Este artículo fue publicado originalmente en agosto de 2011. Se le han hecho algunas modificaciones.

“¡Mira cómo has caído del cielo, tú, el resplandeciente, hijo del amanecer! ¡Mira cómo has sido cortado y derribado a tierra, tú que derrotaste naciones!”.

La caída de la poderosa Babilonia vindicó a Jehová como el Dios verdadero. Él no solo había predicho que Babilonia serviría como su agente de castigo, destruyendo toda la tierra, sino que Dios predijo el nombre del hombre que derribaría a Babilonia. Jehová hizo esto casi dos siglos antes de que él naciera, al nombrar a Ciro como su ungido, el libertador del pueblo oprimido de Dios. Este rey sería, obviamente, un tipo de Cristo.

Junto con eso, en los últimos capítulos de esa misma profecía de Isaías, se dice que los judíos repatriados y sus acompañantes fueron introducidos en un nuevo cielo y una nueva tierra. Indudablemente, esa expresión también se usa en la segunda carta de Pedro y en Apocalipsis refiriéndose al sistema venidero.

Siendo ese el caso, el relato profético de la caída de la antigua Babilonia no solo reivindicó a Dios como un predictor exacto de eventos futuros, sino que condujo al completo cumplimiento de su propósito general.

En el esquema más amplio de las cosas, el derrocamiento de Babilonia debe ser un patrón vívido de la caída del último reino y de todo el sistema actual. Esto incluiría la destrucción de la ramera inicua que aparentemente está vinculada de manera inseparable al último rey, es decir, de Babilonia la Grande.

Dado que la antigua Babilonia era una sociedad extremadamente religiosa, que invocaba a Marduk y a un panteón de dioses y diosas menores incluida la tríada de Shamash, Sin e Ishtar para bendecir sus guerras y saqueos, las profecías de Isaías no hacen distinción entre el imperio y su religión demoníaca.

Considere ahora, más de cerca, el juicio registrado sobre el Reino de Babilonia. Isaías 14:15-20 dice: “Sin embargo, serás arrojado abajo a la Tumba, a las partes más remotas de la fosa. Los que te vean se te quedarán mirando; te examinarán atentamente y dirán: ‘¿Es este el hombre que sacudía la tierra, el que hacía temblar reinos? ¿Es el que hacía de la tierra habitada un desierto y arrasaba sus ciudades, el que no dejaba a sus prisioneros volver a casa?’. Todos los otros reyes de las naciones, sí, todos ellos, descansan con honor, cada uno en su propia tumba. Pero a ti te desechan y te dejan sin sepultura, como un brote odiado, cubierto de muertos atravesados por la espada, que caen sobre las piedras de una fosa, como un cadáver pisoteado. No te unirás a ellos en una tumba, porque destruiste tu propia tierra, mataste a tu propio pueblo. La descendencia de los malvados nunca más será nombrada”.

No hay razón para concluir que a la Babilonia literal de la antigüedad se le haya negado un lugar de honor junto a todos los demás reinos e imperios que han existido a lo largo de los siglos. El ascenso y la caída de Babilonia son una parte tan importante de la historia de este sistema como lo son los sucesos cualquier otro reino.

El hecho de que el capítulo 14 de Isaías describa a Babilonia como a la que se le niega un entierro honorable, a diferencia de todos los otros grandes reyes de la tierra que han gobernado a través de los siglos, indica que la aniquilación de Babilonia encuentra un paralelo con el juicio revelado en el último libro de la Biblia sobre los reyes de la tierra, cuyos cadáveres están destinados a ser dejados al aire libre para que se pudran en el campo de batalla de Armagedón, los cuales serán un festín de carroña para todas las aves.

Es interesante que la razón dada para el severo juicio sobre Babilonia es porque esta asesina a su propio pueblo. A pesar del hecho de que, en realidad, Babilonia destruyó al pueblo de Jehová y a multitudes de personas en todas las naciones circundantes. No hay evidencia de que los gobernantes babilonios hayan cometido un genocidio contra su propio pueblo.

Entonces, ¿por qué acusa la profecía a Babilonia de matar a su propio pueblo?

Porque, como ya se dijo en este artículo, y en otras partes de este sitio, Babilonia tipifica al último reino. El último reino está destinado a ser un gobierno mundial, reemplazando la autoridad que actualmente ejercen las soberanías nacionales. Cuando eso ocurra, todas las personas del mundo estarán bajo su gobierno, y por esa razón, serán su propio pueblo.

Contrariamente a la afirmación de la Watchtower de que las Naciones Unidas actualmente gobiernan como el octavo rey junto al séptimo, el último rey aún no ha tomado el poder. (Para una discusión más detallada, lea los capítulos 14 y 16 del libro Jehová mismo ha llegado a ser rey en www.testigosdejehova.info).

Es muy probable que las Naciones Unidas se conviertan en el octavo rey, pero en la actualidad es simplemente un caparazón burocrático vacío, el cual espera ser empoderado cuando todos los líderes de las naciones sean obligados a levantarse de sus tronos, tal como lo predice Isaías 14:9 al asegurar: “Hasta la Tumba ahí abajo se ha agitado para recibirte cuando llegues. Por ti, ella despierta a los que están impotentes en la muerte, a todos los líderes opresivos de la tierra. Hace que todos los reyes de las naciones se levanten de sus tronos”.

Sin embargo, el mecanismo para “derrotar a las naciones”, como se describe en el versículo 12, bien podría ser la estratagema financiera llevada a cabo hoy en día, por medio de la cual las naciones han sido seducidas a adquirir enormes cantidades de deudas. Ahora, con la crisis del COVID-19, se han agregado billones más al libro mayor de deudas impagables. Encima de todo esto está la gigantesca burbuja de derivados sin valor que asciende a más de mil billones de dólares. Puesto que los costos de endeudamiento son artificialmente bajos, las corporaciones, naciones, estados y municipios están atrapados en la trampa de la deuda.

“¿ES ESTE EL HOMBRE QUE SACUDÍA LA TIERRA?”

Es digno de mención que Isaías se refiere al rey de Babilonia como un solo individuo, un hombre, al preguntar en el versículo 16: “¿Es este el hombre que sacudía la tierra, el que hacía temblar reinos?”.

Hoy no hay reyes individuales que ejerzan un poder tan grande. Es cierto que la familia real británica posee una riqueza y un poder inimaginables. La reina Isabel II posee más propiedades en todo el mundo que cualquier entidad privada, diez veces más que el segundo terrateniente más grande, el cual es miembro de la familia real saudí.

No obstante, la verdad es que existe una entidad oculta que posee mayor poder que las simples monarquías y reinos: es la llamada “mano invisible”, la oligarquía financiera. Y de todas las dinastías bancarias más poderosas que existen en nuestros días, ninguna es tan rica, poderosa o influyente como la reservada familia Rothschild.

Mientras que la lista de Forbes de las personas más ricas del mundo mide sus riquezas en decenas de miles de millones, la familia Rothschild posee billones. A través del grupo de bancos europeos Inter-Alpha, la familia Rothschild preside un imperio bancario que controla un increíble 80% de las finanzas mundiales.

Según se dice, durante los 250 años que la familia ha estado en el negocio, los banqueros Rothschild se han beneficiado de manera fabulosa al financiar ambos bandos de las guerras que han ocurrido. Y como es de conocimiento común, la Compañía Británica de las Indias Orientales inventó el negocio de la droga y, hasta el día de hoy, muchos de los bancos más destacados y sus fondos de cobertura en paraísos fiscales blanquean cientos de miles de millones del tráfico ilícito de narcóticos. Tal vez la avalancha de dinero de las drogas es lo único que evita que el sistema bancario colapse por completo.

Durante el apogeo del Imperio británico, Nathan Rothschild se jactó de lo siguiente: “No me importa qué títere se coloque en el trono de Inglaterra para gobernar el imperio en el que el sol nunca se pone. El hombre que controla el suministro de dinero británico controla al Imperio británico y yo controlo ese suministro de dinero”.

Indubitadamente, ese mismo principio puede aplicarse hoy en día. De hecho, más aún, ya que una pequeña camarilla de banqueros controla el suministro de dinero del mundo entero.

(Por cierto, el artículo de noticias vinculado al sitio Independent, el cual ya no está disponible, sobre el fin del monopolio del comercio de oro de los Rothschild decía que la familia nunca se estableció en los Estados Unidos. Eso no es verdad. Es verídico en el sentido de que no establecieron un banco de inversión privado, pero cuando se tiene en cuenta el hecho de que el banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos que se creó y puso en funcionamiento en secreto en la oscuridad de la noche es en realidad una corporación privada, según se informa por ocho familias de banqueros principalmente europeos, podemos estar bastante seguros de que una de las familias es la Rothschild).

Cuando Jesús estuvo en la tierra, se enfrentó al Tentador, quien una vez se jactó de que se le había dado toda autoridad, y a quien él quisiera, se la daba. Aparentemente, durante estos últimos dos siglos, Satanás ha confiado su mundo a la custodia de un aquelarre de banqueros agrupados alrededor de la Corona y la City de Londres, siendo los Rothschild los más prominentes de ellos.

Empero, su sistema de deuda monetarista y depredador está llegando a su final, en el sentido de que aparentemente ha extraído toda la riqueza del mundo que no es absolutamente vital para el mantenimiento de los miles de millones que pueblan nuestro planeta. Sin embargo, si no se alimenta continuamente, su burbuja de deuda hinchada se contraerá e implosionará. La única alternativa es crear dinero sin límite, lo cual logrará el mismo resultado mediante una explosión hiperinflacionaria o un colapso total. Verdaderamente, estamos siendo testigos del avance hacia la conclusión de un sistema mundial de cosas de larga data.

Frente a esta realidad, cada día es más evidente que el imperio de los banqueros está haciendo un movimiento para comenzar la aniquilación total de un gran número de humanos con el fin de mantener su dominio. Aparentemente, su plan es traspasar completamente sus billones de obligaciones de deuda sin valor sobre los gobiernos, como ya se ha hecho en parte, aprovechándose de los muchos funcionarios públicos que son corruptos, negligentes y francamente estúpidos, con la intención de hundir económicamente a naciones enteras, asesinando a un gran número de sus ciudadanos en el proceso. Y, sin duda, los jinetes del Apocalipsis que traen guerra global, hambre y plaga mortífera ayudarán a ese fin.

Al hundir el actual sistema en quiebra de estados independientes y soberanos para su propia conveniencia, los banqueros pretenden darle su poder a las Naciones Unidas y utilizarlas como un gobierno mundial supranacional, evitando que los países recuperen su poder. Indudablemente, el sistema constitucional, tal como ha existido en los Estados Unidos, el cual ha defendido y protegido los derechos de los testigos de Jehová hasta este mismo momento, llegará a ser algo del pasado, desatando una avalancha de persecución y tiranía sin precedentes sobre aquellos “que obedecen los mandamientos de Dios y tienen la misión de dar testimonio acerca de Jesús” (Apocalipsis 12:17).

En algún momento después, el sistema mundial de religiones falsas conocido como Babilonia la Grande también será destruido. De esta manera, el último rey sacudirá a todas las naciones y matará a su propio pueblo. Pero ¿qué significado tiene su ascenso por encima de las estrellas de Dios?

“ELEVARÉ MI TRONO POR ENCIMA DE LAS ESTRELLAS DE DIOS”

En el lenguaje de las Escrituras, las estrellas pueden ser una referencia simbólica a los ángeles. No obstante, las estrellas también pueden representar a los hijos del Reino. Por ejemplo, con respecto al último rey, el cual es presentado en el capítulo ocho de Daniel como un rey de aspecto feroz, la profecía dice: “Creció tanto que llegó al ejército de los cielos e hizo que algunos del ejército y algunas de las estrellas cayeran a la tierra, y los pisoteó. Llegó incluso a desafiar al Príncipe del ejército, y se le quitó el sacrificio constante al Príncipe y se derribó su santuario bien establecido”.

A pesar de la insistencia de Betel de que Jehová es el Príncipe del ejército, en realidad, Cristo es el gran príncipe que dirige al pueblo de Dios. Y dado que la profecía está destinada a cumplirse durante el turbulento “tiempo del fin”, mucho tiempo después de la destrucción romana del santuario judío, el santuario que será derribado es la congregación espiritual de Cristo.

Como se sabe, una vez que comienza la parusía, los muertos que pertenecen a Cristo resucitan primero, en lo que se conoce como “la primera resurrección”. Los ungidos que estén vivos durante el regreso de Jesús son llamados “el resto” porque permanecen en la tierra mientras sus hermanos se unen a Cristo en el cielo. Por lo tanto, es la pequeña congregación de los restantes los que son como estrellas, ya que durante la parusía, en algún momento verán al Cristo glorioso y serán transformados para ser como él. Ya tienen un lugar reservado para ellos en el cielo, el cual ocuparán cuando sean transformados en un abrir y cerrar de ojos tras su inevitable muerte como humanos.

En efecto, sin embargo, antes de su muerte, a los restantes se les dará una participación plena en el Reino durante la venida de Cristo, haciéndolos reyes inmortales incluso mientras estén en la carne. Por esa razón, apropiadamente se les simboliza como cuerpos celestes: estrellas.

El apóstol Juan escribió sobre ese fenómeno: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando él sea manifestado seremos como él, porque lo veremos tal como es” (1 Juan 3:2).

Obviamente, la manifestación de Cristo no se refiere a su revelación a criaturas celestiales; después de todo, la revelación de alguien o algo significa poner al descubierto lo que estaba oculto antes. Evidentemente, Cristo no necesita manifestarse o revelarse en el cielo, ¿o sí?

Además, en 1 Juan 2:26-28 el apóstol exhorta a los hijitos de Dios, expresándoles lo siguiente: “Les escribo estas cosas sobre los que tratan de engañarlos. En cuanto a ustedes, la unción que recibieron de él permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les esté enseñando. Pero la unción que viene de él, que es verdadera y no es mentira, les está enseñando acerca de todas las cosas. Tal como les ha enseñado, manténganse en unión con él. Así que ahora, hijitos, manténganse en unión con él, para que cuando él sea manifestado podamos hablar con confianza y no nos apartemos de él avergonzados durante su presencia”.

No es para nada razonable pensar que los resucitados inmortales se avergüencen ante Cristo. No, la manifestación o presencia (parusía) del Hijo de Dios será en la tierra, y como se dijo previamente, los ungidos verán a Jesús tal como él es, es decir, lo verán como el Cristo glorioso, tal como Pedro, Santiago y Juan lo vieron durante la transfiguración, la cual fue, como Pedro escribió más tarde, un anticipo de su poder y presencia (parusía).

Ahora bien, si comprendemos que los “hijitos” verán a Jesús tal como es, y no solo eso, sino que serán como él cuando se manifieste, entonces tendremos un mejor entendimiento de lo que Pablo quiso decir cuando dijo que toda la creación estaba esperando la revelación de los hijos de Dios.

En otras palabras, los hijos de Dios sobre la tierra reflejarán con rostros descubiertos la gloria de Jehová. O, como Cristo mismo describió el fenómeno, “los justos brillarán en el Reino de su Padre tanto como el sol”.

Volviendo ahora al capítulo 14 de Isaías, los versículos 12 al 14 afirman: “¡Mira cómo has caído del cielo, tú, el resplandeciente, hijo del amanecer! ¡Mira cómo has sido cortado y derribado a tierra, tú que derrotaste naciones! Dijiste en tu corazón: ‘A los cielos subiré. Elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios y me sentaré sobre la montaña de reunión, en las partes más remotas del norte. Subiré por encima de las nubes; me haré semejante al Altísimo’”.

El capítulo 12 de Apocalipsis nos muestra al gran dragón siendo arrojado del cielo junto a todos sus ángeles malvados. El dragón degradado luego arrastra a un tercio de las estrellas con su cola.

Una vez más, las estrellas representan a los hijos del Reino, una pequeña parte de los cuales (un tercio) están en la tierra en ese momento. Así que, ¿cómo los hace caer del cielo? El hecho de que Satanás haga la guerra contra los restantes da como resultado que asesine de manera victoriosa a todos los hijos terrenales del Reino, o como se dice en el capítulo ocho de Daniel, pisotea las estrellas. De esa manera, el resplandeciente, “el hijo del amanecer” que parece ser una referencia a la ocultista Aurora Dorada y su illuminati, satánico nuevo orden mundial se exalta sobre las estrellas ungidas del cielo, colocando su trono por encima de Dios. Los hermanos de Cristo serán sacados de la tierra, haciendo que parezca que el que brilla es el amo del mundo.

Pero los santos resucitados se unirán a Cristo instantáneamente y al resto de los 144.000 reyes. Todos juntos cabalgarán al campo de batalla de Armagedón para enfrentar al resplandeciente y sus controladores demoníacos. Jehová se vengará del mundo del Diablo por haber asesinado a Cristo indirectamente al ejecutar a sus hermanos.

Irónicamente, varios grupos patriotas y aquellos que se imaginan erróneamente que están haciendo la obra de Jesús, están trabajando urgentemente para exponer y oponerse al plan de los banqueros de apoderarse de los Estados Unidos y el mundo. No se dan cuenta de que no es simplemente una conspiración satánica, es la voluntad del Dios Todopoderoso someter a un mundo malvado, egoísta e impío a un destino tan ignominioso y terrible.

“Esto es lo que se ha decidido contra toda la tierra, y esta es la mano que está extendida contra todas las naciones. Porque Jehová de los ejércitos lo ha decidido, ¿y quién puede impedir que pase? Su mano está extendida, ¿y quién puede hacer que retroceda?”  (Isaías 14:26, 27).