver con Jerusalén. El último capítulo de Joel dice que Jehová reunirá a los cautivos que tomaron de Jerusalén y les dirá: “Y ustedes tendrán que saber que yo soy Jehová su Dios, que resido en Sión, mi santa montaña. Y Jerusalén tiene que llegar a ser un lugar santo; y en lo que respecta a extraños, ya no pasarán por ella.’’

Por lo tanto, la calamidad única tiene que ver con extraños que pisotean Jerusalén. En otras palabras, la propiedad especial de Dios.

En la era cristiana, Dios no tiene un templo hecho de piedras. Él no tiene santuario literal santificado. No hay ciudad en la tierra que Jehová considere su posesión especial. Son las personas las que son posesión de Dios. Específicamente, aquellos que son comprados y pagados por la sangre de Cristo, que pertenecen a Jesús, de los cuales el apóstol Pedro dijo: “Pero ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa. Porque en un tiempo ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; eran aquellos a quienes no se había mostrado misericordia, pero ahora son aquellos a quienes se ha mostrado misericordia.’’

La ciudad de Jerusalén representa la organización terrenal de Dios. Esta tiene un alcance global. La calamidad singular destruirá la congregación de Cristo y, sin duda alguna, nada de eso ha sucedido o volverá a suceder.

Continuará….