En el artículo anterior, el primero de esta serie sobre el libro de Daniel, hablamos del sueño que tuvo Nabucodonosor y de cómo Daniel intervino para interpretar el sueño del rey y explicarle su significado. Y planteé la idea de que la imagen representa al último rey.
Ahora bien, es curioso que, como sabemos, la Watchtower haya interpretado la imagen del sueño, y que nos diga los pies de hierro y de barro representan a la alianza angloamericana, y que eso sea absolutamente cierto. Pero mi punto era: ¿por qué habría de omitir Dios al octavo rey que surge de los siete? O en el caso de la imagen, surge de los cinco, puesto que Egipto y Asiria ya habían desaparecido.
Bueno, eso no tiene sentido. Y además está el hecho de que la potencia dual angloamericana estableció las Naciones Unidas. Le daré crédito a la Watchtower por identificar a las Naciones Unidas como este octavo rey y como la imagen de la bestia salvaje, tal como se explica en el capítulo 13 de Apocalipsis.
Les doy crédito, sin embargo… Siempre hay un “pero”, ¿verdad? Eso no puede ser cierto.
Y la razón por la cual no puede ser cierto es porque en el capítulo 13 de Apocalipsis, Juan contempla una bestia de siete cabezas, y una de sus cabezas recibe una herida mortal, lo que parecía ser una herida mortal. También se le llama la herida de espada. Pero la cabeza se recupera. La Watchtower ha entrado en gran detalle para explicar cómo eso ocurrió durante la Primera Guerra Mundial. Pero no pudo haber sido así.
Estados Unidos y Gran Bretaña eran aliados y salieron victoriosos. Es cierto que Gran Bretaña sufrió pérdidas horrendas, pero ¿no esperaríamos que si la cabeza de la bestia política de Satanás recibe una herida mortal, deberíamos ver algún tipo de colapso? ¿Un colapso financiero o político, donde el sistema de gobierno dejara de funcionar por un tiempo? Pero nada de eso vimos durante la Primera Guerra Mundial.
Y es después de la recuperación de la bestia que se ordena hacer una imagen de ella y luego esa imagen recibe vida. Como la bestia no ha recibido la herida de espada, tampoco ha se ha ordenado hacer una imagen de ella. No obstante, las Naciones Unidas fueron pensadas para ser un gobierno mundial. ¿Es un gobierno mundial ahora? No, porque las naciones aún son soberanas.
Vimos un pequeño ejemplo de eso con la pandemia. La Organización Mundial de la Salud, que es un brazo de las Naciones Unidas, dio directrices para “salvar vidas” sobre vacunación, distanciamiento social, mascarillas y todo eso. Pero las naciones podían obedecerlas o no porque, por ahora, las naciones siguen siendo soberanas. Y de eso realmente se trata todo el asunto, la contienda entre el rey del norte y el rey del sur. Satanás quiere un gobierno mundial y eso un gran obstáculo porque los patriotas quieren mantener su país como soberano.
Bueno, Jehová ha frustrado a Satanás y sus intentos de tiranizar al hombre bajo un gobierno mundial. Eso comenzó hace casi 4.000 años. Ya usted conoce la historia: después del Diluvio, Jehová mandó a los sobrevivientes que se esparcieran y llenaran la tierra. Pero Satanás tenía otras ideas. Levantó a un hombre llamado Nemrod, del que se decía que era un poderoso cazador en oposición a Jehová.
Aquí es donde se pone interesante: la palabra “Satanás” en hebreo significa opositor. Y Nemrod era un poderoso cazador que se oponía a Jehová. Así que Nemrod era un pequeño Satanás. Jehová le dijo a la humanidad que se esparciera, pero Nimrod los congregó con su grandioso proyecto de construcción para edificar una torre que llegara hasta los cielos.
Sin duda, hablando con su hijo primogénito, Jehová dijo: “Como son un solo pueblo y hablan un solo idioma, mira lo que han empezado a hacer. Ahora lograrán hacer cualquier cosa que se propongan. ¡Vamos! Bajemos allí y confundamos su idioma para que no se entiendan entre ellos” (Génesis 11:6, 7). Piense en el poder que tiene Dios para hacer eso, para cambiar la mente de quién sabe cuánta gente, tal vez cientos de miles. Usted se va a dormir una noche, se despierta y está hablando un idioma diferente. Algunas personas hablaban el mismo idioma, las familias, sin duda. Pero su familia no podía comunicarse con otras y acababa de hablar con ellas el día anterior. Así que cuando Jehová quiere que algo se haga, se hace. Y es por eso por lo que tenemos cientos, incluso miles de lenguas y dialectos, debido a lo que Dios les hizo a esos constructores de la Torre de Babel. Con el tiempo, dejaron de edificar la torre, y el propósito de Jehová se cumplió.
Ahora bien, obviamente, Satanás quería mantener el control a través de ese hombre, Nemrod, y sus sucesores. Habría sido un gobierno mundial, pero Dios no dejó que se desarrollara. No obstante, Dios ha permitido que Satanás desarrolle otros imperios que han controlado grandes regiones del mundo. Y ellos son lo que representan las siete cabezas de la bestia salvaje. Pero aun así, no tenemos un gobierno mundial. Sin embargo, hacia allá vamos. Al final, Jehová permitirá un gobierno mundial. Y eso significa que el sistema que existe ahora tendrá que ser derrocado y destruido, puesto que, en el capítulo 17 de Apocalipsis, la bestia de color escarlata sale del abismo. Eso significa que dejará de existir por un momento y representa lo mismo que la herida aparentemente mortal que recibe la bestia en el capítulo 13, lo cual simboliza su colapso.
Además, todos los reyes de la tierra le darán su autoridad a esa bestia salvaje para que gobierne por una hora. Así que las naciones perderán su soberanía y permitirán ser gobernadas por ese único gobierno mundial, el cual estará directamente controlado por Satanás, el Diablo. Él proscribirá al pueblo de Jehová y le hará la guerra. De hecho, Apocalipsis y Daniel coinciden porque dicen que la bestia guerreará contra los santos, los vencerá y los matará. Llevará a cabo eso con aquellos que van a ser parte del Reino de Cristo.
Por esa razón, realmente no podríamos entender lo que pasa en este planeta a menos que tengamos en cuenta que hay una guerra en los cielos, una guerra entre Dios y Satanás y los ángeles de Satanás, sus muchos demonios, y la gente bajo su control en la Tierra. Y Satanás no estará contento hasta que obligue al pueblo de Jehová a inclinarse y adorarlo. ¿No es eso lo que trató de hacer con Jesucristo?
Es interesante notar que, cuando Jesús fue bautizado, fue ungido para ser el Mesías, para ser el rey del Reino de Dios, pero la Biblia nos dice que “el espíritu dirigió a Jesús al desierto para que fuera tentado por el Diablo” (Mateo 4:1). Eso es interesante porque Jesús mismo instruyó a sus discípulos a pedir en oración que Jehová impidiera que se nos tentara. La oración del Padre Nuestro, como comúnmente la conocemos, nos insta a pedir eso. Sin embargo, como ya leímos, Jesús fue llevado por el espíritu santo al desierto para ser tentado por el Diablo. Por supuesto, Jesús era un hombre perfecto. Pero después de no haber comido por 40 días y aparentemente sin agua tampoco, estaba débil, y en esas circunstancias, se presentó el Tentador. En una de sus tentaciones, Satanás le mostró todos los reinos del mundo en una visión. Sabiendo que todo eso le pertenecía, le dijo lo siguiente a Jesús: “Te daré todas estas cosas si te arrodillas y realizas ante mí un solo acto de adoración” (Mateo 4:9).
¿Cómo respondió el Señor? Afortunadamente, el hijo de Jehová dijo lo siguiente: “¡Vete, Satanás! Porque está escrito: ‘Adora a Jehová tu Dios y sírvele solo a él’” (Mateo 4:10). No obstante, la Biblia dice que “cuando terminó de tentarlo, el Diablo se alejó de él a la espera de otro momento conveniente” (Lucas 4:13). Pero de eso se trata todo, de hacia donde dirigimos nuestra adoración.
Jehová exige devoción exclusiva porque él es el Dios verdadero, y le debemos nuestras vidas y todo lo demás que él nos da. No obstante, hay una criatura, un dios que codicia nuestra adoración y que ha tenido mucho éxito en engañar a la humanidad para que lo adore.
Ahora bien, es cierto que hay algunas personas que saben, conscientemente, que adoran a Satanás. Los llaman satanistas, illuminati, la élite, en fin. Pero son una minoría diminuta. La mayoría de la gente, inconscientemente, sin saberlo, adora a Satanás porque ignoran a Jehová. Pues si no adoras a Jehová en espíritu y verdad, estás adorando a Satanás.
No hay otra alternativa. Pero durante los últimos días, la gente escogerá conscientemente a quien adorar. Habrá una prueba final. Jesús la llamó la hora de la prueba. ¿Y adivine qué? El último rey gobernará por una hora.
Volviendo a Daniel, como ya hemos mencionado, Nabucodonosor tuvo un sueño donde vio una gran imagen. Y como ya he argumentado, esta representa al último rey, la imagen de todo el sistema político. Eso está en el capítulo 2. Si pasamos la página al capítulo 3, nos damos cuenta de que Nabucodonosor erigió una imagen en la llanura de Dura. Pero no era la que él había soñado. La Biblia da las dimensiones: medía 60 codos por 6. Si hacemos las conversiones, eso no da una imagen de unos 27 metros de alto por casi 3 de ancho. Una imagen casi tan alta como un edificio de 8 o 9 pisos. Y aunque eso es bastante impresionante, lo más deslumbrante es que estaba cubierta completamente de oro. Así que nos podemos imaginar cuánto relucía con la luz de sol y lo impactante que era.
Nabucodonosor ordenó que todos los funcionarios y representantes de su imperio, compuesto por unas 120 provincias o distritos, fueran reunidos, que todos debían congregarse para una gran ceremonia. Una banda iba a tocar, y tan pronto como comenzaran la música, todos debían inclinarse ante la imagen. Por supuesto, esa es una historia bastante interesante y conocida. Todos conocen a Sadrac, Mesac y Abednego, los tres hebreos que recibieron esos nombres de los babilonios.
No se nos dice dónde estaba Daniel en esos momentos. No lo sabemos. Tal vez se reportó enfermo o algo así, pero de todas maneras, ellos no se inclinaron ante la imagen. Y, por supuesto, eso se notó, porque todos se estaban inclinando. ¿Ha visto usted cómo los musulmanes se inclinan para orar? Bueno, imagínese a alguien de pie entre ellos. Sería algo bastante notorio.
Obviamente, los tres hebreos fueron llevados después ante Nabucodonosor y él les dio otra salida. El relato nos muestra lo siguiente:
“Nabucodonosor les dijo: ‘Sadrac, Mesac, Abednego, ¿es cierto que no sirven a mis dioses y que no quieren adorar la estatua de oro que yo he levantado? Si ahora, cuando oigan el cuerno, la flauta, la cítara, el arpa triangular, el instrumento de cuerda, la gaita y los demás instrumentos musicales, están dispuestos a caer de rodillas y adorar la estatua que he hecho, está bien. Pero, si se niegan a adorarla, serán arrojados de inmediato en el horno de fuego. ¿Y qué dios podrá librarlos de mis manos?’. Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron al rey: ‘Oh, Nabucodonosor, no es necesario que te demos una respuesta sobre este asunto. Si tiene que ser así, oh, rey, el Dios al que servimos puede librarnos del horno de fuego y también de tus manos. Pero, incluso si no lo hace, oh, rey, debes saber que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que tú has levantado’” (Daniel 3:14-18).
Esa imagen o estatua representaba al dios de Babilonia: Marduk. Representaba al Estado, a la gloria de ese imperio. No era tan solo una estatua, era lo que representaba. Y los tres hebreos lo sabían. Y dejaron en claro que Jehová era su Dios, y que no iban a adorar a nada ni a nadie más. Ya usted conoce la historia. Lleno de furia, Nabucodonosor ordenó que fueran arrojados al horno de fuego ardiente. Lo calentaron siete veces más de lo que ordinariamente estaría. Hasta los hombres fuertes que los ataron y los arrojaron murieron por las intensas llamas de fuego.
Pero, milagrosamente, ocurrió lo siguiente: “Entonces el rey Nabucodonosor, asustado, se levantó rápidamente y les preguntó a sus altos funcionarios: ‘¿No atamos y arrojamos en el fuego a tres hombres?’. Ellos le respondieron al rey: ‘Sí, oh, rey’. Él dijo: ‘¡Miren! Veo a cuatro hombres que se pasean libremente en medio del fuego sin sufrir ningún daño, y el cuarto parece un hijo de los dioses’” (Daniel 3:24, 25).
Así que Nabucodonosor fue humillado en ese momento. Luego, reconoció que no había dios como Jehová, el Dios de los judíos. Debió haber aprendido esa lección cuando Daniel explicó su sueño, lo cual era humanamente imposible, y ninguno de los otros dioses pudo hacerlo. Los sacerdotes practicantes de magia no pudieron lograr que Marduk interpretara o les dijera lo que él había soñado. Solo Jehová pudo hacerlo.
Bueno, eso fue un drama profético y esos tres hebreos representan a los escogidos que estarán en la Tierra cuando comience la parusía. Pero, de acuerdo con la organización, la parusía comenzó en 1914.
Ya usted sabe lo que significa la palabra parousía en griego. Significa “estar junto a” alguien o algo. Y allí tuvimos una demostración en el horno de fuego de alguien como un “hijo de los dioses”, evidentemente el Hijo de Dios, junto a aquellos que tienen la protección y bendición de Jehová, como la tendrán los escogidos.
En el capítulo 11 del libro de Apocalipsis se nos presentan dos testigos, y se nos dice que están de pie delante del Señor de toda la tierra. Son como los dos olivos en el libro de Zacarías. Evidentemente, si ellos están delante del Señor, el Señor está junto a ellos. Y el que él esté junto a ellos no significa que él sea invisible para ellos. Significa que lo verán y hablarán con él, pero nadie más los verá. Por eso el Hijo de Dios no salió del horno. Nabucodonosor solo tuvo un vistazo a través de las llamas.
Por lo tanto, aquellos que vean a Cristo y que hablen con él en ese tiempo, “van a ser llevados ante reyes y gobernadores” (Lucas 21:12). No para darles un estudio bíblico, sino para darles un testimonio. Un testimonio de que Cristo estará aquí, que estará gobernando, y que su destino estará en las manos de él: deberán someterse o serán aniquilados. De eso realmente se tratará todo, ¿cierto?
Cuando Cristo vuelva, es cuando la bestia sufrirá su herida mortal en la cabeza. El sistema colapsará y la gente estará aterrada, muchos serán presas del pánico. Rogarán a las “montañas” que caigan sobre ellos, como dice el capítulo 6 de Apocalipsis. Aceptarán cualquier tipo de gobierno humano. Le darán la espalda a Jehová y Jesús, puesto que no aceptarán el hecho de que Jesús estará entonces gobernando como rey. Por consiguiente, Satanás les dará lo que pedirán a gritos. Al igual que los judíos, dirán que no tienen “más rey que César”. Los judíos hicieron eso a pesar de que Jesús estaba ahí, frente a ellos. Se negaron a aceptarlo. Lo mismo hará la gente del mundo. Es en esos momentos, cuando conscientemente la gente aceptará adorar al Diablo.
Y después de que la bestia vuelva a la vida, entonces se ordenará que se haga su imagen. Apocalipsis lo narra así: “Entonces vi otra bestia salvaje que subía de la tierra. Tenía dos cuernos como de cordero, pero empezó a hablar como un dragón. Ejerce toda la autoridad de la primera bestia salvaje en presencia de ella. Hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia salvaje, la que fue curada de su herida mortal. Y realiza grandes señales; hasta hace bajar fuego del cielo a la tierra a la vista de la humanidad. Engaña a los que viven en la tierra con las señales que se le permitió realizar en presencia de la bestia salvaje, mientras les dice a los que viven en la tierra que le hagan una imagen a la bestia salvaje, la que tenía una herida de espada pero revivió. Y se le permitió darle aliento de vida a la imagen de la bestia salvaje, para que la imagen de la bestia salvaje hablara e hiciera matar a todos los que se negaran a adorar a la imagen de la bestia salvaje” (Apocalipsis 13:11-15).
Los tres hebreos fueron sentenciados a muerte, ¿no? Los santos también lo serán. Los dos testigos serán asesinados, pero se levantarán después de “tres días”.
Eso no debería tomarse de forma literal, sin embargo. Simplemente se nos indica su muerte por “tres días” debido a que así fue la muerte de Jesús. Pero la Biblia nos muestra que, en un abrir y cerrar de ojos, dado que estarán en unión con Cristo, los ungidos fieles serán transformados en espíritus inmortales. Y eso es lo que se representó en el horno de fuego. ¿Quién ha oído de alguien que salga caminando de un incendio ardiente? La idea era mostrar que eran inmortales de manera representativa.
Por lo tanto, el hecho de que se asesine a los ungidos fieles no significará realmente que estarán muertos. El que se les quite su vida humana solo significará un cambio instantáneo a su vida celestial. Pablo dijo que seremos cambiados en un abrir y cerrar de ojos. Él no hablaba del “rapto de la iglesia”. Será algo mejor que el rapto. Dejarán su cuerpo humano aquí en la Tierra, pero se convertirán inmediatamente en espíritus tal como Jesús. Serán la imagen exacta de Jesús, con el mismo poder que él, siendo inmortales e indestructibles.
Por otro lado, la Biblia nos dice que ocurrirá lo siguiente: “A todos —pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos— les impone la obligación de ser marcados en la mano derecha o en la frente para que nadie pueda comprar o vender excepto la persona que tenga la marca, el nombre de la bestia salvaje o el número de su nombre. Para esto se necesita tener sabiduría: el que sea perspicaz, que calcule el número de la bestia salvaje, porque es un número humano; su número es 666” (Apocalipsis 13:16-18).
Eso debería llevarnos de vuelta a Nabucodonosor, quien hizo la estatua de 60 codos de alto por 6 codos de ancho. Ese número representa al gobierno humano y su inútil intento por ser tan bueno o mejor que el Reino de Dios. Puesto que si analizamos bien los hechos, nos damos cuenta de que la Biblia en Apocalipsis utiliza el número 7 muchas veces. 666 se queda corto, aunque sea tres veces, para llegar al 7, ¿cierto? Bueno, ese número representa la imperfección e inútil esfuerzo humano por querer superar al Reino de Jehová. Y eso será especialmente evidente en el futuro cuando la bestia intente ocupar el lugar del Reino.
Por otra parte, si seguimos leyendo, nos damos cuenta de que tener una marca en la frente no es necesariamente algo literal, pues Juan dice: “Entonces vi al Cordero de pie en el monte Sion, y con él 144.000 que llevan escritos en la frente el nombre de él y el nombre de su Padre” (Apocalipsis 14:1). Se nos indica eso justo después para mostrar el contraste entre aquellos que tendrán el 666 en la frente o en la mano y los hijos de Dios. No habrá punto medio. O usted adorará a la bestia y al dragón que le dio vida, Satanás el Diablo, o pertenecerá a Jehová y a Cristo y a su Reino en ese tiempo. De eso dependerá si pasará vivo al nuevo mundo o si recibirá la destrucción eterna:
“Otro ángel, un tercero, los siguió, y decía con voz fuerte: ‘Si alguien adora a la bestia salvaje y a su imagen, y recibe una marca en la frente o en la mano, también beberá del vino de la furia de Dios, servido sin diluir en la copa de su ira, y será atormentado con fuego y azufre a la vista de los santos ángeles y a la vista del Cordero. El humo de su tormento subirá para siempre jamás. Y los que adoran a la bestia salvaje y a su imagen y los que reciben la marca de su nombre no tendrán descanso ni de día ni de noche. Por eso los santos —los que obedecen los mandamientos de Dios y se aferran a la fe en Jesús— necesitan tener aguante’” (Apocalipsis 14:9-12).