La mayoría de la gente no conoce a Dios, aunque algunos sean muy religiosos. Por otro lado, está el caso del número creciente de miles de millones de personas que están convencidas de que Dios no existe. En cualquier caso, la mayoría de las personas viven sus vidas sin pensar mucho en Dios.
Incluso aquellos que están convencidos de que Dios existe y que lo aceptan en sus términos, como se muestra en la Biblia, pueden tener dificultades para acercarse realmente a Jehová, tener una convicción firme y confiar completamente en alguien a quien no pueden ver ni han podido contactar de forma directa.
Irónicamente, cuando las cosas van bien, cuando hay condiciones pacíficas, cuando nos sentimos tranquilos, es cuando menos nos sentimos motivados a acercarnos a Dios. Es posible que en esos momentos simplemente hagamos de forma automática lo que está relacionado con la adoración a Jehová. Sin duda, es por eso que Dios permite que a veces nos sobrevengan dificultades, para agudizar nuestro enfoque en nuestra relación espiritual con el Espíritu. De hecho, la angustia es una característica esencial del propósito de Dios de producir una organización de reyes y sacerdotes. Como todo alfarero sabe, la arcilla moldeada requiere un calor intenso para lograr lo que se quiere con ella. Y, como todos sabemos, a Jehová se le conoce como el Gran Alfarero.
Jesús predijo que un tiempo de angustia como ningún otro vendrá sobre toda la tierra habitada. Cada vez más personas, incluso no cristianas, se sienten inquietas debido al constante deterioro que se viene presentando desde que comenzó la pandemia de COVID-19 y otras situaciones a nivel global. Se ha desarrollado incluso un movimiento para tratar de sobrevivir a una futura hecatombe mundial. Los llamados “preppers” son personas que se preparan para una futura escasez de alimentos y el colapso social. Algunas de las personas más ricas están construyendo búnkeres subterráneos de lujo donde tienen la intención de refugiarse y sobrevivir a un holocausto nuclear. Otros tienen yates de alta mar o incluso han adquirido islas privadas donde esperan aislarse del caos que se cierne sobre la civilización.
Jesús nos ha asegurado que habrá personas que sobrevivirán a todo lo que se viene. Sin embargo, no será porque hayan almacenado alimentos y municiones o porque tengan un escondite seguro. Su supervivencia se deberá a que Dios les proporcionará la entrada a su escondite secreto, accesible solo para aquellos con fe.
Jehová es accesible. Una vez escuchó a un hombre y de alguna manera Dios impidió que el sol se moviera por el cielo, lo que parecería haber requerido que el Todopoderoso detuviera momentáneamente a la Tierra de girar sobre su eje. Eso no habría sido ningún problema para él. Es demasiado asombroso incluso contemplar la física involucrada. Aquello fue un gran milagro.
Con respecto a la catástrofe global ahora inminente, Jesús dijo: “De hecho, si ese tiempo no se acortara, nadie se salvaría; pero por causa de los escogidos ese tiempo será acortado”.
Puesto que los escogidos no seguirán viviendo en la carne junto con la gran muchedumbre y el propósito eterno de Jehová no puede cumplirse hasta que todos y cada uno los 144.000 escogidos estén con Cristo en el cielo, ¿por qué debe acortarse la tribulación si al final los escogidos igual van a morir? Eso sucederá debido a que Jehová escuchará las oraciones de los santos.
Los eventos registrados en el capítulo 8 de Apocalipsis están situados en la línea de tiempo inmediatamente posterior al acortamiento de la gran tribulación, cuando los elegidos son sellados: “Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo durante una media hora. Y vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios, y a estos se les dieron siete trompetas. Llegó otro ángel con un braserillo de oro para quemar incienso, y se quedó de pie junto al altar. Se le dio una gran cantidad de incienso para que lo ofreciera —junto con las oraciones de todos los santos— en el altar de oro que estaba delante del trono. Y, de la mano del ángel, el humo del incienso subió delante de Dios junto con las oraciones de los santos. Pero el ángel enseguida tomó el braserillo, lo llenó con brasas del altar y las arrojó a la tierra. Y hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto. Y los siete ángeles con las siete trompetas se prepararon para tocarlas”.
Con respecto a las oraciones de los santos durante ese tiempo crítico, remito al lector a la estrofa inicial del salmo 4 de David: “Oh, mi justo Dios, cuando te llamo, respóndeme. En mi angustia, dame una salida. Concédeme tu favor y oye mi oración. Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo convertirán mi honor en humillación? ¿Hasta cuándo amarán lo que no vale la pena y buscarán lo que es falso? Sepan que Jehová tratará de un modo especial al que le es leal; Jehová oirá cuando yo lo llame”.
Ser adoptado para llegar a ser un hijo inmortal del gran Dios Jehová es un honor inestimable. A aquellos que estén vivos en ese momento y reciban su sello final, se les confirmará ese honor. Su entrada al Reino de los Cielos estará asegurada.
Sin embargo, en ese momento, después de la tribulación, después de que la bestia se recupere de su herida mortal, el mundo bajo el control de Satanás no permitirá que nadie hable con la verdad. Actualmente, ya estamos viendo algo de eso. Pero para ese entonces, será mucho peor. Invocar el nombre de Jehová será considerado como algo reprobable, la peor clase de crimen.
Se requerirá que todos adoren a la imagen de la bestia y al Diablo que los salvó del colapso de la civilización. La gente del mundo demostrará el profundo amor que existe en su corazón hacia lo que nada vale y su afición por la falsedad. Estará más allá de su capacidad admitir que existe un Dios, y mucho más que su nombre es Jehová y que él escucha a sus leales y los trata de una manera muy especial.
Lo más hermoso es que aquellos a quienes Jehová ha escogido y está aún por escoger, son elegidos de entre las cosas débiles y necias del mundo, de entre los menospreciados. Pablo explicó que el propósito de eso es avergonzar a los sabios y poderosos del mundo, ya sabe, a la élite que gobierna el mundo, o que cree que es así.
“Cuando se alteren, no pequen. Digan lo que quieran en su corazón, estando en su cama, y callen. Ofrezcan sacrificios de justicia y confíen en Jehová. Muchos son los que dicen ‘¿Quién nos mostrará algo bueno?’. Oh, Jehová, que la luz de tu rostro brille sobre nosotros” (Salmos 4:4-6).
Otras versiones de la Biblia utilizan unas palabras un tanto diferentes para esos versículos. La versión Reina Valera de 1960 los expresa así: “Temblad y no pequéis; meditad en vuestro corazón sobre vuestro lecho, y callad. Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en Jehová”.
Dios permitirá que los inicuos, que entonces estarán completamente bajo el control de Satanás, se salgan con la suya momentáneamente. Los ultrajes y las atrocidades que cometerán serán difíciles de contemplar y soportar. Por eso la Biblia nos aconseja “no pequéis”, sino que confiemos en Jehová. Jehová permitió que el faraón egipcio demostrara la profundidad de su desprecio por Dios y utilizó su animosidad para luego destruirlo.
En cuanto a la petición de que la luz del rostro de Jehová brille sobre nosotros, no debemos considerar esa expresión como metafórica. En algún momento, durante el período más oscuro de la historia humana, Jesús se manifestará al resto ungido. Lo verán cara a cara, tal como dijo Pablo: “Porque ahora vemos imágenes borrosas en un espejo de metal, pero entonces veremos cara a cara. En la actualidad conozco de manera incompleta, pero entonces conoceré con exactitud, igual que a mí se me conoce con exactitud” (1 Corintios 13:12).
Como bien saben los testigos de Jehová, la palabra griega pa·rou·sí·a significa literalmente “estar al lado de”. Si las palabras significan algo, la parusía de Cristo implicará entonces que Jesús vendrá para estar junto a sus hermanos escogidos y ministrarlos. Jesús habló de esto en el capítulo 12 de Lucas, al decir lo siguiente: “Estén listos y con la ropa puesta, y tengan sus lámparas encendidas; sean como hombres que esperan a que su amo regrese de la boda para abrirle en cuanto él venga y toque a la puerta. ¡Felices los esclavos a quienes el amo encuentre vigilando cuando venga! Les aseguro que él se vestirá para servir, los hará sentarse a la mesa y se acercará a servirles”.
La parusía será el cumplimiento final de la Cena del Señor, la cual marcó el comienzo del llamado y la elección de los ungidos. Esa fue también la ocasión en la que Jesús se ciñó como un humilde sirviente de la casa y lavó los pies de los apóstoles. La venida de Cristo para estar al lado de sus esclavos vigilantes, vistiéndose para servir, a fin de ministrarlos, marcará el fin de la era cristiana.
La estrofa final del salmo 4 debe entenderse como el resultado de la atención de Jesús a sus hermanos espirituales: “Has llenado mi corazón con una alegría mayor que la que sienten quienes tienen una abundante cosecha de cereal y vino nuevo. Me acostaré y dormiré en paz, porque solo tú, oh, Jehová, haces que viva seguro”.