PREGUNTA # 8 – En Juan 12:41 se nos dice que Isaías vio la gloria de Jesús y habló acerca de él. La Traducción del Nuevo Mundo relaciona ese versículo con Isaías 6:1,8. Allí, Isaías vio a Jehová y habló de él. Y vemos que ese texto es relacionado con Juan 12:41. Por lo tanto, la Watchtower está de acuerdo con que estas escrituras tienen una conexión. ¿Cómo pueden ser verdaderos ambos pasajes de las Escrituras a menos que Jesús sea Jehová?

RESPUESTA: Las referencias en cualquier traducción no deben tomarse necesariamente como una interpretación o explicación general de un versículo en particular, especialmente cuando hablamos de profecías. Esto se debe a que las profecías pueden tener múltiples significados, pero su contexto debe ser considerado como lo más importante.

La locura del enfoque trinitario de que un solo versículo nos lo dice todo queda al descubierto con el capítulo 12 de Juan, de donde se extrajo el texto que supuestamente prueba lo que ellos afirman. En este versículo se nos muestra la última estancia de Jesús en Jerusalén antes de ser arrestado. Mientras estaba en el patio del templo, clamó en voz alta, pidiéndole a su Padre que glorificara su nombre, un nombre que aparece solamente en el libro de Isaías más de 500 veces. En respuesta a la solicitud de Jesús, Jehová habló desde los cielos y dijo: “Lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.

La multitud que estaba allí escuchó la voz de Dios. Sin embargo, algunos especularon que un ángel había hablado con Jesús. Otros imaginaron que era el sonido de un fuerte trueno. Pero Jesús explicó: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes’’. Esa fue otra ocasión en la que Dios habló desde el cielo para confirmar que Jesús era su Hijo.

Además, Jesús les dijo: “La luz estará entre ustedes un poco más. Caminen mientras tengan la luz para que la oscuridad no los venza; el que camina en la oscuridad no sabe adónde va. Mientras tengan la luz, demuestren fe en la luz, para que lleguen a ser hijos de la luz”.

Jesús expresó eso en respuesta a la pregunta que le hicieron los judíos cuando señalaron lo siguiente: “Sabemos por la Ley que el Cristo existirá para siempre. ¿Cómo es que tú dices que el Hijo del Hombre tiene que ser alzado? ¿Quién es ese Hijo del Hombre?”

El pueblo hebreo, incluyendo los apóstoles de esa época, no podía comprender por qué Jesús dijo que sería alzado, como colgado de un poste o madero tosco que sería levantado y enterrado en un agujero en el suelo. De hecho, si Jesús era el rey mesiánico que las profecías – como las de Isaías – habían predicho, entonces el Cristo debía reinar para siempre. Ignoraban el hecho de que Isaías también predijo que el siervo de Jehová sería aplastado, que Dios mismo se deleitaría en verlo derramar su alma hasta la muerte. De hecho, moriría, sería sepultado. Esto se afirma en el capítulo 53 de Isaías, donde leemos lo siguiente: ‘’Pues fue eliminado de la tierra de los vivos; por los pecados de mi pueblo, él recibió el golpe. Y se le dio una tumba junto con los malvados, y con los ricos lo enterraron cuando murió, aunque él no había hecho nada malo ni en su boca hubo engaño. Pero fue la voluntad de Jehová aplastarlo, y él permitió que se enfermara. Si tú presentas su vida como ofrenda por la culpa, él verá su descendencia y prolongará sus días, y mediante él se cumplirá la voluntad de Jehová.’’

Una pregunta que los judíos deberían haber considerado es la siguiente: ¿cómo podría una persona ser eliminada de la tierra de los vivos, sí, ser sepultada y, sin embargo, prolongar sus días y ver su descendencia? Solo hay una solución a ese enigma desconcertante. Jehová lo resucitaría, trayéndolo de vuelta de la tumba. Sin duda, la resurrección implícita de Cristo, que es sin duda uno de los milagros más gloriosos jamás realizados por Dios, es la forma cómo Isaías vio de antemano su gloria y habló de ello en su profecía.

Otro aspecto que se debe tener en cuenta es el siguiente: así como en esa ocasión Jesús instó a los judíos a caminar en su luz mientras esta existiera, Isaías también vio de antemano la gloria de Cristo como la luz de la humanidad. Isaías dice lo siguiente en el capítulo nueve: “Sin embargo, las tinieblas no serán como antes, cuando la tierra estaba en angustia, cuando se trató con desprecio a la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí. Pero tiempo después él hará que esa tierra —el camino junto al mar, en la región del Jordán, Galilea de las naciones— reciba honra. El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz. Sobre los habitantes de la tierra que estaba bajo una sombra profunda, ha brillado una luz.’’

Como es de conocimiento común, Jesús era de la región de Palestina conocida como Galilea. Él realizó muchos de sus milagros en esa área, como cuando caminó sobre el Mar de Galilea, calmando sus agitadas olas. Seguramente los apóstoles que presenciaron los asombrosos milagros de Jesús y lo escucharon predicar reconocieron que era una gran luz brillante, resplandeciente. De esa manera, Isaías vio su gloria y habló de él.

Pero las profecías son como una cebolla, pues tienen muchas capas. Es cierto, Isaías experimentó una impactante epifanía cuando vio a Jehová sentado en un trono alto rodeado de serafines que lo adoraban. Fue en esa ocasión cuando Jehová le encargó a Isaías que fuera a la nación y les hablara acerca de sus juicios.

Sin embargo, la profecía no aplica únicamente al tiempo de Isaías o al primer siglo cuando Jesús estuvo presente en Galilea. No, esta aplica especialmente a la segunda venida de Cristo. ¿Cómo lo sabemos? Veamos por ejemplo el capítulo seis de Isaías, el cual concluye diciendo: “Pero todavía habrá en ella una décima parte, y de nuevo será quemada. Será como el tocón que queda cuando se tala un árbol grande o un roble; su tocón será una descendencia santa”. La descendencia santa que sobrevive a la tala del “árbol” nacional fue en parte Cristo, cuyo linaje real no fue roto a pesar de que la nación fue cortada. Pero, además de Jesús, hay otras personas involucradas.

Los que pertenecen a Cristo también componen la descendencia santa. Ellos son la décima parte. Tal como detalla la profecía de Isaías, la congregación de Cristo también está destinada a ser destruida, al igual que Israel y Judá. Es de esa destrucción que una simiente santa sobrevivirá. El libro de Apocalipsis nos habla de la descendencia de la mujer que sobrevive a la inundación de la persecución de Satanás durante la tumultuosa conclusión de este sistema de cosas. Esa es la quema del tocón de donde proviene el resultado final.

No es coincidencia que el nombre de Isaías signifique lo mismo que el nombre de Jesús, a saber, Jehová es salvación o la salvación de Jehová. Así como los judíos en los días de Jesús estaban espiritualmente ciegos, la ceguera del pueblo de Dios podría considerarse un subtema que abarca toda la profecía de Isaías, no solo el capítulo seis. Siendo así, la ceguera se extiende sobre aquellos que estarán vivos cuando Cristo regrese en la gloria de Jehová. Y su ceguera solo será remediada al ver a Jesús en su gloria. Isaías lo expresa de la siguiente manera: “Levántate, oh, mujer, despide luz, porque tu luz ha venido. La gloria de Jehová brilla sobre ti. ¡Mira! La oscuridad cubrirá la tierra y densas tinieblas a las naciones; pero sobre ti brillará Jehová, y sobre ti se verá su gloria.’’

Isaías no solo vio la gloria de Jehová en la visión inicial, sino que también vio la última revelación, sí, la manifestación y revelación del Cristo de Jehová. Como resultado final, sucederá lo que predijo Jesús: “los justos brillarán en el Reino de su Padre tanto como el sol.’’

En ese sentido, Jehová brillará sobre ellos. La gloria de Jehová se manifestará en Jesús cuando venga en la gloria de su Padre y se siente en su glorioso trono con todos los ángeles fieles rodeándolo, incluyendo a los serafines que adoraban a Jehová en la visión inicial. A ese respecto, Isaías ciertamente vio la gloria de Jehová aún por revelarse.