El salmo 9 es el primer salmo de tipo acróstico. Es un canto de victoria para ser cantado por aquellos que salen victoriosos del asalto de la bestia salvaje durante el tiempo del fin. Los versículos iniciales de este salmo dicen lo siguiente: “Te alabaré, oh, Jehová, con todo mi corazón; proclamaré todas tus maravillosas obras. Me alegraré, estaré radiante gracias a ti; le cantaré alabanzas a tu nombre, oh, Altísimo. Cuando mis enemigos retrocedan, tropezarán y morirán delante de ti. Porque tú defiendes mi justa causa; te sientas en tu trono y juzgas con justicia” (Salmo 9:1-4).

Alabar a Dios es el llamado más alto y sagrado de la humanidad. Dios lo creó todo y lo sabe todo. Y lo mejor de todo es que Jehová es bueno, amoroso y justo. Es por eso que en algún momento se verá obligado a intervenir en los asuntos humanos de una manera muy grande. La gente en general podría creer que eso jamás sucederá debido a la falta de intervención de Dios hasta este punto, pero eso no significa que así será.

¿Cómo sabemos que este salmo es profético? Considere lo que nos continúa diciendo: “Has reprendido a naciones y exterminado a los malvados, has borrado sus nombres para siempre jamás. El enemigo ha sido destruido para siempre; arrancaste sus ciudades de raíz, y todo recuerdo suyo desaparecerá” (Salmo 9:5, 6).

Israel peleó muchas guerras. Algunas de esas guerras fueron sancionadas por Dios. De hecho, Jehová mandó a su pueblo a combatir y exterminar a las naciones que ocupaban la tierra que él le había prometido a los descendientes de Abrahán. Siglos después de haberse dado esta orden, David se comprometió a terminar la sangrienta tarea que sus antepasados desobedientemente no completaron.

Sin embargo, a pesar de lo malvadas y viles que eran esas tribus cananeas, todos sabemos que Dios tiene la intención de resucitarlos. La resurrección de los llamados injustos también incluirá a los notorios pecadores de Sodoma y Gomorra que fueron incinerados por el fuego y azufre que cayó del cielo. Jesús dijo que se les devolverá la vida durante el día del juicio y que condenarán a algunos del pueblo de Israel por haberlo rechazado como el Mesías. Siendo eso cierto, no se puede decir que los antiguos pueblos, ciudades y naciones que fueron desarraigados y destruidos hayan visto sus nombres borrados para siempre jamás. No, esos antiguos pueblos y naciones pueden haber sido asesinados como enemigos de Dios, pero no sufrieron lo que el libro de Apocalipsis llama la muerte segunda, que es la destrucción eterna. Eso significa que este salmo de David en realidad está hablando de la guerra futura que se librará en el lugar llamado Armagedón. ¡Los que luchen contra los ungidos de Jehová cuando Cristo esté junto a ellos en lo que se conoce como la parusía serán destruidos y dejarán de existir para siempre! Sus nombres nunca serán escritos en el libro de la vida de Jehová. Toda esperanza de vida para ellos se extinguirá. En efecto, “todo recuerdo suyo desaparecerá”.

“Pero Jehová estará en su trono para siempre; ha establecido firmemente su trono para impartir justicia. Él juzgará a la tierra habitada con justicia; dictará sentencias justas para las naciones. Jehová será un refugio seguro para los oprimidos, un refugio seguro en tiempos de angustia. Los que conocen tu nombre confiarán en ti; tú nunca abandonarás a los que te buscan, oh, Jehová” (Salmo 9:7-10).

Jehová siempre ha sido El Gobernante. En ningún momento Dios ha abdicado de su trono. No obstante, en su sabiduría, el Todopoderoso ha permitido que un ángel presumido gobierne el mundo, aunque sea algo temporal. Tal como dijo Pablo, es la voluntad de Dios que la creación esté sujeta a futilidad. Cada día se hace más y más evidente que los gobernantes humanos bajo la influencia del que Jesús dijo que es el padre de la mentira y un asesino, también conocido como Satanás el Diablo, no pueden brindar ningún tipo de justicia o protección contra la calamidad. Todo lo contrario.

Un tiempo de angustia como ningún otro se acerca cada vez más. Jesús indicó que será un acontecimiento causado por la furia de Satanás y sus demonios arrojados del cielo, el cual podría causar la extinción de toda la vida en este planeta. Afortunadamente, todos sabemos que Jehová no permitirá eso. Intervendrá y acortará esa tribulación, tal como el mismo Jesús también lo indicó. Alabado sea Dios por dejarnos saber lo que va a suceder. Qué lástima para las personas que se niegan a conocer a Jehová. Qué lástima por aquellos que han tropezado y han dejado de ser testigos de Jehová. Y, ciertamente, qué lástima para la Watchtower que ha hecho tropezar a millones y traído oprobio sobre el nombre de Dios. Qué bueno es saber que el Todopoderoso proveerá salvación a aquellos que de verdad confíen en él. Jehová es verdadero. Él es leal. Él nunca abandonará a los que lo buscan. ¿Recordamos lo que nos dicen las Escrituras acerca de eso? “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvado” (Joel 2:32).

Hablando de los santos que han muerto y de los que serán asesinados en el futuro, el salmo 9 continúa diciendo: “Cántenle alabanzas a Jehová, que reside en Sion; den a conocer sus actos entre los pueblos. Pues el vengador de la sangre de los que sufren se acuerda de ellos; no se olvidará de sus gritos” (Salmo 9:11, 12).

¿Cómo es posible que alguien que habita en Sion alabe a Dios por haber vengado su sangre? Si están en Sion alabando a Dios obviamente eso significa que estarán vivos. Y si estarán vivos, ¿por qué se vengaría su sangre?

Pedro, alguien a quien Jesús conoció personalmente y fue uno de sus apóstoles predilectos, escribió: “Sobre esta salvación hicieron una investigación minuciosa y una búsqueda cuidadosa los profetas que profetizaron acerca de la bondad inmerecida reservada para ustedes. Siguieron investigando a qué momento en particular o a qué época respecto a Cristo señalaba el espíritu dentro de ellos, cuando testificaba de antemano acerca de los sufrimientos que le esperaban a Cristo y de la gloria que vendría después. A ellos les fue revelado que no se estaban sirviendo a sí mismos, sino que les servían a ustedes, con respecto a las cosas que ahora les han anunciado los que les declararon las buenas noticias con espíritu santo enviado desde el cielo. Estas son las mismas cosas que los ángeles desean mirar con atención” (1 Pedro 1:10-12).

David no es considerado uno de los profetas, como Isaías, Ezequiel o Jeremías, pero evidentemente sí cumplió esta función. Él era un profeta. Fue inspirado por el espíritu santo para escribir acerca de la salvación que sería revelada durante la conclusión. Los ángeles siguieron de cerca la vida de David. Algunos, sin duda, estuvieron activamente involucrados en protegerlo de sus muchos enemigos. Y, ciertamente, conocen los muchos salmos que él fue inspirado a escribir y están muy interesados ​​en su significado y cumplimiento.

Como profeta, David escribió de antemano sobre los sufrimientos de Cristo, pero también, por extensión, sobre los sufrimientos de aquellos que estarán en unión con Cristo durante la fase final, cuando Miguel comience su guerra contra el Diablo y su mundo. Aunque no sabía nada acerca del tema, David escribió sobre el martirio de los restantes de la descendencia de la mujer. Pablo reveló que los santos que sobrevivan hasta la presencia del Señor resucitarán en un abrir y cerrar de ojos. No dormirán en la muerte, ni siquiera por un momento. Su transformación de carne a espíritu será instantánea y estarán junto a Cristo en el monte Sion. Así podrán pedirle a Jehová que vengue su sangre, tal como David lo narra en los siguientes versículos:

“Concédeme tu favor, oh, Jehová; mira el sufrimiento que me causan quienes me odian —tú que me levantas de las puertas de la muerte— para que pueda declarar tus acciones dignas de alabanza en las puertas de la hija de Sion y alegrarme por tus actos de salvación” (Salmo 9:13, 14).

David estuvo cerca de la muerte muchas veces. Dios lo salvó. No obstante, ningún ser humano ha experimentado jamás la salvación que será revelada. Incluso Jesús murió y fue sepultado. David también cantó acerca de su muerte, diciendo “no dejarás mi alma en el Seol”. Sin embargo, como ya se dijo, los santos que estén vivos y vean a Cristo durante su parusía ni siquiera irán a la tumba. Serán librados milagrosamente de las puertas de la muerte y llevados al monte Sion celestial. Tal es el poder inherente en la resurrección original de Jesús de la Tumba.

Jehová es el Dios de la justicia. Los que se nieguen a aceptar la autoridad del Reino y los que, aun sin darse cuenta, sean cómplices o participen en la ejecución de los hermanos de Cristo, irán a parar al hoyo de la muerte.

“Las naciones se han hundido en el hoyo que ellas hicieron; su propio pie ha quedado atrapado en la red que escondieron. Jehová es conocido por ejecutar sus sentencias. El malvado ha sido entrampado en la obra de sus propias manos” (Salmo 9:15, 16).

Actualmente, algunos de los hombres más poderosos del mundo están trabajando febrilmente para destruir el sistema que conocemos conformado por naciones soberanas e independientes. Tienen la intención de implementar un gobierno mundial comunista desprovisto de sistemas nacionales que brinden libertad de expresión y religión. La fe que profesan los testigos de Jehová indudablemente será prohibida. ¡Satanás tendrá el poder de obligar a todos a rechazar a Jehová y Jesús! Y todos sabemos lo cruel que querrá ser con quienes se nieguen a hacerlo. Ese es el “hoyo” que muchos están excavando incluso ahora. Su tiranía y locura absolutas proveerán las circunstancias para que Jehová intervenga y ejecute su juicio sobre ellos. La arrogancia y soberbia puras de los que odian a Jehová es lo que provocará su caída.

“Los malvados retrocederán hacia la Tumba, todas las naciones que se olvidan de Dios. Pero los pobres no serán olvidados para siempre; la esperanza de los mansos no desaparecerá jamás. ¡Levántate, oh, Jehová! No dejes que el hombre mortal se imponga. Haz que las naciones sean juzgadas en tu presencia. Infúndeles miedo, oh, Jehová, que las naciones sepan que solo son hombres mortales” (Salmo 9:17-20).

Jesús predijo que todas las naciones comparecerán ante su trono para ser juzgadas. De eso nos habla la parábola de las ovejas y las cabras. Las cabras recibirán el mismo juicio que el Diablo. Los cristianos mansos, semejantes a ovejas, que apoyen a los hermanos de Jesús durante su angustia, recibirán la salvación prometida. Los primeros habitantes del nuevo mundo cantarán alabanzas a Jehová con todo su corazón: “Después de esto vi una gran muchedumbre que ningún hombre podía contar. Eran de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, y estaban de pie delante del trono y delante del Cordero. Iban vestidos con túnicas largas blancas y llevaban hojas de palmera en las manos. Y estaban gritando con voz fuerte: ‘¡La salvación se la debemos a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!’” (Apocalipsis 7:9, 10)