Lunes 4 de enero

Los hombres inicuos e impostores avanzarán de mal en peor (2 Tim. 3:13).

Es lamentable que los hombres hagan lo que complace al Diablo. Pero Jehová conoce muy bien su manera de actuar. Por eso, está al tanto del dolor que sentimos y puede darnos el consuelo que necesitamos. Cuánto nos alegra servir al “Dios de todo consuelo, que nos consuela en toda nuestra tribulación, para que nosotros podamos consolar a los que se hallan en cualquier clase de tribulación mediante el consuelo con que nosotros mismos estamos siendo consolados por Dios” (2 Cor. 1:3, 4). Es posible que tengan una necesidad especial de consuelo las personas cuyos padres no hicieron nada para protegerlas de los abusos o las que sufrieron abusos de quienes eran cercanos a ellas. El rey David sabía que Jehová es quien mejor puede consolarnos (Sal. 27:10). Tenía fe en que Dios se hace cargo con cariño de quienes han sido rechazados por aquellos a quienes aman. ¿Cómo lo hace? Mediante sus siervos fieles. Los hermanos de la congregación son nuestra familia. Por ejemplo, Jesús dijo que los que adoraban a Dios con él eran sus hermanos, hermanas y madre (Mat. 12:48-50). w19.05 15, 16 párrs. 8, 9

La hipocresía de la Organización ha llegado a niveles que ciertamente producen náuseas. Es tal como nos indican las profecías: “Sus mesas están llenas de vómito asqueroso…, no queda un solo lugar limpio” (Isaías 28:8).

Hace veinte años, Barbara Anderson alzó su voz para revelar que Betel mantenía una base de datos de más de 22.000 pedófilos conocidos. Sin duda, más depredadores sexuales han sido agregados a la lista durante las últimas dos décadas. Y esos son solo los abusadores conocidos. Indudablemente, hay muchos más pedófilos desconocidos y víctimas que han permanecido calladas. ¿Puede usted culparlos siendo conscientes del interrogatorio al que seguramente serían sometidos por el aparato judicial? Por otro lado, teniendo en cuenta que cada uno de los 22.000 pedófilos tiene al menos una víctima, eso significa que hay decenas de miles de ellas, quizás más de 100.000.

Cuando comenzó la epidemia de pedofilia hace unos 40 o 50 años, la Watchtower tenía una política que se puede resumir en una palabra: secretismo. Los crímenes cometidos contra los niños no debían ser expuestos para no causar oprobio al nombre de Jehová. Se ordenaba a los ancianos y familiares de las víctimas que no notificaran el abuso a la policía. No había necesidad. Jehová sacaría a la luz todo a su debido tiempo. Solo había que esperar en él. En Australia, por ejemplo, una comisión gubernamental sacó a la luz que más de mil niños habían sufrido abusos sexuales y ningún caso se había informado a las autoridades.

Y para asegurarse de que prevalezca el secretismo, los abogados de la Sociedad han llegado a acuerdos secretos, también conocidos como acuerdos extrajudiciales, en los que se les ha pagado a las víctimas por daños y se les ha obligado legalmente a guardar silencio. Todo esto se hace para proteger el nombre de Jehová del oprobio, por supuesto.

Además de eso, nos encontramos con la negación mentirosa y cínica de la realidad. Tal como lo hizo el bufón fanfarrón de Stephen Lett, quien regañó a la familia Betel por creer en historias falsas y “mentiras impulsadas por apóstatas” como que la organización de Jehová es permisiva con los pedófilos. Verdaderamente, no hay lugar ni mesa libre de los vómitos pronunciados por los borrachos de Efraín.

Asimismo, nos encontramos con esta regurgitación asquerosa que gotea del artículo de La Atalaya en el que se basa el texto diario de hoy:

“Por eso le resulta tan fácil a un abusador engañar a un niño. Le dice mentiras que le harán mucho daño, como que él es el culpable de los abusos, que debe mantenerlos en secreto, que nadie le escuchará ni le creerá si habla de lo que ocurre, o que los actos sexuales entre un adulto y un niño son en realidad expresiones sinceras de amor. Como resultado, durante muchos años la víctima no entenderá que todo esto eran mentiras. Puede que el niño crezca pensando que está sucio, que no sirve para nada y que no merece consideración ni cariño” (w19.05 15, 16 párr. 7).

Según Stephen Lett, no hay víctimas de abuso infantil a las cuales consolar. Todo lo relacionado con eso son historias falsas y mentiras inventadas por apóstatas. Si hay alguien que actúa contra los pedófilos, es la organización de Jehová. Pobre Stephen Lett. Mientras tanto, hay abogados callando a las víctimas, obligándolas legalmente a guardar un silencio perpetuo. También hay ancianos intimidándolas para que los crímenes que se cometieron en su contra no sean expuestos. E, increíblemente, con el otro lado de la boca la Organización condena el secretismo. Todas las personas que aman la verdad deberían sentirse enfermas ante esas muestras tan repulsivas y despreciables de hipocresía y apostasía.

¿Cuántos de los testimonios de las decenas de miles de víctimas de abuso no han sido creídos por los ancianos? ¿Cuántos han sufrido en silencio y no han sido consolados? ¿Cuántas víctimas fueron reprendidas y amenazadas con la expulsión si se atrevían a hablar sobre los crímenes cometidos en su contra? Como Erica Rodríguez, quien fue abusada repetidamente por un anciano y luego presionada por otros ancianos para que no denunciara el crimen. La valiente Erica no se dejó intimidar por los abogados de Betel y denunció el crimen. Su abusador fue declarado culpable y sentenciado.

¿Resulta que ahora la Sociedad es la protectora y defensora de los abusados? La hipocresía de Betel ha llegado al cielo. Indubitadamente, el Dios de la verdad y la justicia es consciente del hedor pútrido de la repugnante hipocresía de la Watchtower.

No obstante, los borrachos de Efraín sí tienen razón en una cosa: los hombres inicuos e impostores están a punto de recibir su merecido. Todo indica que el día de Jehová está casi sobre nosotros. Cuando ese día llegue, las preguntas planteadas por el Todopoderoso a los dictadores de Sodoma serán respondidas: “¡Ay de los que dictan leyes que hacen daño, de los que siempre están redactando decretos opresivos, para rechazar las reclamaciones judiciales de los pobres, para negarles la justicia a los desfavorecidos de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín y saqueando a los huérfanos! ¿Y qué harán ustedes el día de ajuste de cuentas, cuando venga desde lejos la destrucción? ¿Hacia quién correrán por ayuda, y dónde dejarán sus riquezas?” (Isaías 10:1-3).

Efectivamente, ¿qué harán ellos el día del ajuste de cuentas? La Organización no solo ha rechazado las reclamaciones judiciales de miles de víctimas de abuso, sino que también está saqueando a todos los “pobres” que han dado su dinero y han trabajado para construir los salones del reino que han sido puestos a la venta. Teniendo en cuenta el precio de las instalaciones de las sedes en Brooklyn y Londres que fueron vendidas, podríamos decir la Sociedad está sentada sobre muchísimo dinero, probablemente miles de millones de dólares. Sin embargo, la pregunta relevante en medio de todo esto es: ¿dónde dejarán los líderes de la Organización sus riquezas cuando el juicio de Dios comience?

Sí, el día de ajuste de cuentas está muy cerca. La ira de Jehová azotará como un horrible huracán o tornado que arrasa con todo a su paso. Todo lo que conocemos como “normal” desaparecerá. Cualquier riqueza que la gente imagina que tiene se desvanecerá. El dinero simplemente dejará de tener valor. Ciertamente, ¿hacia quién correrán los malvados por ayuda?

Pronto, los hombres inicuos e impostores llegarán a su fin: no más falsos ungidos, no más apóstoles falsos, no más plebeyos disfrazados de reyes, no más hipocresía nauseabunda. Se acerca el juicio de Jehová: “No habrá más remedio que agacharse entre los prisioneros o caer entre los muertos. En vista de todo eso, la furia de él no se ha calmado, sino que su mano sigue extendida para golpear” (Isaías 10:4).