Pregunta enigmática #28 para los testigos de Jehová

La Traducción del nuevo mundo  traduce Juan 1: 1 como “… y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios”. ¿Cómo puede ser la Palabra (Jesús) “un dios” si Dios dice en Deuteronomio 32:39, ” Vean ahora que yo… yo soy Él único Dios y no hay dioses junto conmigo”?

En primer lugar, la Traducción del Nuevo Mundo de los testigos de Jehová no es exactamente  la única  que traduce Juan 1: 1 de esta forma.  El apéndice de la Biblia del Nuevo Mundo enumera otras seis Biblias en varios idiomas que traducen el verso de manera similar. Por ejemplo, una traducción americana hecha por E. J. Goodspeed (1931) hace que este  verso diga: “y la palabra era divina”.

Contextualizando esto Moisés no estaba diciendo que no existían otros dioses. Él estaba enfatizando el hecho de que de ninguna manera se puede comparar o competir o desafiar a Jehová Dios. Es por eso que en el mismo verso Moisés pasó a escribir:Vean ahora que yo… yo soy él,  y no hay dioses junto conmigo. Yo hago morir, y yo hago vivir. Yo he herido gravemente,  y yo… yo ciertamente sanaré,  y no hay quien arrebate de mi mano”.

En el verso anterior Jehová desafió a los israelitas a que dieran una explicación de la impotencia de los dioses adorados por los pueblos, preguntándoles: “¿Dónde están sus dioses, la roca en quien buscaban refugio, los que solían comer la grasa de sus sacrificios, beber el vino de sus libaciones? Que ellos se levanten y les ayuden. Que lleguen a ser para ustedes un escondrijo.” 

Una vez más, el punto no es que no  hay entidades sobrehumanas que son adoradas como dioses, sino  que Jehová es superior. Jehová es el único Dios verdadero. De hecho, es por eso  que  el mismo Jesús llama  asi a su Padre del cielo en una oración registrada en el capítulo 17 de Juan. Tenemos la  esperanza que  Jesús es un testigo fiel y verdadero de este asunto. Y al identificar  a su propio padre como el único Dios verdadero  podemos tener la certeza de que  el mismo   no se considera como tal.

En muchos lados de las escrituras  Dios reconoce  que existen aquellos que también son llamados dioses, pero Jehová es llamado el Dios de dioses. Además en lo que concierne a aquellos dioses que compiten con él por nuestra adoracion esto es lo que el mismo jehová dijo por medio de su profeta, Jeremías: “Los dioses que no hicieron los mismos cielos y la tierra son los que perecerán de la tierra  y de debajo de estos cielos”. Él es el Hacedor de la tierra por su poder, Aquel que firmemente estableció la tierra productiva por su sabiduría, y Aquel que por su entendimiento extendió los cielos.” 

Por lo tanto, Jehová de hecho reconoció que hay otros dioses, y la ironía es que  esos otros dioses, ellos mismos, se verán obligados a reconocer que Jehová en verdad es el Dios de los dioses.

Pero ahora consideremos  el hecho de que en el primer capítulo de Hebreos Pablo explicó que Jesús es la imagen y la representación exacta de Dios. Siendo ese el caso, ¿no habría que hacer de Jesús un dios? Si, en toda su gloria y poder celestial, es exactamente igual a Jehová, entonces, obviamente, Jesús posee la misma gloria de Dios mismo. ¿Cómo podía ser considerado como otra cosa más que un dios? 

Pero a diferencia de los aspirantes a dioses que están destinados a pasar al olvido en la venida de Cristo en la gloria de Jehová, sobre todo Satanás, el Diablo, a quien el apóstol Pablo reveló como el  dios de este mundo, Jesús no codicia lo  que Jehová tiene. Desde luego, no se opone a Dios, como lo hace Satanás y su círculo de dioses demoníacos. Jesús no está compitiendo por nuestra adoración aparte del papel que Jehová le ha asignado como su vindicador. Desde que fue  creado en un principio siempre ha estado en completa armonía y unidad con el verdadero Dios, aunque en completa sujeción a él. Como Jesús lo testificó cuando estaba sobre la tierra, que él no hace nada por su propia iniciativa, sino lo que ha visto hacer al Padre.

Es interesante que cuando Jesús estaba en la tierra y se enfrentó a los seres humanos que estaban poseídos por demonios, los demonios confesaron que él era el hijo de Dios. Años después, cuando Pablo y Bernabé estaban predicando de una ciudad  a otra,  una niña poseída por un demonio de adivinación les siguió a todas partes durante varios días declarando que eran hombres de Dios que predicaban las buenas nuevas. Pero la pregunta es ¿por qué los enemigos de Dios  se ponen a declarar la  verdad?

Al parecer, es para que sus agentes humanos puedan ganar credibilidad, con el fin de insinuarse en la compañía de los cristianos para engañarlos y controlarlos.

El adversario en última instancia tuvo éxito en extralimitar a  los que se habían desviado de la verdad, de modo que para el siglo IV el emperador romano, Constantino, tuvo éxito en ponerse a sí  mismo en una posición de autoridad sobre los que eran ancianos de la congregación de Cristo. En lo que se llamó el Concilio de Nicea, Constantino declaró que Jesús era la misma sustancia que Dios. Pero eso fue sólo el inicio. Esto allanó el camino para que Jesús y Dios fueran fusionados con el tiempo en el molde de la tríada pagana.

Obviamente, el malvado dios de este mundo que Jesús identificó como el padre de la mentira, ha creado un esquema teológico elaborado para restarle importancia a Jehová y exaltar a Jesús en su lugar, no para la gloria de Dios, sino para ocultar la relación especial que existe entre Jehová y su hijo único.

Si bien pueden haber tenido éxito en engañar a las masas, la verdad ha prevalecido, como Jesús nos aseguró que lo haría. Los testigos de Jehová han tenido el privilegio de predicar la verdad. Los que están del lado de la verdad la aceptan.