Uno de los primeros artículos que escribí después de hacer un maratón de lectura de la Biblia que duró meses se titulaba “El colapso de la Watchtower”. Fue antes de que Internet se hiciera más grande. Sin embargo, con el tiempo el material se publicó en línea y se abrió camino hasta la primera edición de Jehová mismo ha llegado a ser rey (2005). Se distribuyeron cien ejemplares del libro al Cuerpo Gobernante de entonces y a las sucursales de todo el mundo. El tema se ha ampliado en numerosos artículos, videos y podcasts durante los últimos 20 años.
La razón por la que reconsidero este tema ahora es porque la revista La Atalaya ha publicado un artículo titulado “Busquemos la ciudad que sí será permanente”. Este título se basa en lo que está escrito en el libro de Hebreos, en el que Pablo explicó magistralmente cómo el sistema de adoración judío centrado en Jerusalén había cumplido su propósito, se había vuelto obsoleto y estaba a punto de desaparecer. En el último capítulo, el apóstol recalcó a los residentes de Jerusalén la impermanencia de la ciudad santa, diciendo: “porque aquí no tenemos una ciudad que sea permanente”.
Indudablemente, aquellos cristianos hebreos sabían que Jesús había predicho ese mismo destino para el templo y la ciudad de Jerusalén cuando les dijo a los judíos que su casa había sido abandonada a ellos y que en el templo no quedaría piedra sobre piedra que no fuera derribada. Unos días después, cuando el Señor estaba con sus apóstoles en el monte de los Olivos, explicó en detalle cómo una cosa repugnante se pondría de pie en el lugar santo, y Jerusalén sería pisoteada por las naciones durante un tiempo señalado.
Además de las decenas de miles de testigos de Jehová que están familiarizados con mi obra, no hay duda de que al menos algunos de los líderes actuales de los testigos de Jehová también lo están. Es evidente para mí que el artículo publicado en La Atalaya de mayo de 2025 es una respuesta al mensaje que aparece en mi libro, en el capítulo titulado “El colapso de la Watchtower”. Por esa razón, lo que sigue es mi respuesta.
Los párrafos cuatro y cinco señalan que Jerusalén era la base de operaciones de lo que la Watchtower llama el cuerpo gobernante, lo cual sin duda era. Lo he señalado en numerosas ocasiones. Pero Jerusalén era más que eso. Era lo que la Watchtower se llama a sí misma: el centro de la adoración verdadera, al menos de manera representativa.
En las Escrituras Hebreas, la Jerusalén original que fue destruida por Babilonia es mencionada como el lugar donde Dios había hecho que residiera su nombre. Era la única ciudad en la Tierra asociada con el nombre sagrado de Dios. Cuando Jesús se presentó como el Mesías, consideró el templo reconstruido en Jerusalén como la casa de su Padre. En dos ocasiones echó a los cambistas y comerciantes que habían establecido sus tiendas en la casa de su Padre. Asimismo, en su evangelio, Mateo se refirió dos veces a Jerusalén como “la ciudad santa”.
Después de que Jesús resucitó, instruyó a sus discípulos que permanecieran en Jerusalén hasta que el espíritu santo viniera sobre ellos. Y fue en el día festivo de Pentecostés que 120 de los discípulos de Jesús que estaban en un aposento alto en la ciudad santa fueron ungidos por el mismo espíritu que había ungido a Jesús tres años y medio antes. Así pues, Jerusalén no sólo era el centro de adoración de los judíos, sino también la cuna del cristianismo y la sede no oficial de los apóstoles.
Aunque Jesús condenó a Jerusalén como la asesina de los profetas, los apóstoles y los cristianos originales no abandonaron el templo. Por el contrario, aquellos a quienes Cristo designó para ser testigos de su resurrección predicaban en el templo noche y día.
Sin duda, muchos de los que se hicieron creyentes lo hicieron por la presencia de los discípulos de Cristo en el patio del templo y sus alrededores. Por ende, aunque los sacrificios de animales ya no eran válidos y los sacerdotes levíticos que oficiaban ya no eran reconocidos por Dios como sus ministros, el templo mismo seguía siendo el centro de la adoración pura debido al ministerio de los ungidos subsacerdotes de Cristo.
Por ejemplo, se nos informa en las palabras iniciales del capítulo 3 de Hechos que Pedro y Juan subieron al templo para la hora de oración. Esa fue la ocasión en la que sanaron a un hombre paralítico y, en consecuencia, fueron llamados ante el Sanedrín. ¿Suena eso como si consideraran la forma judía de adoración como algo inmundo?
Algunos años después, los apóstoles en Jerusalén aconsejaron a Pablo que fuera al templo y presentara una ofrenda para acallar los rumores que circulaban de que el apóstol de las naciones estaba predicando una apostasía contra Moisés. ¡Qué ejemplo de humildad! Pablo, que repudió vigorosamente el judaísmo y explicó en detalle cómo se había cumplido la Ley en Cristo, obedeció a sus compañeros apóstoles, se purificó ceremoniosamente y fue al templo a presentar una ofrenda.
Indubitadamente, Pablo se sintió inspirado a escribir su carta a los cristianos hebreos porque no eran simplemente residentes de Jerusalén, sino que estaban íntimamente asociados con el templo, que era el centro de adoración tanto judío como cristiano.
No obstante, según la organización, Jerusalén era simplemente una ciudad. Al menos eso es lo que se da a entender en el artículo que estamos analizando. Por ejemplo, el párrafo cinco dice:
“Pablo quería que los cristianos estuvieran preparados para huir de Jerusalén. Por eso los ayudó a ver la ciudad tal como la veía Jehová. Les recordó que para Jehová ya no eran sagrados el templo, el sacerdocio y los sacrificios que allí se ofrecían (Heb. 8:13). La mayoría de los habitantes de la ciudad había rechazado al Mesías. El templo de Jerusalén ya no era el centro de la adoración pura, y sería destruido (Luc. 13:34, 35)”
Como se explicó, los apóstoles sin duda consideraban que el templo era santo y que era su centro de adoración y ministerio. Cuando Jesús habló de la desolación venidera de Jerusalén, dijo que los cristianos observantes verían una cosa repugnante en un lugar santo. Si aquellos apóstoles y discípulos del primer siglo que vivían en Jerusalén no consideraban el templo como un lugar santo, ¿cómo discernirían cuándo la cosa repugnante estaría en un lugar que no debería?
La Watchtower está dando a entender que los hebreos a quienes Pablo les escribía consideraban a Jerusalén como una ciudad común y corriente. Esto es lo que dice el párrafo seis:
“Cuando Pablo les escribió a los hebreos, Jerusalén era una ciudad próspera. Un escritor romano de esa época llamado Plinio dijo que Jerusalén era ‘la más famosa ciudad del Oriente’ (Historia Natural, libro V, traducción de Gerónimo de Huerta). Cada año viajaban a ella judíos de muchos lugares para celebrar las fiestas religiosas, y eso generaba muchos ingresos para la ciudad. Sin duda, esto hacía que a algunos cristianos les fuera bien económicamente. Tal vez por eso Pablo les dijo: ‘Que su modo de vivir esté libre del amor al dinero, y estén contentos con las cosas que tienen’”.
Hay una pregunta muy importante que queda sin respuesta, sin formular. ¿Discierne usted cuál? Puesto que la desolación de Jerusalén en el primer siglo es simplemente un modelo de algo mayor que ocurrirá cuando Cristo venga, ¿qué representa Jerusalén? Jesús indicó que huir de Jerusalén sería una cuestión de vida o muerte.
Es cierto que Jesús dio a entender que quizás tengamos que dejar atrás nuestras posesiones materiales cuando dijo: “El que esté en la azotea, que no baje a su casa a sacar sus cosas, y el que esté en el campo, que no vuelva a buscar su manto” (Mateo 24:17, 18). Por esa razón, La Atalaya da a entender que salir de “Jerusalén” simplemente significa dejar atrás nuestros bienes mundanos, como se indica en el párrafo siete:
“Lección para nuestros días: Al igual que los cristianos del primer siglo, debemos mantenernos despiertos y estar preparados (Luc. 21:34-36). ¿Preparados para qué? Para la ‘gran tribulación’, que acabará con este sistema malvado (Mat. 24:21). Durante ese periodo, quizás tengamos que dejar atrás algunas de nuestras pertenencias, o incluso todas, con la total confianza de que Jehová jamás nos abandonará”.
En realidad, Jehová sí abandonará a su pueblo, solo que lo hará de manera muy breve. Al menos eso es lo que se indica en la siguiente profecía: “‘Por un instante te abandoné, pero con gran misericordia te traeré de vuelta. En un arranque de indignación, oculté por un momento mi rostro de ti, pero con eterno amor leal te tendré misericordia’, dice tu Recomprador, Jehová” (Isaías 54:7, 8).
Siendo realistas, no podemos esperar que el Cuerpo Gobernante declare que Jerusalén representa a la Watchtower o que los testigos de Jehová tendrán que abandonar la organización cuando vean la cosa repugnante en un lugar donde no debería estar. Por eso no hay ninguna insinuación ni sugerencia de lo que representa Jerusalén. No obstante, el Cuerpo Gobernante no está siendo honesto. Eso es evidente porque en otras publicaciones sobre las profecías han interpretado que la ciudad santa representa a la Sociedad Watchtower.
Para ilustrar este punto, cuando predijo la desolación de Jerusalén, Jesús aconsejó al lector perspicaz que consultara la profecía de Daniel. El capítulo 8 habla de la desolación del lugar santo y de su pisoteo por un tiempo señalado, exactamente los mismos términos atribuidos a Cristo en el relato de Lucas. La Watchtower afirma que esto se cumplió durante la Segunda Guerra Mundial, y que el lugar santo recobró su condición debida después de que expiraron los tiempos señalados para pisotearlo. Supuestamente, el lugar santo recobró su condición debida cuando la junta directiva hizo unos cambios insignificantes a los estatutos de la Watchtower.
No solo eso, sino que en el capítulo 11 de Apocalipsis, que fue escrito muchos años después de que Jerusalén fuera destruida por los romanos, leemos esto: “Pero pasa por alto el patio que está fuera del santuario del templo y no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones, que pisotearán la ciudad santa por 42 meses. Haré que mis dos testigos profeticen 1.260 días vestidos de tela de saco”.
A los testigos de Jehová se les ha hecho creer que la ciudad santa fue pisoteada por las naciones durante la Primera Guerra Mundial. Su interpretación requiere que creamos que la organización fue y sigue siendo la ciudad santa. Sin embargo, el Señor Jesús predijo que el lugar santo sería desolado por una cosa repugnante y que Jerusalén sería pisoteada por las naciones durante un período de tiempo específico. La Watchtower afirma que ese “tiempo señalado de las naciones” comenzó en el año 607 a. C., mucho antes de que los romanos sitiaran el templo. Y, por otro lado, afirma que Jerusalén representa a la cristiandad en Mateo 24. Asimismo, afirman que, la profecía de Daniel, a la que Jesús remitió al lector perspicaz, se cumplió durante la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de su mezcolanza confusa de interpretaciones contradictorias, la Watchtower afirma que hombres “responsables” darán un paso adelante durante la gran tribulación para dar instrucciones confiables. ¿De verdad?
El párrafo ocho señala que Jesús ordenó a sus discípulos que huyeran a las montañas. Pero ¿a qué montañas? El párrafo 10 explica lo siguiente:
“Entonces, ¿cómo supieron los cristianos adónde huir? Parece ser que Jehová guio a los cristianos por medio de los que dirigían la congregación. Tiempo después, el historiador Eusebio escribió que, por medio de una ‘revelación a los notables de aquel lugar’, la congregación de Jerusalén ‘recibió el mandato de cambiar de ciudad antes de la guerra y de vivir en otra ciudad de Perea (la que llaman Pella)’”.
La Watchtower parece estar afirmando que las instrucciones salvadoras de Jesús no eran lo suficientemente específicas para los cristianos que vivían en Jerusalén en ese entonces. Necesitaban más dirección de “los notables de aquel lugar”. Esto está en consonancia con el condicionamiento mental de la Watchtower a los testigos de Jehová, que los lleva a esperar recibir dirección salvadora de parte del Cuerpo Gobernante cuando el mundo explote. Incluso se jactan de haber brindado una dirección confiable durante la pandemia.
El párrafo 14 hace una declaración veraz:
“Cuando comience la gran tribulación, tendremos que mostrarnos amor como nunca antes. Tendremos que seguir el ejemplo de los cristianos que vivían en Jerusalén y Judea. Siempre se habían mostrado amor”.
Pero aquí está el problema: no nos estamos enfrentando de inmediato a la gran tribulación. En cambio, lo que tenemos justo ante nosotros es la Tercera Guerra Mundial y todas las cosas que Jesús predijo que conducirán a la tribulación. No es de extrañar que Jesús dijera que muchos tropezarían y se odiarían entre sí.
En resumen, lo que se viene para el mundo y nosotros son todas las cosas que la Watchtower insiste firmemente que ya se han cumplido y que no pueden ocurrir en una medida más significativa en el futuro. Y eso, mi querido lector, es la base para el colapso de la Watchtower.
Una cosa es explicar las profecías y vincularlas a los acontecimientos pasados, lo cual describe toda la exégesis de la Watchtower. Pero cuando todas las cosas que se cree que han ocurrido comiencen a ocurrir, entonces, todo habrá terminado para la clase profeta. Jehová explica lo que sucederá de esta manera: “Ya que ustedes rechazan estas palabras y confían en el fraude y en el engaño, y se apoyan en ellos, este error será para ustedes como un muro agrietado, como un muro alto que está encorvado y a punto de caerse. De repente, en un instante, se derrumbará. Se romperá igual que un jarro grande de alfarero, quedará tan destrozado que ninguno de sus pedazos servirá para sacar brasas del fuego o recoger agua de un charco” (Isaías 30:12-14).
Dado que la ciudad simbólica que permanecerá representa al Reino de Dios, y contrario a la enseñanza de la Watchtower, todavía estamos esperando que la ciudad tenga cimientos reales, la ciudad que no permanecerá es la amada organización de los testigos de Jehová.