El camino de David al trono fue largo y difícil. Primero, fue ungido por Samuel cuando era un adolescente. El espíritu de Jehová vino sobre él y lo motivó a salir al campo de batalla armado solo con una onda contra el corpulento filisteo llamado Goliat. Después de ganar prominencia nacional, el rey Saúl lo persiguió y lo obligó a vivir como fugitivo durante algún tiempo. Pero Jehová Dios lo protegió, y al final, fue coronado como rey, primero sobre Judá y, luego, sobre todo Israel.

David pudo decir correctamente: “Porque vas a su encuentro con ricas bendiciones; pones en su cabeza una corona de oro fino. Él te pidió vida, y tú se la diste, una vida larga, para siempre jamás” (Salmos 21:3, 4). 

Es interesante que David hablara en tercera persona. Eso se debió a que realmente estaba hablando de que a Cristo se le daría el Reino. Obviamente, David no fue recompensado con la vida eterna. Después de que los discípulos de Jesús fueran ungidos en el Pentecostés, Pedro les explicó a los judíos que la tumba de David estaba entre ellos hasta ese día. Fue a Jesús a quien Jehová no dejó en la tumba. Al David Mayor se le dio, no solo una vida larga o incluso la vida eterna, sino una vida indestructible: ¡la inmortalidad!

Como rey inmortal, Jesús buscará y eliminará a todos los que odian a Jehová, sin importar donde se encuentren: “Tu mano encontrará a todos tus enemigos; tu mano derecha encontrará a los que te odian. Los convertirás en un horno de fuego en el tiempo fijado, cuando te encargues de ellos. En su furia, Jehová se los tragará, y un fuego los devorará” (Salmo 21:8, 9).

De acuerdo con una de las parábolas de Jesús, el tiempo señalado para el juicio será como una cosecha. Según Cristo, la cosecha es “la conclusión de un sistema”, un periodo también conocido como el tiempo del fin. Durante ese tiempo, el Señor “enviará a sus ángeles, y ellos sacarán de su Reino todas las cosas que llevan al pecado y a las personas que violan la ley” (Mateo 13:41). Jesús explicó que estos individuos representados por la mala hierba son personas plantadas por el Diablo que se encuentran entre la verdadera semilla plantada por Dios y que, después de ser separados del trigo, serán arrojados al horno de fuego de la aniquilación.

Una de las mentiras más descaradas inventadas por la Watchtower es que la cosecha ya se llevó a cabo. Se requiere que los testigos de Jehová crean que los ángeles separaron a cientos de millones de feligreses de entre unos pocos miles de Estudiantes de la Biblia entre 1914 y 1919 y que estos serán arrojados al horno de la destrucción eterna en Armagedón, más de un siglo después. Esa creencia es tan absurda y ridícula como el mito del fuego del infierno de la cristiandad. Pero la Watchtower debe enseñarlo y afirmar que es verdad porque, de no hacerlo, se estaría admitiendo que el tiempo del fin no comenzó en 1914.

El hecho de que hombres que afirman ser fieles y prudentes y guardianes del bastión de la verdad se dejen engañar por un razonamiento tan falaz es en sí mismo una prueba de la presencia de la simiente de Satanás entre ellos. David predijo lo siguiente acerca de los hijos del Maligno: “porque pretendían hacer contra ti lo que es malo; han tramado planes que no saldrán bien”.

No solo se ha engañado a los testigos de Jehová para que acepten una falsa parusía, sino que los conspiradores contra Dios han tramado un plan para que se inyecte a todos los que están bajo su influencia con un suero tóxico que no proporciona ni la más mínima protección contra el COVID-19, pero que sí puede tener efectos graves y/o mortales en el organismo. La justificación para promover este esquema es que la Organización Mundial de la Salud lo recomienda enfáticamente. Y aunque la ONU no tiene autoridad sobre los ciudadanos de las naciones soberanas, el Cuerpo Gobernante afirma que debemos obedecer al César y dejar que nos inyecten este elixir misterioso.

Indudablemente, Dios tiene muchos enemigos entre los testigos de Jehová, especialmente entre aquellos que los dirigen. Cuando Cristo sea coronado y salga como un guerrero armado con su arco y flechas, usted puede estar seguro de que les hará la guerra: “Harás que huyan en retirada al apuntar tu arco contra ellos. Levántate, oh, Jehová, con tu fuerza. Le cantaremos alabanzas a tu poder” (Salmos 21:12, 13).