En el artículo anterior de esta serie sobre Miqueas, los comentarios finales argumentaban que la intervención divina será necesaria para salvar a la humanidad de la extinción. ¿A qué más se podría haber estado refiriendo Jesús sino a una guerra nuclear cuando advirtió que la gran tribulación sería tan severa que ninguna carne se salvaría a menos que Dios la acortara? Jesús también habló del mundo post-tribulación cuando dijo: “Inmediatamente después de la tribulación de esos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su luz, las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos” (Mateo 24:29).

No debemos esperar que la vida vuelva a la normalidad después de una guerra nuclear. Sin duda alguna, los cielos se oscurecerán literalmente por el humo de la destrucción. Y la oscuridad metafórica será aún más envolvente.

Los cristianos que vivieron antes de la era atómica no podrían haber entendido el alcance de las palabras del Señor. Desafortunadamente, ahora que las naciones con armas nucleares se están enfrentando en una guerra de poder en Ucrania y la bestia anglosajona se encuentra provocando a China e Irán, se está volviendo alarmantemente claro que ciertas entidades oscuras están empujando a las naciones a un conflicto inevitable en el que una de las partes o todas recurrirá al lanzamiento de sus misiles termonucleares.

Si bien la Watchtower ha desempeñado un papel invaluable en la difusión de la verdad bíblica con respecto a las doctrinas básicas, así como en arrojar luz sobre los problemas entre Jehová y Satanás y el papel vital de Jesucristo y el Reino venidero, así como en la capacitación de un ejército de predicadores y maestros, los testigos de Jehová están bajo una influencia engañosa, que paradójicamente proviene de la misma fuente que la verdad.

Pero ¿cuál es el engaño? El mito de que Cristo comenzó a gobernar en 1914 y que Satanás y todos sus ángeles malvados ya fueron arrojados del cielo. Indudablemente, la aparición de la congregación ungida por medio de los Estudiantes Internacionales de la Biblia bajo la dirección de Charles Russell sirvió como una señal para que la operación de Satanás comenzara a tomar forma para crear el engaño haciendo uso de obras poderosas y señales mentirosas, como la Primera Guerra Mundial y la gripe española.

Aunque el período de tiempo relativamente corto conocido como la conclusión del sistema, el tiempo del fin, la parte final de los días o los últimos días todavía no ha comenzado, la predicación mundial de las buenas nuevas que debe ocurrir primero seguramente ha alertado a los demonios de que el principio del fin debe estar cerca.

Durante los últimos 80 años aproximadamente, coincidentemente con el crecimiento del ministerio mundial de los testigos de Jehová, las naciones han estado trabajando arduamente para desarrollar sistemas de armas con el potencial de destruir literalmente toda la vida en la Tierra. Debería ser evidente que los dioses demoníacos tienen la intención de hacer estallar todo cuando Cristo y sus ángeles vengan por ellos.

La verdad es que, independientemente de los horrores, dificultades y atrocidades que se hayan infligido a la humanidad durante los últimos 108 años, todavía tenemos que experimentar el ay predicho para la tierra y el mar cuando Satanás descienda con gran ira sabiendo que le quedará poco tiempo. Los testigos de Jehová deben dejar de engañarse a sí mismos al creer que un “corto espacio de tiempo” abarca más de un siglo.

Jesús expulsó a muchos demonios de la gente cuando estuvo aquí en la Tierra. A veces ni siquiera les permitía hablar a través de sus posesos humanos. Una vez calmó una tormenta tempestuosa en el mar. Como rey inmortal lleno de todo el poder de su Padre, el Todopoderoso, Jesús impedirá que Satanás lleve a cabo su malvado plan de destruir el mundo. El Señor acortará la tribulación por causa de los escogidos.

Los huracanes más poderosos tienen un “ojo” bien desarrollado. Los vientos exteriores podrían estar a más de 240 km/h, pero dentro del ojo hay una relativa calma, incluso un cielo azul. La venidera tempestad de Jehová será similar. La inminente guerra mundial resultará en una calamidad sin precedentes, en una gran tribulación. Sin embargo, esta será acortada. ¿Qué sucederá después?

El libro de Apocalipsis nos lo revela. Allí se nos describe a la gran tribulación de la siguiente manera: “Y vi cuando el Cordero abrió el sexto sello. Hubo un gran terremoto, el sol se puso negro como tela de saco hecha de pelo, la luna entera se puso roja como la sangre y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, así como caen los higos verdes de una higuera cuando un viento fuerte la sacude. El cielo se retiró como un rollo que se va enrollando, y todas las montañas y todas las islas fueron arrancadas de su lugar. Entonces, los reyes de la tierra, los altos funcionarios, los comandantes militares, los ricos, los poderosos, todos los esclavos y todas las personas libres se escondieron en las cuevas y entre las rocas de las montañas. Y vez tras vez les dicen a las montañas y a las rocas: ‘Caigan sobre nosotros y escóndannos del rostro del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día de la ira de ellos, y ¿quién puede mantenerse en pie?’” (Apocalipsis 6:12-17).

La civilización en su forma actual parece permanente y duradera. Los gobiernos se yerguen como montañas inamovibles. Los líderes humanos y las instituciones brillan como estrellas. Todos damos por sentado que el sol saldrá mañana y que la luna pacífica iluminará la noche. Pero cuando se abra el sexto sello, parecerá como si el sol y la luna se hubieran ido. Todas las instituciones humanas semejantes a montañas serán sacudidas. Pero ¿qué ocurrirá después?

“Después de esto vi a cuatro ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra. Estaban sujetando los cuatro vientos de la tierra para que no soplara ningún viento ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. También vi a otro ángel que subía desde el nacimiento del sol llevando un sello del Dios vivo, y que les gritó con fuerza a los cuatro ángeles a quienes se les había concedido hacer daño a la tierra y al mar. Les dijo: ‘¡No les hagan daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los esclavos de nuestro Dios!’” (Apocalipsis 7:1-3).

El que los ángeles retengan los cuatro vientos de destrucción para que se pueda sellar a los escogidos coincide con el acortamiento de la tribulación por causa de ellos. ¿Qué acontecerá después?

La intervención de Jehová pondrá fin a las guerras entre las naciones. Ese será el cumplimiento de la profecía de Isaías y Miqueas de la que hemos hablado tanto: “Él será juez entre las naciones y resolverá los asuntos con relación a muchos pueblos. Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en podaderas. Las naciones no alzarán la espada unas contra otras ni aprenderán más a hacer la guerra” (Isaías 2:4).

Parece razonable creer que, después de la tribulación, que llevará a la humanidad al borde de la extinción, las exhaustas naciones no tendrán la voluntad de seguir guerreando entre sí. Dios les hablará entonces: “Oh, islas, escúchenme en silencio; que las naciones recuperen las fuerzas. Que se acerquen, y que entonces hablen. Reunámonos para el juicio” (Isaías 41:1).

El período posterior a la tribulación dará comienzo al día del juicio. Las naciones que sobrevivan a la tribulación serán entonces reunidas delante del rey Jesucristo: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará en su glorioso trono. Todas las naciones serán reunidas delante de él, y él separará a las personas unas de otras, igual que el pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá a las ovejas a su derecha, pero a las cabras a su izquierda” (Mateo 25:31-33).

Cuando comience el día del juicio, los escogidos serán llevados ante gobernadores y reyes. Y parece que estos se verán obligados a reconocer que Jehová los salvó de destruirse a sí mismos. Como en ese momento los elegidos estarán hablando por Cristo, brillando como el sol en el Reino de su Padre, completamente llenos de espíritu santo, los gobernadores y reyes no podrán defenderse de sus argumentos. Miqueas 5:8 describe este cambio de circunstancias: “Y los que queden de Jacob serán entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como un león entre los animales del bosque, como un león joven entre rebaños de ovejas, que pasa, ataca y despedaza. Y no hay nadie que los rescate”.

Cuando Miqueas habla de “los que queden de Jacob” se refiere los restantes de los 144.000, también conocidos como el “resto ungido”. Se les llama así porque permanecerán en la Tierra aun después de que haya comenzado la primera resurrección e incluso después de que la tribulación sea acortada.