Martes 4 de agosto
Jehová establecerá firmemente su trono para juicio mismo (Sal. 9:7).
La Ley mosaica limitaba la posibilidad de que alguien fuera víctima de una acusación falsa. ¿De qué manera? Para empezar, el acusado tenía el derecho a saber quién lo acusaba (Deut. 19:16-19; 25:1). Además, para que se le declarara culpable, era necesario que presentaran testimonio al menos dos testigos (Deut. 17:6; 19:15). Ahora bien, ¿y si alguien cometía un delito pero solo había un testigo? Esta persona no debía pensar que se iba a salir con la suya, pues Jehová lo había visto todo. Sin duda, Jehová pone el ejemplo perfecto, pues nunca hace nada injusto. Recompensa a los que son leales y obedecen sus normas, pero castiga a los que abusan de su autoridad (2 Sam. 22:21-23; Ezeq. 9:9, 10). Puede que algunos hagan cosas malas y parezcan librarse del castigo, pero Jehová los lleva a juicio en el momento apropiado (Prov. 28:13). Y, si no se arrepienten, no tardan en aprender que “es cosa horrenda caer en las manos del Dios vivo” (Heb. 10:30, 31). w19.02 23, 24 párrs. 20, 21
Dios no tolerará la maldad para siempre. Pronto, muy pronto, Jehová juzgará a la humanidad a través de Jesús. A este periodo de juicio se le conoce como el día de Jehová, el día de Jesucristo o el día del Señor.
La fase inicial de ese “día’’ se centrará en juzgar a la congregación de Cristo. El apóstol Pedro habló de ello cuando escribió lo siguiente: “Porque este es el tiempo fijado para que el juicio comience con la casa de Dios. Sin embargo, si comienza primero con nosotros, ¿cómo acabarán los que no son obedientes a las buenas noticias de Dios? Y, si el justo es salvado con dificultad, ¿qué les pasará al irreverente y al pecador?” (1 Pedro 4:17, 18).
Pablo expresó lo mismo de manera algo diferente cuando les dijo a los romanos: “Habrá dificultades y sufrimientos para todo el que hace cosas malas, primero para el judío y también para el griego. Pero habrá gloria, honra y paz para todo el que hace lo que está bien, primero para el judío y también para el griego. Porque Dios no es parcial’’ (Romanos 2:9-11).
Tal como lo explicó el apóstol en otras ocasiones, los “judíos’’ representan a los llamados al Reino.
El día del juicio comenzará repentinamente. Jesús se lo advirtió a sus esclavos cuando declaró: “Tengan en cuenta una cosa: si el dueño de una casa supiera en qué momento de la noche va a venir el ladrón, se quedaría despierto y no permitiría que se metiera en su casa. Por eso ustedes también estén preparados, porque el Hijo del Hombre viene a la hora en que menos se lo esperan’’ (Mateo 24:43, 44).
Al escribir a los Tesalonicenses, Pablo usó la misma analogía, comparando la súbita llegada del día del Señor con un robo inesperado: “Ahora bien, hermanos, no necesitan que se les escriba nada sobre los tiempos y las épocas, porque ustedes saben muy bien que el día de Jehová vendrá exactamente como un ladrón en la noche. Cuando ellos estén diciendo ‘¡Paz y seguridad!’, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores de parto de una mujer embarazada, y de ninguna manera escaparán’’ (1 Tesalonicenses 5:1-3).
Por sí misma, la profecía de Pablo es inescrutable. Él no dice quiénes son los que dirán “paz y seguridad’’. Tampoco se nos muestra que implica la “destrucción repentina’’, si esta consiste en un evento provocado por el hombre, como una guerra o una destrucción por parte de Dios, como el Armagedón.
Como todas las profecías están relacionadas entre sí, no es necesario ni aconsejable considerar un pasaje de manera aislada. Considere una oscura profecía que encontramos en Ezequiel. (En realidad, no existen profecías oscuras, solo profecías poco apreciadas y mal entendidas).
“Esto es lo que dice el Señor Soberano Jehová: ‘Laméntense así: “¡Ay, el día ya viene!’’. Porque el día está cerca, sí, está cerca un día de Jehová. Va a ser un día de nubarrones, un tiempo fijado para las naciones. Una espada vendrá contra Egipto, y el pánico se apoderará de Etiopía cuando en Egipto la gente caiga muerta, cuando sus riquezas sean tomadas y sus cimientos demolidos. Etiopía, Put, Lud y todos los de las demás naciones, y Cub junto con los hijos de la tierra del pacto, todos caerán a espada’’ (Ezequiel 30:2-5).
Solo hay un día de Jehová. Es cierto que ese término se usa en conexión con sucesos del pasado, como cuando Babilonia conquistó a numerosas naciones, pero eso se debe a que eran patrones o “tipos’’ de acontecimientos por venir.
No hay duda de que la caída repentina de Egipto tendrá un cumplimiento futuro. El libro de Daniel nos habla de lo mismo al predecir la conquista de Egipto, Etiopía y Libia (Put) por parte del rey del norte durante el tiempo del fin. Con “los hijos de la tierra del pacto”, la profecía se refiere al pueblo de Dios. De igual manera, Daniel declara que el rey del norte entrará en la tierra de la Decoración, también durante el tiempo del fin. Ezequiel afirma que la riqueza de Egipto será tomada y Daniel nos indica que el rey del norte gobernará sobre el oro, la plata y otros tesoros de este país. Egipto representa a los Estados Unidos de América. (Lea el capítulo 14 del libro Jehová Mismo Ha Llegado A Ser Rey en www.testigosdejehova.info).
Para confirmar aún más la importancia de largo alcance de la caída de Egipto, tengamos en cuenta la gran similitud entre la descripción que hizo Jesús cuando mencionó lo que acompañará a la gran tribulación y lo que señaló Jehová Dios: “‘Y, cuando estés acabado, cubriré los cielos y oscureceré sus estrellas. Con nubes cubriré el sol, y la luna no dará su luz. Por ti oscureceré todas las lumbreras que brillan en los cielos y cubriré tu tierra de oscuridad’, afirma el Señor Soberano Jehová’’ (Ezequiel 32:7, 8).
Dado que el derrocamiento del sistema democrático actual con su principal defensor de la libertad, los Estados Unidos, es predicho en las profecías como el comienzo del día de Jehová, la esperada “destrucción repentina’’ debe venir sobre esta nación y sus aliados occidentales. Por consiguiente, serán ellos quienes dirán “paz y seguridad’’.
Ciertamente, el colapso de los Estados Unidos no debería sorprender a nadie que conozca el estado actual de las cosas.