El sexo es aparentemente algo que solo se da en la Tierra. Todo lo que Dios creó fue originalmente diseñado para perpetuar las diversas especies y géneros del planeta a través de la procreación. Obviamente, todas las personas vivas que hay ahora llegaron a existir como resultado de que hombres y mujeres tuvieran relaciones sexuales, ya sea dentro del matrimonio o ilegítimamente. Lo que se afirma en el libro que nos habla acerca del principio de todo, el libro del Génesis, es una verdad inmutable: “Hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27). 

Incluso la ciencia ha verificado esto a través del descubrimiento de los cromosomas. La unión de dos cromosomas X produce una mujer y la unión de un cromosoma X con uno Y produce un hombre. La unión de estos cromosomas se crea al momento de la concepción y no se puede alterar. Cualquiera que sea la “transición” que se intente sería superficial, artificial y antinatural, pues la estructura celular subyacente de la criatura no puede pasar de XX a XY o viceversa.

El Creador de la humanidad quería que los hombres y las mujeres cumplieran roles específicos como esposos y esposas y padres y madres. Cuando Dios escogió a Abrahán para que fuera el padre de los que tienen fe, requirió que Abraham y toda su casa y todos sus futuros descendientes fueran circuncidados. Más adelante, la circuncisión se convirtió en parte de la ley de Moisés. Eso significaba que Dios era dueño de todo varón y toda mujer nacidos de ellos. No hay forma de evitarlo. Dios es el dueño del sexo. Y es prerrogativa del Creador determinar las reglas en cuanto a este.

La ley de Moisés prohibía estrictamente la homosexualidad. Aquellos que la practicaban debían ser condenados a muerte. Obviamente, en ese entonces no existía la tecnología quirúrgica para intercambiar los órganos sexuales ni la terapia hormonal. Pero si tales cosas hubieran estado disponibles, podemos estar seguros de que Dios no habría permitido que su pueblo se mutilara y pretendiera ser del sexo opuesto. Curiosamente, la Ley sí habla del travestismo en Deuteronomio 22:5: “Una mujer no debe ponerse la ropa de un hombre, ni un hombre la de una mujer. Porque Jehová detesta a cualquiera que hace estas cosas”.

Si el mero hecho de llevar ropa del sexo opuesto era detestable para Jehová, ¿cuánto más abominable sería cambiar quirúrgicamente los órganos sexuales que corresponden a la composición cromosómica de una persona?

¿Cómo llegó el mundo a tal estado en el que los niños deciden qué género desean ser y requieren que todos los demás apoyen su fantasía pervertida exigiendo que se usen los pronombres que ellos desean?

¿DÓNDE Y CUÁNDO COMENZÓ EL MOVIMIENTO TRANS?

Los ángeles son de un orden superior a los humanos. La Biblia dice que la humanidad es un poco inferior a los ángeles. Los ángeles son asexuales. Cada uno de ellos fue creado individualmente por Dios a través de su hijo primogénito. Sin embargo, los espíritus tienen el poder de materializarse. Y eso es precisamente lo que un número incalculable de ángeles hizo durante los días de Noé. 

Los escritores cristianos nos informan que esos ángeles abandonaron “el lugar donde les correspondía vivir” y sus posiciones originales en los cielos (Judas 6). ¿Por qué hicieron eso? Porque querían tener sexo con mujeres. Se podría decir que hicieron una transición de espíritus a carne. Pero Dios, su Padre, no había autorizado ni aprobado tal transición. De hecho, debido a lo que hicieron, él los condenó a la destrucción eterna. 

Sin duda alguna, aquellos ángeles se materializaron como hombres hermosos y poderosos a los que las mujeres no se podían resistir. Y, seguramente, los hombres humanos no podían competir con aquellos Romeos materializados. Génesis nos informa que ellos se casaron con todas las mujeres que quisieron y que esta unión produjo una descendencia. No obstante, a diferencia de la unión natural de hombres y mujeres, la descendencia de los espíritus materializados no era realmente humana. Produjeron una raza monstruosa llamada los nefilim. Estos eran como demonios con esteroides. Dios no podía permitir que esa situación continuara. Y sabemos lo que pasó. Aquel mundo fue aniquilado por el gran Diluvio. ¡Gracias a Dios!

Por supuesto, los ángeles rebeldes no se ahogaron. Se desmaterializaron y regresaron al mundo espiritual. Pero no pudieron volver a ocupar sus posiciones originales. Jehová Dios los castigó: “los ha reservado con cadenas eternas en profunda oscuridad para el juicio del gran día” (Judas 6). No pueden volver a la carne. Sin embargo, como demonios, son los principados invisibles que gobiernan el mundo. Demostraron su influencia poco después del Diluvio cuando promovieron la homosexualidad a nivel general en las ciudades de Sodoma y Gomorra. El registro bíblico nos informa que los ancianos, e incluso los más jóvenes, eran parte de la perversión. Sabemos cómo terminó eso.

Los escritores cristianos comparan tanto al Diluvio como la incineración de Sodoma y Gomorra con lo que está por venir. Ambos sucesos son puestos como una advertencia de lo que sucederá muy pronto. El mismo Jesús dijo que su presencia resultaría en una destrucción similar para el mundo actual. No obstante, la mayoría de las personas prefieren ignorar todo esto.

Al tener conocimiento sobre los espíritus invisibles y su depravación y odio a Jehová, no existe ningún misterio acerca de dónde provino el movimiento LGBTQ. Pero hay una organización humana involucrada que facilita la voluntad de los demonios. Esta es, principalmente, el Imperio británico. Londres es el trono terrenal de Satanás. El Imperio británico es la fuente de prácticamente todos los males que afligen al mundo. El Imperio británico inventó el tráfico de drogas. Promovió la esclavitud. Prácticamente todas las guerras que han asolado este planeta durante los últimos 250 años se han debido a las maquinaciones geopolíticas del Imperio británico. El Imperio promueve todo tipo de vicios y degradaciones para esclavizar a la humanidad y generar ganancias: tabaco, alcohol, drogas, pornografía, pedofilia y juegos de azar. Todo es buen negocio.

Cuando se inventó la radio, los británicos estaban ansiosos por darse cuenta de su potencial. Y cuando se inventó la televisión, planearon como utilizarla para sus macabros propósitos. El Instituto Tavistock se creó para estudiar las formas más efectivas de utilizar los nuevos medios para lavar el cerebro de las masas. La televisión es una de las principales herramientas para promover la agenda LGBTQ.

Más recientemente, el Instituto Tavistock fue “pionero” en el transexualismo, teniendo como objetivo a niños y adolescentes. Sorprendentemente, las cabezas más sensatas dentro del sistema médico británico determinaron que la operación de lavado de cerebro y confusión de género que explotaba a jóvenes vulnerables, dirigida por la clínica Tavistock, no era segura y fue clausurada. Pero tal cordura no prevalece en los Estados Unidos.

CONTRA EL DIOS DE DIOSES

Durante los últimos siglos, la Corona británica también ha funcionado como la cabeza de la Iglesia anglicana, siguiendo la tradición del Sacro Imperio Romano Germánico. Según las profecías de Daniel, el rey del norte “hará lo que quiera; se ensalzará y se engrandecerá por encima de todos los dioses, y dirá cosas sorprendentes contra el Dios de dioses. Y tendrá éxito hasta que la furia llegue a su fin, porque lo que está decidido tiene que suceder. No mostrará respeto por el Dios de sus padres, ni mostrará respeto por el deseo de las mujeres ni por ningún otro dios, sino que se engrandecerá por encima de todos” (Daniel 11:36, 37). 

Actualmente, estamos siendo testigos de que el rey del norte no mostraría “respeto por el Dios de sus padres”. Como rey del norte, el Imperio británico no ha mostrado ningún respeto por el Dios tradicional de la civilización occidental, es decir, por la deidad cristiana. En cambio, la élite de Londres ha promovido el satanismo y el ocultismo. En su oposición al Dios de dioses, el rey del norte promueve todas las cosas que el Dios de dioses odia. También es interesante que este rey no mostraría respeto “por el deseo de las mujeres”. Esto podría aplicarse a las religiones que siempre han sido aliadas del Estado, o bien a las mujeres literales, mujeres cristianas que quisieran ser madres. El feminismo radical y la revolución sexual promovida por el Imperio no son compatibles con los roles tradicionales de las mujeres como amas de casa y madres.

Lo principal para ellos es la pedofilia, la cual parece ser un rito de iniciación para los aspirantes a globalistas. La transexualidad es la explotación deliberada de jóvenes vulnerables con el propósito de ofender al Dios de dioses y atacar a los seguidores de Cristo. El reciente asesinato de tres niños de nueve años en una escuela cristiana por parte de un transexual fue aplaudido y aprobado por algunos de los elementos más radicales de los medios de comunicación que desean ver destruido el cristianismo. Supuestamente, se está programando un día de ira transexual.

No debería sorprender a nadie que las Naciones Unidas, una institución que posiblemente sea utilizada en el futuro para la administración de un gobierno mundial después del inminente colapso del Imperio angloamericano, defienda y promueva vigorosamente la agenda LGBTQ. Aquellos que no abandonan la ley bíblica sobre el sexo son condenados como homófobos y como una amenaza para la comunidad LGBTQ.

Pero anímense aquellos que aman a Jehová. El mismo hecho de que haya un vigoroso esfuerzo por promover toda clase de perversión sexual y otras formas de iniquidad indica que el fin del mundo de Satanás está muy cerca: “cuando los malvados brotan como la mala hierba y todos los que hacen el mal florecen, es para ser exterminados para siempre” (Salmos 92:7).

Lo más probable es que la aceptación de la agenda LGBTQ planteada de tal manera que obligue a repudiar la ley de Jehová sea un aspecto clave de la marca de la bestia. Aquellos que no acepten las perversiones satánicas ni juren a la bestia serán excluidos del sistema, incapaces de comprar o vender. No se deje engañar. El objetivo de la guerra de Satanás contra el Dios de dioses es, en última instancia, los que pertenecen a Jehová.

En realidad, nadie puede cambiar su sexo. Es mejor no manipular o tratar de pervertir la creación de Dios. Por el contrario, lo que hay que hacer es actuar en concordancia con el Creador, quien en el principio los hizo hombre y mujer. Solo él es sabio.

Por cierto, debido a que los ángeles abusaron de su poder y se hicieron carne, Jehová ha querido que exista una nueva creación, basada en la imagen de su Hijo. Los elegidos para ello están actualmente ocultos en Cristo, pero durante su parusía serán revelados antes de su transición a espíritus inmortales. Ellos llegarán a ser reyes y sacerdotes junto con Cristo y destruirán el mundo inicuo de Satanás.

“Por su parte, el Dios que da paz aplastará dentro de poco a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la bondad inmerecida de nuestro Señor Jesús esté con ustedes”

(Romanos 16:20).