Esta es una continuación de los artículos que analizan el libro de Miqueas.

“En la parte final de los días, la montaña de la casa de Jehová será firmemente establecida por encima de la cumbre de las montañas y será elevada por encima de las colinas, y a ella afluirán pueblos. Y muchas naciones irán y dirán: ‘Vamos, subamos a la montaña de Jehová y a la casa del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos, y nosotros andaremos en sus sendas’. Porque la ley saldrá de Sion, y la palabra de Jehová, de Jerusalén” (Miqueas 4:1, 2).

Los versículos iniciales del capítulo 4 de Miqueas, cuyas palabras se repiten en el capítulo dos de Isaías, es quizás uno de los pasajes de los profetas hebreos más citados por la Watchtower. Tienen un significado especial para los testigos de Jehová porque la organización enseña que la parte final de los días comenzó en 1914 y se cree que el aumento numérico constante de los testigos de Jehová es el cumplimiento de estas palabras.

La interpretación que le da la Watchtower a ese pasaje bíblico puede ser bastante convincente. Después de todo, la profecía prosigue prediciendo que quienes suban a la montaña de Jehová convertirán sus espadas en rejas de arado y que las naciones no aprenderán más la guerra. En Miqueas 4:3 leemos lo siguiente: “Él será juez entre muchos pueblos y resolverá los asuntos con relación a poderosas naciones lejanas. Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en podaderas. Las naciones no alzarán la espada unas contra otras ni aprenderán más a hacer la guerra”.

La condición de objetores de conciencia de los testigos de Jehová es bien conocida, en particular cuando el servicio militar ha sido obligatorio en algunos países. Pero ¿es ese el verdadero cumplimiento de esa profecía? ¿Se ha cumplido solo porque unos cuantos miles de jóvenes testigos de Jehová se han negado a ir a la guerra? No se debe pasar por alto que hay algunas sectas cristianas que dicen ser pacifistas también, como los amish y los cuáqueros.

Además, también nos podríamos preguntar lo siguiente: ¿de qué manera ha dictado Dios juicio entre las naciones? ¿Ha causado la postura en contra de la guerra por parte de los testigos de Jehová o el pacifismo de los amish y los cuáqueros que ya no haya guerras entre las naciones? ¡Difícilmente!

Desde 1914, cuando supuestamente comenzó la parte final de los días, las naciones han combatido entre ellas a una escala sin precedentes. Dos de las tantas guerras que ha habido fueron tan grandes, atrayendo a naciones de todo el mundo, que se les ha llegado a conocer como Primera y Segunda Guerra Mundial, siendo la última el conflicto más sangriento en la historia de la humanidad. Y actualmente se habla temerosamente de una tercera guerra mundial entre naciones enemigas que poseen arsenales de armas nucleares.

Si los testigos de Jehová, que son unos 8 millones, son los únicos que han convertido sus implementos de guerra en herramientas productivas para la paz, evidentemente no han tenido ningún impacto en las naciones donde residen. Y si, por otro lado, la profecía que estamos analizando de verdad se estuviera cumpliendo en ellos actualmente, Dios no se referiría a ellos como “poderosas naciones lejanas”.

En cuanto a lo que menciona la profecía de la ley y las instrucciones que saldrán de Sión y que Jehová resolverá las cosas, los cristianos de la era moderna han tenido libre acceso al consejo, las instrucciones y la ley que se encuentran en las páginas de la Biblia. No se ha necesitado nada más, aparte de la guía del espíritu santo, para ayudar a los cristianos a poner en práctica lo que dice la Biblia y obedecer la ley del Cristo.

Si somos honestos y modestos, reconoceremos que el trabajo patrocinado por la Watchtower Bible and Tract Society ha involucrado la publicación de las doctrinas e instrucciones básicas para la vida cristiana registradas hace mucho tiempo en las Sagradas Escrituras. Pero no ha sucedido nada más. Jehová no ha intervenido directamente en los asuntos humanos. Por supuesto, el espíritu santo de Dios ha estado envuelto de manera encubierta, tal como lo estuvo en el primer siglo cuando las buenas nuevas se predicaron en todo el mundo conocido en aquel entonces, puesto que Jesús les aseguró a sus fieles discípulos que estaría con ellos todos los días hasta la conclusión del sistema o parte final de los días. Pero ¿qué sucedería después?

En otras profecías, se revela que la parte final de los días es el tiempo en que Jehová interviene en los asuntos del mundo para comenzar su juicio. Por ejemplo, Jeremías 23:19-21 dice: “Miren! La tempestad de viento de Jehová se desatará con furia; bajará como un torbellino sobre las cabezas de los malvados. La furia de Jehová no se calmará hasta que él haya hecho realidad las intenciones de su corazón y las haya llevado a cabo. Ustedes entenderán esto claramente en la parte final de los días. Yo no envié a los profetas, pero ellos fueron corriendo. No hablé con ellos, pero ellos profetizaron”.

En el cumplimiento típico de la profecía de Jeremías, la tempestad de viento de Jehová se manifestó por medio de la invasión de las poderosas fuerzas militares caldeas. Siguiendo ese patrón, en la parte final de los días, la tempestad simbólica de Jehová se manifestará también por medio de ejércitos humanos. Para confirmar ese hecho, podemos consultar el libro de Joel. Allí se nos describe a un ejército representado por langostas que proviene del “norte” como la fuerza militar de Jehová. Curiosamente, el último capítulo de Joel proclama lo contrario a lo que dicen Miqueas e Isaías, haciendo un llamado a todas las naciones a prepararse para la guerra: “Anuncien esto entre las naciones: ‘¡Prepárense para la guerra! ¡Movilicen a los hombres poderosos! ¡Que todos los soldados se acerquen! ¡Que se pongan en marcha! Conviertan sus arados en espadas y sus podaderas en lanzas. Que el débil diga: “Soy fuerte”. ¡Vengan y ayúdense unas a otras, todas ustedes, las naciones vecinas! ¡Reúnanse!’. Oh, Jehová, haz que bajen tus poderosos a ese lugar” (Joel 3:9-11).

Como todas las profecías están entrelazadas y armonizan entre sí, la parte final de los días no puede ser simultáneamente un tiempo de paz y un tiempo de guerra. Es probable que los testigos de Jehová supongan que la tormenta de viento de Jehová estallará con furia cuando la guerra de Armagedón ponga fin al mundo de Satanás. No obstante, si tal es el caso, ¿por qué tanto Isaías como Miqueas presentan la parte final de los días como un momento en el que Dios resuelve las cosas y pone fin a las guerras entre las naciones?

Primero, tenga en cuenta que Miqueas e Isaías predicen que las naciones ya “no alzarán la espada unas contra otras”. ¡Joel, sin embargo, hace un llamado a todas las naciones a reunirse y prepararse para la guerra contra Dios! Los “poderosos” de Jehová son los 144.000 reyes recién resucitados junto con Cristo y sus ángeles que descenderán al lugar figurativo llamado Armagedón.

Obviamente, la parte final de los días comenzará antes de la guerra de Armagedón. Jesús predijo que Jehová intervendrá a lo grande durante la gran tribulación. Será necesaria la intervención divina para evitar que la humanidad se extinga en su totalidad. Jesús nos aseguró que esos días de destrucción inimaginable serán acortados por causa de los escogidos.

Ah, ¿será entonces que la montaña de la casa de Jehová se levantará por encima de las montañas en ese tiempo, durante la gran tribulación?

La situación actual del mundo es muy delicada. El Imperio angloamericano está librando una guerra no declarada contra Rusia. Rusia, por cierto, no es Iraq ni Libia, dos naciones que han sido aplastadas por la maquinaria de guerra estadounidense; no, Rusia posee más ojivas nucleares que su antagonista angloamericano. Además, Rusia ha creado misiles hipersónicos capaces de lanzar múltiples ojivas que atraviesan los cielos muy rápido, zigzagueando mientras avanzan, lo cual las hace prácticamente indestructibles.

Durante la Guerra Fría, el Imperio angloamericano y la Unión Soviética evitaron la catástrofe nuclear porque las mentes sobrias se dieron cuenta de que cualquier conflicto resultaría en una destrucción mutua asegurada (MAD). No obstante, esa política de disuasión nuclear tan sensata no tiene en cuenta una influencia externa muy poderosa: Satanás el Diablo.

Los burlones podrían considerar la existencia de Satanás como un mito de la Edad Media creído por tontos supersticiosos. Los verdaderos cristianos, sin embargo, saben que no es así. El libro de Apocalipsis revela que cuando el Reino de Cristo llegue al poder, que es cuando la montaña de la casa de Jehová será elevada sobre todas las demás instituciones, Satanás y su legión de demonios serán expulsados por la fuerza de las supremas alturas y confinados a las inmediaciones de nuestra tierra. La Biblia nos dice lo siguiente acerca de ese acontecimiento monumental: “Por esta razón, ¡alégrense, cielos y los que viven en ellos! Pero ¡ay de la tierra y del mar! Porque el Diablo ha bajado adonde están ustedes lleno de furia, ya que sabe que le queda poco tiempo” (Apocalipsis 12:12).

La enseñanza de la Watchtower de 1914 no es sostenible. Estos 108 años que han pasado desde que se cree que el Diablo descendió con gran furia también han sido una época de relativa paz y prosperidad, especialmente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. No tiene sentido que durante el supuesto “poco tiempo” que le queda al Diablo, que ha durado más de un siglo, la población mundial haya crecido de un poco más de mil millones en 1900 a 8.000.000.000 de almas ahora.

No obstante, durante el siglo pasado, los hombres bajo la influencia de Satanás han descubierto los principios de la física y han revelado los secretos del átomo. Estos han desarrollado los medios industriales para producir en masa y almacenar las armas y los sistemas de entrega más terriblemente destructivos que se puedan imaginar. El escenario está listo ahora para el gran final, también conocido como la parte final de los días.

Ante el belicismo y las provocaciones implacables e imprudentes por parte de la bestia anglosajona, impulsadas por la certeza de que el sistema financiero que preside se encuentra en un estado de quiebra terminal y solo se ve sostenido por las emisiones cada vez mayores de dinero cada vez más devaluado y que un nuevo bloque de poder de naciones y un nuevo sistema económico están emergiendo centrados en Asia, una guerra global es inevitable.

La Biblia revela que la bestia terrestre de siete cabezas es simplemente un reflejo del dragón simbólico de siete cabezas que representa a Satanás el Diablo y sus muchos ángeles. Es por eso por lo que la doctrina de disuasión nuclear conocida como MAD no funcionará a largo plazo. Satanás y sus demonios saben que su “corto espacio de tiempo” terminará con ellos siendo encarcelados y finalmente ejecutados. ¿Qué les importa a ellos si el mundo sobre el que han reinado estos últimos 6.000 años se convierte en una bola de ceniza radiactiva desprovista de vida? Eso es lo que ellos más quisieran.

Jesús se refirió a Satanás como “el Maligno”. ¿Por qué debería parecer extraño que el dios maligno de este mundo pretenda destruir a toda la humanidad cuando Cristo actúe contra él? ¡Será una situación de rehenes de dimensiones globales que involucrará a superhumanos malvados empeñados en desatar el fuego de los dioses!

¿Cómo podría entonces ser elevada la montaña de la casa de Jehová por encima de las colinas y las montañas?

Según el libro de Revelación, la apertura del sexto sello resultará en la caída del sistema actual. Utilizando un simbolismo apocalíptico, el apóstol Juan escribió: “Y vi cuando el Cordero abrió el sexto sello. Hubo un gran terremoto, el sol se puso negro como tela de saco hecha de pelo, la luna entera se puso roja como la sangre y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, así como caen los higos verdes de una higuera cuando un viento fuerte la sacude. El cielo se retiró como un rollo que se va enrollando, y todas las montañas y todas las islas fueron arrancadas de su lugar” (Apocalipsis 6:12-14).

Así que yuxtaponga las dos profecías. La montaña de Jehová se elevará mientras el dominio terrestre de Satanás sufrirá un cataclismo sin precedentes. Indudablemente, la apertura del sexto sello resultará en el colapso del sistema global. Y es en ese momento que Dios acortará la catástrofe por causa de los elegidos.

¿Será obvia la intervención de Dios? Sí, al menos para aquellos que estén espiritualmente vivos y despiertos. ¡Existen más de 13.000 bombas nucleares, suficientes para destruir el planeta muchas veces!

La detonación de unos cuantos dispositivos aterrorizaría a la humanidad como nunca antes. En el caso de un intercambio nuclear limitado, es posible, e incluso probable, que las naciones en guerra hagan uso de todo su arsenal y lancen todos sus misiles desde submarinos atómicos, bombarderos furtivos y silos de misiles subterráneos. Eso, por supuesto, significaría el fin del mundo. ¿No predijo Jesús que los hombres se desmayarían de miedo ante los horrores que vendrían sobre el mundo? ¡Ciertamente, los poderes de los cielos serán sacudidos!

Pero ¿qué pasaría si un aluvión de misiles, cada uno con múltiples ojivas, fuera desactivado por ángeles en pleno vuelo y que estos se estrellaran contra la tierra sin explotar? ¿Le parece absurdo pensar que eso podría ocurrir? Tal vez, pero esa sería una entrada bastante impactante en el escenario del mundo para quien se ha mantenido oculto durante muchos años. No hay duda de que tal intervención sería un acto de salvación más allá de lo imaginable e indudablemente revelaría la presencia de Aquel que hace mucho tiempo fue presentado a la humanidad por Juan el Bautista como el Salvador del mundo. Sin duda alguna, esa sería una prueba irrefutable de que el Reino de Dios, por fin, habría comenzado a gobernar.

En ese entonces, Dios, por medio de Cristo, procederá a “resolver los asuntos” y poner fin a las guerras de las naciones. Es en esos momentos cuando la gente comenzará a fluir a la montaña de la casa de Jehová. La ley y la instrucción vendrán directamente de Cristo, el que será llamado Dios Poderoso y Maravilloso Consejero.

En cuanto a la guerra final, esta no será un conflicto entre naciones. No, la guerra final consistirá en la unión de todas las naciones bajo el octavo rey en contra del Reino de Cristo, que en ese entonces ya habrá comenzado a gobernar.