Pregunta # 50: ¿Por qué comparte Jehová su gloria con Jesús, tal como se menciona en Juan 17:5 y Apocalipsis 5:12-13, si las Escrituras son claras con respecto a que Jehová no comparte su gloria con nadie, tal como nos muestra Isaías 42:8 e Isaías 48:11?
La respuesta a esta pregunta es profunda. Jehová comparte su gloria con Jesús como una expresión de su aprecio. Además, el tema subyacente de las Escrituras es que el Mesías vino a vindicar a su Padre, lo cual tuvo un gran costo para sí mismo, y, por lo tanto, fue debidamente recompensado por su sacrificio. Satanás se burló de Jehová y lo desafió con el hecho de que nadie lo obedecería si se le hacía sufrir o morir. Jesús, como el primogénito de toda la creación de Dios, dejó su lugar privilegiado en el cielo y se sometió a una transformación muy inusual cuando Dios redujo su esencia a un esperma masculino codificado con ADN y lo implantó en un óvulo en el vientre de una judía virgen.
Ese milagro fue necesario para producir un hombre perfecto, un miembro de la humanidad, uno que no estuviera infectado con el pecado heredado. Como hombre perfecto, Jesús estaba en posición no solo de vindicar a Dios, sino también de proporcionar un valor correspondiente a la vida que Adán originalmente poseía. Tal como dijo Pablo acerca de Cristo, él “aprendió lo que es la obediencia por las cosas que sufrió.’’ De hecho, Pablo señaló además que, mientras estaba en la carne, Jesús se sometió a la voluntad de Dios hasta la muerte.
Dado que el Hijo obedeció inquebrantablemente al Padre, Jehová lo exaltó sobre todos los demás. Este es el fundamento mismo del cristianismo. Cualquiera que niegue que Jesús vino en la carne (lo cual nos quiere decir que Cristo era completamente humano, no Dios hecho hombre), es un anticristo. (2 Juan 7)
Con respecto a Isaías 42: 8, este es un caso claro en que el interrogador, al hacer la pregunta, modifica lo que dice el texto omitiendo la palabra “otro”. Aparentemente, la intención es engañar para que las personas crean que Jehová no glorificó a Jesús, lo cual contradice el texto que el mismo interrogador cita de Juan. Es cierto, otras traducciones no utilizan la expresión implícita ‘’a ningún otro’’, pues simplemente dicen “no daré mi gloria a nadie”, pero la expresión ‘’a ningún otro’’ es sin duda lo que está implícito.
La importancia de la palabra “otro” es fundamental para comprender el pasaje. La definición del diccionario de esa palabra tan común nos indica que esta pertenece al versículo en cuestión. El diccionario de la Real Academia Española define el término de diferentes maneras y una de ellas es la siguiente: ‘’Una persona o cosa distintas de aquellas de que se habla.’’
Aquellos testigos de Jehová que se enfrentan a una pregunta relacionada con Isaías 42:8 simplemente deben leer el contexto, al hacerlo debe quedar claro de inmediato, al menos para las personas honestas, que Jehová no le dará su gloria a otro que no sea Jesús. Si el texto fuera parafraseado, se podría escribir de la siguiente manera: “Y no daré mi gloria a nadie más que a este, mi siervo”.
El capítulo 42 de Isaías destruye por completo la narrativa de los trinitarios. Aparentemente, sin embargo, su mente está en tal oscuridad que no son capaces de comprenderlo y, en cambio, muestran a Isaías 42:8 como uno de sus “textos irrefutables”. Pero, de nuevo, seguramente cualquier persona con un razonamiento honesto puede ver la verdad simplemente considerando los versículos en contexto que revelan que Dios ciertamente implica que dará su gloria a un individuo en particular, pero a nadie más que a él. Veamos lo que Jehová dijo:
“¡Miren, este es mi siervo, a quien apoyo! ¡Mi elegido, quien tiene mi aprobación! He puesto mi espíritu en él, y él traerá justicia a las naciones. No gritará ni levantará la voz, no hará oír su voz en la calle. No romperá la caña que está quebrada ni apagará la mecha que apenas arde. Con fidelidad, él traerá justicia. No se debilitará ni se quebrará hasta que establezca la justicia en la tierra. Las islas están esperando su ley. Esto es lo que dice el Dios verdadero, Jehová, el Creador de los cielos y el Grandioso que los extendió, el que desplegó la tierra y lo que esta produce, el que da aliento a sus habitantes y espíritu a los que andan por ella: ‘Yo, Jehová, te he llamado para hacer justicia; te he agarrado de la mano. Te protegeré y te daré como pacto para el pueblo y como luz de las naciones, para abrirles los ojos a los ciegos, para sacar del calabozo al prisionero y de la prisión a los que están sentados en oscuridad’.’’
Cualquiera que niegue que el “siervo” descrito en Isaías no es otro que Cristo o no está completamente familiarizado con la Biblia, lo cual es perdonable y puede ser fácilmente remediado, o es un perverso enemigo de la verdad. En cualquier caso, incluso aquellos con el conocimiento más elemental de las Escrituras saben que Jesús es el mediador del pacto de Jehová y, siendo su siervo, tiene la tarea de traer justicia y salvación a esta tierra llena de conflictos. Tal como se dice en Isaías acerca del glorioso siervo de Dios que llega a ser una luz de las naciones, Jesús dijo de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo”.
Después de todo lo dicho, es entonces cuando el versículo siguiente dice: “Yo soy Jehová. Ese es mi nombre; y a ningún otro daré yo mi propia gloria, ni mi alabanza a imágenes esculpidas.’’
Por lo tanto, los testigos de Jehová no necesitan evitar responder a este tipo de preguntas. Por el contrario, invierta los papeles con los trinitarios, hágales usted una pregunta. Pídales que expliquen cómo, si Jesús es Dios, ¿por qué Dios se referiría a sí mismo como su propio siervo? ¿Y por qué Dios se daría su propia gloria? Permítales agregar algo de claridad sobre cómo y por qué Dios se toma a sí mismo de la mano y se guía por el camino de la justicia.
Claro está, los trinitarios no tienen problemas para aceptar tales absurdos, ya que las contradicciones y las incoherencias son el núcleo de su “fe”. Ellos aceptarían con gusto terca y orgullosamente cualquier clase de barbaridad, siempre y cuando nunca tengan que admitir que los testigos de Jehová tienen la razón.