Este es el primer artículo de una serie que analizará la colección de canciones hebreas que conocemos como salmos. 

Todo lo que ha existido hasta ahora primero fue una declaración de Dios. “Hágase la luz”, dijo Dios, y llegó a haber luz. Y Dios vio que la luz era buena. Dios les habló directamente a los primeros humanos, les ordenó tener relaciones sexuales, producir una familia y llenar la Tierra. También les ordenó que no comieran del fruto de cierto árbol o morirían. Todos los hombres y mujeres que han vivido en este planeta han estado bajo la autoridad y ley de Dios.

Sin embargo, desde que ocurrió aquella desgracia en el jardín del Edén, Dios ha permitido que los humanos y algunos ángeles ignoren su ley y sigan su propio camino. No obstante, como todos sabemos, esto es temporal. 

Apropiadamente, las palabras iniciales del libro de los Salmos abordan esta situación: “Feliz el hombre que no anda según los consejos de los malvados, que no se detiene en el camino de los pecadores, que no se sienta en el asiento de los burlones, sino que disfruta con la ley de Jehová; día y noche lee su ley y medita en ella” (Salmo 1:1, 2).

Jesús tenía en alta estima la Palabra de Dios. Sus palabras de apertura del Sermón del Monte hicieron eco del primer Salmo: “Felices los que reconocen sus necesidades espirituales, porque el Reino de los cielos es de ellos” (Mateo 5:3).

Las primeras palabras del libro de Apocalipsis también declaran felices a aquellos que leen en voz alta las palabras del rollo y observan las cosas escritas en él.

El Salmo 1 habla de un juicio futuro. Y no simplemente del juicio del mundo en general, sino de una rendición de cuentas de parte del mismísimo pueblo de Dios. El versículo cinco nos indica lo siguiente: “Por eso los malvados no se mantendrán en pie en el juicio ni tampoco los pecadores en la asamblea de los justos”.

Antes del juicio, los pecadores malvados y los justos se reúnen, hombro a hombro, por así decirlo, para adorar. Tal como escribió el apóstol Pedro, el juicio empieza primero con la casa de Dios.

Jesús habló extensamente sobre este juicio venidero en una serie de parábolas. Explicó que el Diablo había sembrado cizaña entre el trigo y que ambos crecerían juntos hasta la cosecha. También habló de un esclavo fiel y uno malvado que trabajarían juntos en la casa de su Amo hasta que este volviese inesperadamente a inspeccionar su casa.

Asimismo, el Señor declaró lo siguiente: “Dos mujeres estarán moliendo con el molino de mano: una será llevada y la otra será abandonada. Así que estén siempre vigilantes, porque no saben en qué día viene su Señor” (Mateo 24:41, 42). 

El Salmo 1 concluye de la siguiente forma: “Porque Jehová está al tanto del camino de los justos, pero el camino de los malvados se acabará” (Salmo 1:6).

No son solo los malvados los que perecerán, sino el “camino de los malvados”. En otras palabras, todo el sistema que existe bajo la influencia del Maligno será eliminado. Entonces aquellos que no siguieron el estilo de vida de los malvados, ni disfrutaron de la compañía de los burladores, serán verdaderamente felices.